Parapsicología
14/08/2023 (08:00 CET) Actualizado: 14/08/2023 (08:00 CET)

Médiums ante la ciencia

Las aportaciones de psicólogos y neurólogos actuales confirman muchos de los supuestos de científicos pioneros de finales del siglo XIX

14/08/2023 (08:00 CET) Actualizado: 14/08/2023 (08:00 CET)
Exploramos el fenómeno de la mediumnidad
Exploramos el fenómeno de la mediumnidad
Nº 396, Julio 2023
Este artículo pertenece al Nº 396, Julio 2023

A raíz del auge que experimentó el espiritismo a finales del siglo XIX y décadas posteriores se descubrieron en las personas con capacidad mediúmnica poderes tan inesperados como sorprendentes. Tales poderes apenas habían recibido atención excepto en ámbitos como el antropológico o el religioso, pero en esa época prodigiosa incluso Sigmund Freud se hizo eco de ellos y defendió la mediumnidad como una forma de comunicación arcaica, anterior a la invención del lenguaje, que se reactivaría en determinadas circunstancias. 

Si la mediumnidad era un fenómeno natural –como expresaría el investigador psíquico y espiritista italiano Cesare de Vesme– debería poder estudiarse experimentalmente, y eso fue lo que se hizo: «Para muchos hombres de ciencia estudiar la telepatía, la clarividencia o la mediumnidad significó desenterrar capacidades que, por muy maravillosas que parecieran en otro tiempo, no tuvieron nada de extraordinario», expresa la doctora en historia de la ciencia Andrea Graus en su trabajo «Ahuyentar los espíritus: el estudio científico de la mediumnidad», incluido en la obra colectiva Los límites de la ciencia (CSIC, 2016).

Sesión de espiritismo
Sesión de espiritismo

LAS PRIMERAS DISCUSIONES

En la década de 1920, René Sudre, por ejemplo, habló de la prosopopesis (del griego prosopon, rostro, y poien, crear), una extraña habilidad que demuestran algunos médiums de moldear personalidades ficticias de apariencia real y estable, que se interpretan como manifestaciones producidas por un ser desencarnado: «Es la asociación de la prosopopesis y los poderes del médium vivo lo que da lugar a la ilusión irresistible de que las comunicaciones de los médiums se originan en entidades desencarnadas», explicaba Sudre en su Introducción a la metapsíquica humana (1926). Años después, en la obra colectiva Mors et vita (1952), René Dufour insistiría en esas capacidades y las despojaría como Sudre, su predecesor, del aspecto sobrenatural tan caro a los espiritistas, que no aceptaban la tesis de que los médiums inventaran personajes, es decir, que fueran entidades ficticias a las que inconscientemente los médiums daban credibilidad prestándoles palabras o afirmaciones extraídas por clarividencia o telepatía en la mente de personas vivas o familiares de los difuntos. 

Casos tan extraordinarios como el de la médium Pearl Curran (AÑO/CERO, 326) no pudo ser pasado por alto por los científicos. La médium contactó con el espíritu de Patience Worth, una mujer del siglo XVII que le transmitió por medio de escritura automática y habla directa largos poemas en un inglés arcaico. A los espiritistas les reafirmó en su creencia de la supervivencia post mortem, pero tal hipótesis no convenció a los parapsicólogos (llamados metapsiquistas en Francia). Para el psicólogo William James, la médium había extraído la información necesaria para escribir sus poemas del gran depósito cósmico de información que nos alimenta psíquicamente sin nuestro conocimiento. 

Como era de esperar, Ernesto Bozzano, gran teórico del espiritismo, estuvo en contra: «Es realmente difícil ver cómo la personalidad subliminal de la médium (Curran) podría hacer todo esto, ya que la estructura orgánica de una lengua es una pura abstracción (…) La eliminación de todas las hipótesis naturales, incluidas las más que fantásticas de carácter metafísico, conduce al triunfo incondicional de la interpretación espiritista de los hechos. Por tanto, debemos concluir lógica y necesariamente que, en el caso de Patience Worth, hubo la intervención de una personalidad ajena a la médium».

