Esta capacidad innata recibe el nombre de presentimiento, «un sentimiento que viene antes». Estos experimentos son ciertamente importantes, porque demuestran concluyentemente que el conocimiento humano no está limitado por el tiempo ni está limitado al presente. La capacidad para adquirir información de forma no local no es una mera curiosidad de laboratorio, puesto que se le ha dado también un uso práctico. El arqueólogo Stephan A. Schwartz, fundador del campo conocido como «visión remota» –viajar con los ojos de la mente–, ha utilizado esta técnica repetidas veces para encontrar barcos hundidos y emplazamientos arqueológicos enterrados que se habían perdido a lo largo de la historia.
La probabilidad de que estos descubrimientos se deban al azar es simplemente ridícula, y es una evidencia de que el conocimiento no local puede proporcionar beneficios prácticos a todos aquellos que tengan el coraje de reclamarlo y de darle uso en su vida. De hecho, como hemos apuntado, el conocimiento no local se viene utilizando con éxito desde hace décadas en el campo de la arqueología. Esta historia, poco conocida por otra parte, viene detallada por el mismo Schwartz en su fascinante libro The secret vaults of time (Las bóvedas secretas del tiempo).
La capacidad para funcionar mentalmente de forma no local puede haberse codificado en nuestros genes a lo largo de la evolución, porque es probable que esta capacidad contribuyera poderosamente a la supervivencia de aquellos individuos que la poseyeran. Saber de antemano dónde se halla el peligro o dónde encontrar comida o refugio, constituiría una ventaja obvia en el juego de elevadas apuestas que es la supervivencia. Por tanto, la capacidad de sentir el futuro debería de seguir operando de este modo incluso en nuestra vida moderna.
Comentarios (1)
Nos interesa tu opinión