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25/05/2009 (13:03 CET) Actualizado: 09/07/2024 (08:54 CET)

Poder como sea

Magia y ocultismo al servicio de la guerra

25/05/2009 (13:03 CET) Actualizado: 09/07/2024 (08:54 CET)
Barón Samedí
Barón Samedí

Cuando el ser humano ha pretendido alcanzar el poder, y lo ha logrado, se ha asido a él con tal fuerza que sólo hay que echar un vistazo a nuestra particular caterva política para darse cuenta de que aunque los clavos ardan es mejor quermarse, antes que soltarlos. Ellos recurren a métodos más o menos ortodoxos, pero siempre dentro de las pautas que marca el juego democrático. Otros, quizá temerosos, o quién sabe si con conocimiento de causa, han recurrido a saberes tan ancestrales como arcanos, porque a éstos se acercaron siniestros personajes, y no menos siniestros fueron los "poderes" que creyeron manejar, quién sabe si con atino.

Uno de los ejemplos más tristemente recordados es el dictador de Haití François Duvalier Papa Doc, el médico de pelo cano y gafas de pasta negra que sembró de terror -y zombis- la isla caribeña hasta el día de su muerte, en el año 1971. Él fue el creador de la terrible milicia de los tonton macoutes, los "hombres del saco", que secuestraron e hicieron mil y una perrerías entre la población; él y no otro acudió al vudú para afianzarse en su sillón presidencial, instaurando esta religión como la oficial de su país; él, acompañado del despiadado brujo Zacharie Delva, comandante en jefe de los citados tonton, y sin duda alguna el hombre más temido de Haití.Fueron años de sombras, demasiadas, en los que el propio Duvalier se jactó en más de una ocasión de ser un poderoso bokor (sacerdote vudú), y en otras de encarnar en su presencia la del Barón Samedí, el espíritu de la muerte que esperaba a los incautos en los cruces de caminos. No en vano el dictador cuidaba muy mucho su estética, adoptando la propia del Barón, vestido con traje negro y sombrero de copa, lo que despertó tanto horror en los núcleos rurales de la isla que si su finalidad era perpetuarse en el poder ad divinis, lo consiguió, independientemente de que su "manejo de las energías negativas" fuera efectivo o no, que parece que sí lo fue.

Otro al que merece la pena citar es Nicolae Ceaucescu, "presidente" de Rumanía desde 1965 hasta su ejecución en 1989. Fue, para aquellos que sufrieron el yugo del comunismo más dictatorial en la persona de este despiadado gobernante, la encarnación de un vampiro tirano y sin piedad, al punto de que algunos investigadores de su país llegan a afirmar que su gusto por la sangre, a través de la cual buscaba permanecer eternamente en el poder, fue constante durante los años que dirigió el país de los Cárpatos.Sea como fuere, lo cierto es que tanto éstos, como otros personajes más o menos anónimos que ahora me vienen a la cabeza pero que por discreción voy a obviar citar, una vez alcanzados los objetivos vitales y profesionales, han acudido a todo tipo de prácticas, en la mayoría de las ocasiones situadas entre los márgenes de la más oscura de las "magias", porque ésta dicen que garantiza el poder y de manera rápida -a pesar de las "contraindicaciones"; porque el poder es algo demasiado sutil, tan vaporoso que se escapa de entre las manos cuando menos lo esperan. Porque en la lucha por el poder cualquiera puede entrar, y eso es algo que aquellos que lo ostentan lo saben bien. Igual que los protagonistas de nuestro tema de portada, precursores de un conflicto "oculto" que ahora sale a la luz. Magia y ocultismo al servicio de la guerra. ¿Quién da más?

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