Una médium materializa ectoplasma
Una médium materializa ectoplasma

TEORÍA GENERAL

A pesar de su extraordinario trabajo, aquellos investigadores pioneros de la mediumnidad no solo vieron frustrados sus intentos de determinar la fuente de información de los médiums, sino que fueron criticados cuando no desprestigiados por sus colegas y hemos tenido que llegar al siglo XXI para que se haya retomado el estudio de los médiums: «El progreso de la ciencia, particularmente el de la física y la biología, ahora permite aperturas, y si sigue siendo difícil para la ciencia convencional pensar en la supervivencia post mortem, lo cierto es que se han acumulado obras y hechos y el problema de la supervivencia comienza a entrar paulatinamente en la esfera de lo pensable, al menos en el mundo angloamericano, aunque el hecho de pensarlo no sea una prueba», expresa el filósofo y etnólogo francés Bertrand Méheust, autor de Somnambulisme et médiumnité (1998). 

Desde el punto de vista teórico, Méheust ha aportado material relevante a la controversia académico-científica que existe al respecto de la supervivencia y a la realidad de la mediumnidad, que, a pesar de los avances, tropieza con gran escepticismo en el ámbito científico: «He sido el primero en construir una teoría de campo que aporte una comprensión general de cómo funciona la mediumnidad, un proceso mental que funciona de forma similar a la memoria, es decir, que el médium o clarividente no ve las cosas con el ojo de la mente, sino que su visión funciona como si fuera un acto de la memoria. Cuando el médium empieza una sesión es como si recordara algo, pero se trata en este caso de un acto muy difícil». 

Para ejemplificar su visión, Méheust aporta un ejemplo relativo a nuestra infancia: «En primer lugar recordamos una sección de la misma, luego una sección de dicha sección, luego un fragmento de la misma en la playa con nuestra familia y al final intentaremos acordarnos del nombre de una persona que conocimos allí por casualidad y, tras mucho intentarlo, conseguiremos recordarlo. En definitiva, cuando recordamos algo estamos obligados a olvidar todo aquello que no tenga que ver con los detalles precisos de eso que queremos recordar. Todos estamos familiarizados con este proceso, pero justamente así es cómo funciona el proceso mediúmnico: el médium parte de una totalidad o visión global de lo que está buscando y luego en diferentes ‘saltos’ consigue llegar al objetivo que está buscando».

Un pedacito de ectoplasma conservado en una probeta
Un pedacito de ectoplasma conservado en una probeta

NUEVOS EXPERIMENTOS

En definitiva, si como todos los estudios apuntan, el ser humano está dominado por un «yo superior» que conoce su futuro, es fundamental que ese «dispositivo» le proteja de la información que posee. No puede inmiscuirse continuamente en su vida consciente porque le haría la vida imposible. De ahí que solo dispense información con moderación.

En los últimos años no solo se han llevado a cabo nuevos experimentos, sino que el debate ha recuperado vigor a raíz de publicaciones como Irreducible Mind, Towards a Psychology for the 21st century (2007), un compendio de ensayos de Edward Francis Kelly, Emily Williams Kelly, Adam Crabtree, Alan Gauld, Michael Grosso y Bruce Greyson. Dicha obra, considerada por Méheust como la Biblia de la psicología actual, intenta unir la psicología cognitiva contemporánea y la neurociencia convencional con fenómenos considerados raros o anómalos como las experiencias cercanas a la muerte, la influencia psicofisiológica, el automatismo, la memoria, el genio y los estados místicos. Estos autores han retomado y perfeccionado los viejos argumentos espiritistas, así como las hipótesis avanzadas por científicos decimonónicos relevantes, pero se están inclinando a favor de los primeros en base a los experimentos y datos empíricos que el conocimiento y la tecnología actuales les han permitido obtener. Sin embargo, hasta hace poco, a los investigadores psíquicos no siempre les resultaba fácil esclarecer qué tipo de fenómenos tienen lugar en las sesiones, ya sea con médiums físicos como mentales.

