Parapsicología
01/06/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Misterios en el mar

El mar, esa enorme extensión azul que ocupa casi las tres cuartas partes de la Tierra, ha dado algunos de los misterios más enigmáticos jamás conocidos. Desapariciones de barcos, apariciones fantasmales, encuentros con OVNIs… Misterios que están todavía por resolver.

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Misterios en el mar
Misterios en el mar
Cantado como ejemplo de libertad, de aventura, de nostalgia o de poesía, el mar también ha representado la tragedia y la muerte, pero pocas veces como en casos tan excepcionales como el del celebérrimo Triángulo de las Bermudas, se ha relacionado con el misterio. Sin embargo el mar, en su inmensidad y con sus profundidades insondables, ha dado algunos de los sucesos más enigmáticos jamás investigados. Historias terroríficas que siempre tienen como protagonistas a pasajeros o tripulaciones de navíos obligadas a enfrentarse cara a cara con el misterio, sin escapatoria posible, sin ayuda, en mitad de la nada…
Buena parte de la larga lista de hechos anómalos relacionados con el mar está formada por los llamados "barcos fantasma". Bajo esa denominación se encuadran los buques sin tripulación que, por extraño que parezca, siguen navegando a la deriva –aunque en ocasiones han parecido seguir un rumbo bien marcado–. Las recopilaciones sobre estas embarcaciones son muy antiguas, casi siempre relacionadas con batallas navales o asaltos de piratas en los que perecieron todos sus marineros. Por ello, son los hallazgos más recientes de estos buques fantasma los que poseen un mayor interés para nosotros, al no poder concretarse la desaparición de sus pasajeros con las explicaciones antes mencionadas. Y ejemplos así los hay, y muchos…

Los casos más célebres

Uno de los casos más conocidos y enigmáticos es el del Mary Celeste, un barco encontrado a la deriva el 4 de diciembre de 1872. Fue avistado por el Dei Gratia, cuyo capitán, al no obtener respuesta a sus señales de saludo, ordenó el abordaje. Cuando los marineros subieron a bordo se encontraron con una escena inquietante: las velas estaban parcialmente aparejadas, la escotilla delantera había sido abierta, la brújula destruida y el tablazón de ambos lados estaba marcado un metro por encima de la línea de flotación. Y a pesar de que no había peligro de hundimiento, no se encontró ningún ser vivo a bordo.

Durante años corrió el rumor de que la comida estaba aún humeante en los platos, pero este detalle no fue sino parte de una mentira para acrecentar un hecho ya misterioso desde su origen. Sí fue cierto, sin embargo, que faltaba el único bote salvavidas que llevaba el barco y que las bodegas trasportaban agua dulce y comida para realizar una larga travesía. ¿Adónde fueron los ocupantes del Mary Celeste? ¿Qué sucedió en aquella cubierta para provocar una huida meditada y sin un motivo aparente? De esos hombres y mujeres jamás volvió a saberse nada.

Igual o incluso más sobrecogedora es la historia del navío Flying Duchtman. Desde el siglo XIX existen relaciones en los cuadernos de bitácora de muchos barcos que aseguran haberse topado con tan fantasmal y esquiva embarcación. "Durante la guardia de medianoche, el Flying Dutchman cruzó nuestra proa. Parecía… una extraña luz roja, como un barco iluminado, y en medio de esa luz, los mástiles, los palos, las velas… se alzaban libremente". Este es el relato que aparece escrito en el diario del Bacchante, navío de la Armada Real Inglesa que se topó con el Flying Dutchman el 11 de julio de 1881 cerca del Cabo de Buena Esperanza. No fue el único encuentro. El 29 de febrero de 1857, en las aguas de Tristán da Cunha en el Atlántico Sur, los tripulantes del Joseph Somers observaron atónitos cómo cerca de su proa se cruzaba el citado "buque fantasma" en medio de la niebla. El miedo hizo que algunos afirmaran incluso haber visto espectros en su cubierta. Las historias en torno a este navío fueron tan famosas que el almirante Kart Dönitz, responsable de la armada del Tercer Reich durante la II Guerra Mundial, llegó a afirmar que "los marineros prefieren la fuerza de la flota aliada en el Atlántico Norte al terror de otro encuentro con el Flying Dutchman".

