En la noche número 203 de la ristra de Las Mil y una noches se menciona "un espejo mágico, grande, redondo, formado por una aleación de metales, fabricado por Salomón". Pero, ¿qué relación tiene con los enigmas medievales? La relación se establece de este modo: tras la destrucción del Templo de Jerusalén por las tropas del emperador romano Tito, el tesoro del sacro lugar fue llevado a Roma.
Se supone que en el lote se incluía el candelabro de siete brazos, la Mesa de Salomón, y quién sabe si también el Arca de la Alianza. Cuando Roma es arrasada por el godo Alarico en 410, todas esas riquezas cayeron en su saca y fueron llevadas a la capital visigoda, la actual Toulouse. Sin embargo, el empuje franco que se concretó en la batalla de Vouillé obligó a los visigodos a huir al sur y a asentarse en la Toledo hispana. Y hay versiones que proponen que también trajeron con ellos esos tesoros, incluida la Mesa, un artilugio misterioso que permitía al rey Salomón controlar la fuerza de los elementos y dominar, dicen las crónicas, "los siete climas del Universo". ¿Qué fue de la Mesa?
Los cronistas aseguran que estuvo depositada en la Cueva de Hércules toledana, o en la fortaleza de Faras.
No en vano, el califa de Damasco la reclamó, y en un indeterminado lugar del sur se perdió su pista. ¿Qué fue de ella? El escritor Juan Eslava Galán sostiene que llegó a Jaén, y que contenía una compleja información cabalística que ocultaría el Shem Shemaforash o Nombre Secreto de Dios. Se ha afirmado que una sociedad secreta jienense tuvo conocimiento de la misma y que en el patio del Ayuntamiento de Arjona se puede contemplar una réplica grabada en una losa con el críptico contenido de la Mesa de Salomón.
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