En la década de 1980, por ejemplo, Maurice Townsend asistió a una sesión espiritista donde creyó tocar una mano viva sin cuerpo, pero ni entonces ni años después pudo registrar con una videocámara de infrarrojos ni otros aparatos los fenómenos de aportes, luces, brisas, mensajes escritos en una pizarra, etc., que acontecían en tales sesiones. Ahora es más fácil hacerlo, aunque los impedimentos sean otros: «Tales equipos están ya al alcance de cualquiera, no como antes, pero desgraciadamente los grupos espiritistas suelen poner objeciones al empleo de videocámaras, como sucedió en la investigación del Scole Group por la SPR en la década de 1990. Es una lástima porque sería una ayuda valiosa en este campo de investigación difícil. La investigación en neurociencia también ha avanzado mucho».

El experimento Scole
El experimento Scole

EL YO SUBLIMINAL 

En relación con su extraña experiencia de la mano desencarnada, Townsend explica: «Ahora se ha hecho evidente que los sentidos de la vista y el tacto en el cerebro no están conectados directamente, de modo que, sin una confirmación visual, es posible que a veces no se tenga una idea precisa de dónde están las extremidades. Por ejemplo, si tu brazo está escondido detrás de una pantalla y puedes ver una mano de goma frente a ti y alguien acaricia ambas con el mismo movimiento, ¡puedes sentir que la mano de goma es tuya! Algo como esta extraña ilusión (la ‘ilusión de la mano de goma’) puede ser responsable de las experiencias fuera del cuerpo. En condiciones de oscuridad total, nunca podemos estar completamente seguros de dónde están nuestras extremidades a menos que estén en contacto con un punto de referencia conocido. Lamentablemente, al parecer, es muy fácil que nuestros sentidos se dejen engañar en tales circunstancias».

¿Se engañaban también los médiums decimonónicos al creerse receptores de mensajes de seres desencarnados? Los investigadores de la Society of Psychical Research (SPR) intentaron llegar al fondo de la cuestión y sus aportaciones siguen siendo en la actualidad un ejemplo de rigor científico y originalidad interpretativa.

En concreto, el caso de Leonora Piper (1857-1950), estudiado por Eleanor Mildred Sidwick (1845-1936) y Frederic W. H. Myers (1843-1901), entre otros, es el mejor ejemplo de un médium de control investigado científicamente. Los experimentos con Piper –en trance dejaba de ser ella misma, su conciencia desaparecía y otra tomaba su lugar, la del control– pusieron de relieve la dificultad de determinar de dónde procedía la información que aportaba; es decir, si de verdad la suministraban seres humanos difuntos como ella creía y transmitía o, por el contrario, eran una creación de su «yo subliminal» ubicado en el inconsciente de la mente, como lo definió Myers en su obra póstuma, Human Personality and Its Survival of Bodily Death (1903).

Efectos en las sesiones espíritas decimonónicas
Efectos en las sesiones espíritas decimonónicas

COMPLEJOS HALLAZGOS

En general, los fenómenos observados en las sesiones con Piper fueron interpretados por los componentes de la SPR como prueba de la existencia de capacidades mentales desconocidas. Myers, por su parte, consideró que se trataba de una forma de telepatía e interpretó al remitente de los mensajes como una presentación dramática, una construcción psicológica elaborada por el médium. Sin embargo, también tenía motivos para creer que, a veces, parecía haber un remitente genuino, que utilizaba la construcción psicológica para caracterizarla con su propia individualidad, en mayor o menor grado: «Algo así como una figura de arcilla que representa al remitente y que actúa como vehículo a través del cual este puede manifestarse a sí mismo con mayor o menor éxito», según explica G. N. M. Tyrrell en La personalidad del hombre (1946), donde también recoge declaraciones de Eleanor M. Sidwick sobre los experimentos con Piper: «Por supuesto, la comunicación con los muertos, cuando se produce, implica la existencia de un remitente real, pero el hecho es que el remitente dramático o el control no son nada más que fases o elementos de la señora Piper. Tampoco excluye la posibilidad de que el remitente dramático sea una ficción, un sueño o una alucinación del control, ya que por momentos parecería ser cualquiera de estos. Diría que la participante se encuentra en comunicación directa no con entidades independientes, sino con fases o elementos –centros de consciencia– de la señora Piper».