Existen explicaciones racionales para los "barcos fantasma". La más esgrimida es que todo se trate de una falsa percepción motivada por el reflejo de la luz en el mar o por una mala visibilidad. Pero no deja de ser cierto e inquietante que muchos de los avistamientos fueron reales, quizá barcos abandonados que flotaban por las rutas marítimas a merced de las mismas corrientes utilizadas por los navíos tripulados.

En el Cabo de Buena Esperanza es un hecho constatable que existían muchos de estos barcos, tantos que se les llamó Cape Flyawys –buques a la deriva del Cabo–. En la primera mitad del siglo pasado, se procedió a la voladura de muchos de ellos, por el peligro que entrañaban para el comercio marítimo, aunque es posible que alguno consiguiera escapar a la destrucción…

Aquellos que nunca se encontraron

La cara opuesta a estos relatos es la de aquellos buques que desaparecieron sin más, descartando los naufragios que se producían todos los años por motivos variados –explosiones, tormentas, etc–. Desechadas las causas habituales, los investigadores han confeccionado una lista de navíos perdidos en muy extrañas circunstancias.

En el listado aparece el nombre del Iron Mountain, uno de los vapores fluviales impulsados con enormes palas e inmortalizados por las novelas de Mark Twain. Una mañana de junio de 1872 el barco zarpó con su cargamento de Vicksbourg y, cuando dobló uno de los meandros del río, desapareció misteriosamente.

En esa misma ruta viajaba el Iroquis Chief, otro vapor, que tuvo que sortear la hilera de barcazas de salvamento que flotaban río abajo. Estaba claro que alguien había cortado el cable que las unía al Iron Mountain, pero jamás se encontró rastro de ningún tripulante y mucho menos de la embarcación y su carga, que se habría desparramado de haber naufragado.

Lo curioso de este tipo de hechos es que han adquirido más fama los lugares en los que se produjeron las desapariciones que los buques en sí mismos. Las dos zonas más conocidas y estudiadas son el archifamoso Triángulo de las Bermudas y el conocido como Mar del Diablo. El primero de ellos se corresponde al perímetro comprendido entre las islas Bermudas, Puerto Rico y la península de Florida. El término lo acuñó por primera vez el periodista Vincent Gaddis en febrero de 1964 al escribir sobre extrañas desapariciones en la revista norteamericana Argosy.

Cierto es que en esa zona se han venido produciendo desapariciones de buques y de aviones en un número mayor al normal, pero también es verdad que se trata de una de las regiones de mayor tráfico marítimo del mundo. Aún así, de buques como el Cotopaxi, Rubicón, Sandra, Connemara IV, Marine Sulphur y un largo etcétera jamás se volvió a saber nada. Algunos transportaban tripulaciones enormes, como el Cyclops, que se esfumó el 4 de marzo de 1918 con 309 tripulantes a bordo. En un principio se pensó que un submarino alemán lo había torpedeado, pero más tarde se demostró que en aquellas aguas no se habían realizado misiones submarinas por parte de los alemanes, por lo que el misterio continúa a día de hoy.

Gigantescas olas, erupciones volcánicas, remolinos, burbujas de gas, acciones de piratas, túneles espacio-temporales, secuestros extraterrestres, campos magnéticos en el fondo marino… las hipótesis han sido muchas y muy variopintas. Las mismas que se han lanzado para desentrañar las también numerosas desapariciones que se han dado en el Mar del Diablo desde 1955, una zona del Pacífico situada frente a las costas del Japón central.

Encuentros con lo desconocido

Pero no todos los misterios corresponden a la desaparición de embarcaciones. Otros casos menos conocidos hablan de encuentros con luces, de fantasmas, e incluso de OVNIs que permanecieron a la vista de pasajeros y tripulación.

El siguiente relato procede del diario de a bordo del Llandovery Castle, un vapor que navegaba por el estrecho de Madagascar el 1 de julio de 1947. En un momento determinado varios pasajeros alertaron de una luz muy brillante que se situaba sobre sus cabezas. La luminosidad sobrevoló longitudinalmente el buque para después, descender hasta situarse a unos 17 metros sobre el nivel del agua. Ante el asombro de todos los presentes la fuerte luz se apagó, dando la oportunidad de ver que era emitida por un objeto metálico de forma cilíndrica.

