MONTE HERMÓN

Así pues, no es de extrañar que muchos chamanes se hagan llamar «hombres-pájaro» u «hombres-serpiente», y que se adornen con objetos sagrados hechos con plumas y piel de reptil. Por el mismo motivo, dice Jesús: «Sed vigilantes como serpientes y puros como palomas», lo que confirma el antiguo principio chamánico del hombre divinizado como serpiente emplumada. Por tanto, podemos deducir que los Vigilantes, hombres santos portadores de un saber sagrado, decidieran hacer partícipes a los humanos de un conocimiento superior, revelándoles secretos prohibidos.

Según el Libro de Enoc, ello supuso su condenación, indicándose en dicho texto el lugar exacto donde asumieron dicha condena y se juramentaron: la cima del monte Hermón, lugar donde nace el sagrado río Jordán y en el que fue bautizado el Mesías.

Todas estas conexiones confirman que en el área comprendida entre Turquía, Siria, Irán e Irak se originó la humanidad postrera.

La presencia de esta cultura la prueba el descubrimiento en diferentes enclaves de esta vasta región de unas estatuas con rasgos reptiloides y cabezas acabadas en punta. Los académicos que se han interesado recientemente en ellas, no dudan en atribuir tales representaciones a una forma de culto ampliamente desarrollado en tiempos remotos. ¿Permaneció codificado este culto del hombre serpiente en las sucesivas narraciones sobre los Irín? Creemos que sí, dado que la representación de estos individuos coincide perfectamente con la descrita en diversos libros.

Hay representaciones pertenecientes a la cultura de El Obeid donde los individuos de ambos sexos aparecen con cabeza reptiloide, cráneo alargado y adornos reales. Más antigua si cabe es la de Jarmo, en el Kurdistán iraquí (el mismo lugar donde los sacerdotes ángeles yazidíes adoran todavía al ángel Azazel Melek Tawus, cuyo animal totémico es una serpiente), que posee idénticas características.