Sin embargo, por convincentes que pudieran parecer tales argumentos, el grupo de la SPR no se quedó solo con esta idea de la capacidad creadora de la mente para dramatizar tan extraordinariamente, ni de que todo pudiera justificarse por comunicación telepática. En casos como el descrito no pudieron atribuir las comunicaciones totalmente a la teoría de la desencarnación, pero tampoco a la teoría de la personalidad secundaria: ¿no podía explicarse por la teoría de la unión de ambas, dado que admite gradaciones variables de la expresión del propio yo a través de una construcción psicológica aportada por el médium? Tyrrel apunta que sí: «No estamos ante dos alternativas sencillas, la de que el remitente es la persona que dice ser en su integridad total, o que el remitente es una segunda personalidad del médium. Probablemente estemos frente a una mezcla de ambas».

Bertrand Méheust
Bertrand Méheust

TEORÍA DEL FILTRO 

Por su parte, el investigador Carlos S. Alvarado, recientemente fallecido, recuperaba en Mediumship, dissociation and the unconscious mind: nineteenth century perspectives (2020) la polémica visión de Myers relativa a esta cuestión: «Fue un ejemplo de investigador de la mediumnidad que no solo discutió los aspectos disociativos de las actuaciones de los médiums, sino que también creía que había evidencia para aceptar que los médiums producían fenómenos verídicos, como información sobre los asistentes que no podía explicarse mediante mecanismos convencionales. Pero fue mucho más allá. En su opinión, la automanifestación subliminal a través de medios disociativos y otras formas era el yo real, y uno que no era material, sino la parte que sobreviviría a la muerte corporal». 

Aunque tal idea de Myers fue rechazada por sus colegas, que no la consideraron una consecuencia lógica de su teoría y de sus observaciones empíricas, los investigadores modernos la han revalidado. Nos estamos refiriendo otra vez al citado trabajo de Kelly y sus colaboradores del Instituto Esalen, que pasa por ser el más relevante para la psicología del siglo XXI. No en vano, afirman haber construido un nuevo modelo de la mente que ha revolucionado la filosofía y psicología actuales.

La idea global que está naciendo de las investigaciones efectuadas en el Instituto Esalen están apoyadas en hechos que permiten sustentar el nuevo modelo de la mente, en consecuencia, echa por tierra la teoría materialista de que la mente es un producto del cerebro, es decir, que el cerebro produce la subjetividad: «Cuando pretendemos comprender nuestra vida mental mediante ese modelo, apenas podemos explicar nada y nos vemos obligados a rechazar como inexistentes todos los fenómenos psíquicos que explica la parapsicología. Sin embargo, si tomamos los mismos como auténticos, es decir, los damos por sentado, entonces tenemos que rechazar la teoría materialista y el único modelo posible que emerge es la teoría del filtro. Según la misma, el cerebro no crea la mente, sino que la filtra y esto nos capacita para vivir la experiencia cotidiana. Esto responde al primer modelo básico de la memoria. Sin embargo, si admitimos el otro nivel que trata con hechos como los observados en la precognición y la mediumnidad, por ejemplo, y es sabido que para los investigadores de Esalen esos hechos están probados o que al menos son lo bastante probables como para poder construir este nuevo modelo de la mente, entonces el único modelo posible es el filtro. Así que nos encontramos ante una visión nueva de la psicología humana, que nos capacita el acceso al conocimiento de todo», explica Bertrand Méheust.

La médium Pearl Curran
La médium Pearl Curran

MENTE CÓSMICA  

Más allá del marco teórico, encontramos experimentos científicos que pretenden aportar pruebas definitivas de la supervivencia y, como decíamos antes, retoman la idea de la supervivencia post mortem, aunque los investigadores avancen que acaso sea por poco tiempo. Entre los investigadores actuales de la mediumnidad destacan Julie Beischel y sus colaboradores del Instituto Windbridge. Sus experimentos han seguido protocolos rigurosos y técnicas punteras para investigar la recepción de información anómala transmitida por los médiums. Los psicólogos C. F. Emmons y P. Emmons entrevistaron en 2003 a 40 médiums y observaron a los participantes en sesiones espiritistas en la comunidad neoyorquina de Lily Dale. En 2009, A. J. Rock y J. Beischel examinaron las experiencias de siete médiums certificados por Windbridge durante sesiones mediúmnicas y utilizaron cuestionarios para obtener datos cuantitativos sobre diversas cuestiones de sus experiencias. 