En las anotaciones del diario aparece la medida de 350 metros de longitud, calculada porque el artefacto adecuó su velocidad a la del barco y permaneció a uno de sus costados durante aproximadamente un minuto. Los presentes dedujeron por ello que algo inteligente lo guiaba, pero poco más pudieron investigar porque repentinamente aquello se elevó en silencio para desaparecer, mientras parecía lanzar un potente chorro de llamas anaranjadas.

Espeluznante también fue lo sucedido a bordo del SS Watertown, un buque petrolero estadounidense que, mientras surcaba la costa de California en el mes de diciembre de 1924, sufrió un incendio accidental en el que fallecieron por asfixia dos de sus marineros.

Siguiendo la antigua tradición, los dos hombres fueron arrojados al mar cuando rondaban la costa mexicana. Y aún se desconoce el motivo, pero al amanecer del día siguiente, el segundo oficial de a bordo vio los rostros de los dos difuntos entre las olas del costado de babor.

En un principio casi nadie creyó en la visión, pero todos acabaron afirmando que era real porque desde esa fecha las dos caras aparecían todos los días entre las olas. Se mostraban con una separación entre sí de 3 metros, siempre flotando sobre las crestas, a intervalos de 10 segundos. Por desgracia, nadie las fotografió porque no había una sola cámara a bordo. El capitán observó que las "caras" desaparecieron en cuanto abandonaron el océano Pacífico y entraron en aguas del Atlántico. En Nueva Orleans compró una cámara antes de iniciar el viaje de regreso y, en cuanto los rostros volvieron a dejarse ver, fotografió varias veces el lugar de la aparición. Después, guardó la cámara bajo llave en su camarote.

Ya en Nueva York, el capitán llevó los negativos a unos laboratorios para que fueran analizados. Al principio no encontraron nada, hasta que en una de las imágenes aparecieron dos rostros nítidos en mitad de una ola, que pertenecían a los marineros fallecidos. Después, se entregó la instantánea a una agencia de detectives que finalmente concluyó la investigación asegurando que no existía fraude. En el tercer viaje los rostros aún fueron visibles pero menos nítidos, hasta que finalmente desaparecieron por completo.

Este relato no es un suceso aislado en cuanto a fantasmas se refiere. Otros buques con "espíritus" en sus cubiertas fueron el portaaviones norteamericano James V. Forrestal –donde tras la muerte de 134 de sus marineros en junio de 1967, muchos aseguraron haberse topado con el cadáver "ambulante" de uno de los fallecidos–, y el legendario transatlántico Queen Mary. Hoy, el otrora rey de los mares es un barco reconvertido en hotel y museo anclado permanentemente en Long Beach. Pero durante la II Guerra Mundial sirvió como transporte de tropas y material desde Estados Unidos a lejanas zonas de guerra.

Durante los bombardeos sufridos por submarinos nazis, murieron en sus bodegas y pasillos decenas de soldados. Y aún hoy, se siguen escuchando relatos de visitantes y huéspedes que aseguran haberse topado con fantasmas vestidos de uniforme en los ascensores o en las estancias del buque.

El misterio continúa

Estos son sólo algunos ejemplos de muchas historias anómalas, pero todos los años el mar es origen de vivencias de alta extrañeza que son muy difíciles de investigar, ya que la noticia de lo acontecido llega mucho después de haber sucedido.

Además, los propios marineros se resisten a narrarlas por miedo a ser tildados de locos, pues siempre se puede aducir que la soledad, el oleaje, la inmensidad del mar… fueron los causantes de su insólita experiencia.

Y es que aún se dan extrañas desapariciones de embarcaciones, aún siguen recogiéndose encuentros con artefactos luminosos no identificados y todavía es un misterio lo que esconden las grandes fosas marinas. Todo nos hace pensar que más allá de nuestras costas hay una última frontera por descubrir, un lugar frío del que poco o casi nada conocemos.
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