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03/08/2017 (11:41 CET) Actualizado: 10/07/2019 (13:21 CET)

Una fuerza celestial

03/08/2017 (11:41 CET) Actualizado: 10/07/2019 (13:21 CET)
UNA FUERZA CELESTIAL
UNA FUERZA CELESTIAL

Aunque la posibilidad de que una persona con complejo mesiánico alcance el poder nos resulte extravagante, lo cierto es que es un fenómeno que se ha repetido en numerosas ocasiones.

En este sentido, el dictador militar chileno Augusto Pinochet constituye otro notable ejemplo de personaje extraordinario, tanto en lo mundano como a nivel psicológico.

En Pinochet se da otra vez la fuerte relación entre Dios y su persona. Llegó a decir: «Yo obtengo mi fuerza de Dios».

Y, al igual que Franco, tenía la certeza de que contaba con la protección divina. Tal cosa se deduce de una entrevista realizada en 1996 por el periodista Hervé Roger Vidal, donde éste interpela a Pinochet sobre su suerte tras haberse salvado de un atentado el 7 de septiembre de 1986, concretamente de una emboscada perpetrada por un grupo de extrema izquierda. En aquella entrevista, Pinochet afirmó: «Salvarse fue un milagro. A esta hora debería estar en el paraíso ». A lo que el periodista replicó: «¿En el paraíso?». «Claro. ¿Dónde habría ido, según usted? ¿Al infierno? No, esté tranquilo. Iré al cielo », zanjó Pinochet absolutamente convencido de lo que decía. Sin embargo, hay que hacer notar que estos sentimientos mesiánicos, la identificación con el catolicismo y la presunción de una existencia vivida teniendo presente a Dios, no resultan coherentes con los postulados del cristianismo. ¿Acaso Pinochet respetó mandamientos como no matarás, no levantarás falso testimonio, etc.? A diferencia de un santo o un místico genuino, dictadores como Pinochet se arrogaron el derecho de cometer todo tipo de atrocidades sin que por ello su relación con Dios sufriera el más mínimo deterioro.

Es famosa la declaración de Pinochet de que «En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa», aparecida en EFE y por la cual –no sabemos si intencionadamente o no– se hacía responsable de todas las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar chilena (1973- 1990). En aquel periodo, la tortura se sistematizó, contabilizándose al menos 40.000 asesinatos, entre los cuales medió la violación previa a 3.400 mujeres, ejercidas por miembros de las agencias de inteligencia DINA y CNI, y otros grupos represores.

Todo esto, junto a los campos de detenidos, los asesinatos múltiples, las fosas comumes o, al igual que en Argentina, el lanzamiento de detenidos desde aviones para hacerlos desaparecer. Todo, por amor a Dios y gracias a él. Y estos asesinatos de los cuales Pinochet era directamente responsable, no empañaban lo más mínimo el elevado concepto que tenía de sí mismo, como puede deducirse de su famosa declaración del 24 de noviembre de 2003: «Me considero un ángel. Reflexionando y meditando, soy bueno. No tengo resentimientos, tengo bondad. No me considero un dictador, sino un ángel patriótico que no tiene que pedir perdón a nadie». Así, el rasgo psicológico más llamativo y acentuado de Pinochet era su autopercepción de estar por encima del bien y del mal: «Yo los estoy viendo desde arriba porque Dios me puso ahí, la providencia, el destino, como quieran llamarlo, me ha puesto ahí» (diario La Época, 2 de julio de 1987).

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