Son muchos más los investigadores que modernamente han utilizado métodos tanto cuantitativos como cualitativos para evaluar las descripciones de médiums de diferente procedencia. En líneas generales constataron que los médiums diferenciaban entre experiencias de comunicación con el difunto y lecturas psíquicas para personas vivas concretas. En ambos casos hay tanto similitudes como diferencias: «La información mediúmnica en particular suele experimentarse como proveniente solo de comunicadores desencarnados, mientras que la información psíquica puede provenir de los sueños, de la energía de alguien vivo, de la Fuente/el Universo/lo Divino, y de desencarnados no específicos no relacionados con alguien vivo», explicaba J. Beischel, junto con C. Mosher y M. Boccuzzi en Quantitative analyses of mediumnistic and psychic experiences (2017).

Lo anterior es de gran relevancia para esta investigación porque si las experiencias psíquicas también incluyen mensajes de los difuntos echa por tierra las afirmaciones no fundamentadas de que los médiums están utilizando psi con los vivos para obtener información sobre el difunto: «Este hallazgo actual implica que se están comunicando, al menos parcialmente, con el difunto para adquirir información sobre los vivos», sigue explicando Beischel. A sus ojos, lo anterior confirma la solidez de la hipótesis de la supervivencia post mortem.

Stephen Braude
Stephen Braude

LA MEMORIA SOBREVIVE 

Aunque es imposible demostrarla, Stephen Braude, catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de Maryland, cree que la balanza se inclina hacia esta hipótesis: «Creo que podemos decir, con poca seguridad pero con cierta justificación, que la evidencia proporciona una base razonable para creer en la supervivencia personal post mortem. No respalda del todo la creencia de que todas las personas sobreviven a la muerte; apoya más bien la creencia de que algunas lo hacen. Y no apoya la creencia de que sobrevivimos eternamente; en el mejor de los casos, justifica que algunos individuos sobrevivan por un tiempo limitado. En definitiva, si algo sobrevive, probablemente sean fragmentos de memoria personal, restos inmortales, y por una duración desconocida», expresa Braude en Inmortal remains, the evidence for life after death (2003) .

Bertrand Méheust ha estudiado las diversas hipótesis de la identidad y la continuidad de la memoria, así como relatos de supuestas reencarnaciones, memorias de personas con órganos trasplantados y experiencias mediúmnicas extraordinarias como las de Pearl Curran, y cree que muchos de ellos «pueden sugerir que la muerte corporal no aniquila la memoria y que ésta, lejos de quedar confinada al individuo, forma una especie de continuo en el que los sistemas de creencias practican divisiones que van cambiando constantemente según el tiempo y el lugar. Sugieren, como mínimo, que la memoria de los muertos se puede conservar ‘en algún lugar’, que se puede ‘alojar’ en los cuerpos y que a veces, por circunstancias completamente desconocidas, cuya comprensión desafía sin duda nuestros medios actuales, algunos humanos pueden acceder a fragmentos de esta memoria y refrendarla». 

Estamos en el siglo XXI, pero estas ideas ya las habíamos encontrado en Frederic Myers: era firme defensor de la supervivencia, pero reconoció que «con el tiempo», las manifestaciones de los difuntos parecen tender a cero; es decir, que si queda «algo» puede disiparse en poco tiempo. Ahora, los científicos refrendan sus hipótesis. Puede que creen una brecha en nuestras certezas, puede que todavía no posean pruebas capaces de convencer a los escépticos, pero al menos han proporcionado la base empírica necesaria para avanzar en la comprensión del problema mente-cuerpo y han renovado un debate cuyo final parece estar más cerca que nunca. ¿O habrá que esperar otro siglo para llegar al mismo punto de partida?

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