Llevo años buscando el Arca; hablo de documentación que mínimamente avale que existió. No solo en papel; también en piedra, a ser posible antigua…
Y reconozco que cuando vas tras la pista de un objeto tan legendario, el ejercicio de búsqueda es tan apasionante que en ocasiones se olvida el objetivo que se persigue. El Arca nace con el primer Templo de Salomón, unos mil años antes de Cristo, cuando el sabio rey decide levantar sobre lo que hoy sería la explanada de las mezquitas de Jerusalén, la casa de Dios, utilizando para ello los materiales más puros de su tiempo.
En el interior del mismo fueron colocados los principales objetos sagrados del pueblo hebreo: la Mesa, la Menorah o candelabro de siete brazos y, por supuesto, el Arca de la Alianza. Pues bien, el trasiego que dichos objetos han tenido a lo largo de los siglos y de las sucesivas invasiones –babilonios, romanos…– ha sido tal, que solo para explicarlo nos harían falta varias revistas.
Quedémonos con que a partir del 70 d. C., cuando el general romano Tito invade la Ciudad Santa y destruye el segundo templo, al parecer, la primera orden que da a sus legiones es que saqueen el recinto sagrado y dichos objetos. Según el escritor que leamos, dicha escena estaría representada con meridiana claridad en el arco de Tito –también llamado «de las Siete Luminarias»–, que se encuentra en el foro romano y donde podemos ver a los legionarios portando en brazos la Menorah –de ahí el nombre del arco– y algo que sospechosamente puede recordar a la descripción que los textos sagrados hacen del Arca.
Desde entonces ha sido buscada hasta la extenuación. De ella se decía que su poder era tal que cuando los levís –los sacerdotes– decidían activarlo en la batalla, sus soldados debían de permanecer a más de tres mil codos de distancia. Un arma así es apetecible para todo el mundo, ¿verdad?
Pues bien, los hebreos creen que está bajo el monte Moriah –muy cerca de la mezquita de Al Aksa–, y creen fundamental su recuperación, pues los sectores más ortodoxos ya planifican la construcción del tercer templo. Pues eso, la tercera guerra mundial… Sin embargo, hay vías de investigación que la ubican en otro entorno, protegida de las malas intenciones que desde hace siglos caracterizan al ser humano… Que así siga siendo.
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