Así se conocía al sanguinario pirata Jean-David Nau (1630-1669) que hizo acopio de un gran botín.
Un anciano pescador de nombre Joaquín Garrido tuvo su momento de gloria cuando, en 1924, le dio a unos americanos de vacaciones en Cuba un mapa que señalaba el supuesto lugar donde se hallaba el tesoro: mil libras en lingotes ocultas en algún lugar de la isla de Cayo Francés –Villa Clara–. Un mapa que parece claramente falso, e incluso un tanto infantil.
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