Parapsicología
01/08/2006 (00:00 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Lluvias de sangre
Desde hace siglos, la lluvia de objetos ha formado parte de los fenómenos inexplicados más sugerentes. Sin embargo la precipitación de trozos de carne o sangre, sobre todo en tierras brasileñas, dan forma a uno de los misterios más extraños e increíbles de todos los tiempos
En determinadas ocasiones, sangre, carne, piel y restos de animales o algo similar caen de la nada, precipitándose contra el suelo, y casi siempre con cielos claros y limpios. Hasta hoy no se han encontrado explicaciones lógicas para estos fenómenos. La ciencia ortodoxa simplemente los ignora o los clasifica como naturales, aun a pesar de las extrañas circunstancias que los rodean. Aunque estos fenómenos se suceden desde la antigüedad, algunos investigadores de lo insólito y de los fenómenos "forteanos" consideran que tales lluvias no serían sino "desechos" que se habrían desprendido de los OVNIs y que la carne y la sangre, por ejemplo, equivaldrían a restos animales y humanos abducidos
Demasiado tétrico, aunque vamos profundizar en algunos casos verdaderamente intrigantes.
Teofanías
Durante la antigüedad clásica, todas las anomalías, prodigios y aberraciones nacimiento de monstruos, lluvias de piedras, etc o bien eran consideradas una señal, o bien simbolizaban una crisis en las relaciones entre los dioses y los humanos. Los prodigios traducían el descontento y la cólera de los primeros, mientras que las aberraciones eran consideradas como "teofanías negativas", manifestaciones del poder divino por medio de fenómenos naturales.
La Biblia recoge muchos ejemplos de estos extraños fenómenos. Yaveh proclamaba sus designios desencadenando fenómenos cósmicos y cambiando el curso de la historia. Arrepentido de haber creado a la humanidad, arrasó la Tierra bajo las aguas del diluvio (Génesis 6-10). Reprochando la "depravación" en Sodoma y Gomorra, "hizo llover azufre y fuego del cielo; y destruyó estas ciudades, y todo el país alrededor, todos los habitantes de las ciudades, y toda la vegetación de la tierra" (Génesis, 18:16-33, 19:1-29). Así nos encontramos con muchos casos recogidos en los textos bíblicos de extrañas anomalías relacionadas con fenómenos climatológicos desencadenados por la ira de Dios. Con el tiempo, sin embargo, las teorías sobre su origen abrazarían otras interpretaciones muy diferentes.
Lluvia roja
El maestro de lo insólito Charles Fort reunió en su clásica obra El libro de los condenados (1919), un verdadero catálogo de casos que concernía a las lluvias de todo tipo: peces, angulas, ranas, hongos, mantequilla, jabón, y un largo etcétera. Entre las más intrigantes y repulsivas se mencionaban las de carne y sangre humanas.
Algunos documentos de la Academia Francesa registran que el 17 de marzo de 1669, en la región de Chantilly-sur-Seine, tuvo lugar la precipitación de una sustancia rojiza que era "densa, viscosa y putrefacta".
El American Journal of Science informó que en el anochecer del 13 de agosto de 1819, una objeto incandescente, que fue observado en Amherst, cayó sobre la tierra seguido de una fuerte explosión. En la casa de los Dewey, testigos de lo ocurrido, la luz se reflejó en la pared de un aposento donde se encontraban varios miembros de la familia. A la mañana siguiente, en el patio, encontraron una sustancia diferente a todo lo que conocían. Recubierta por una especie de plumaje, tenía forma de copa y un diámetro de cerca de 8 pulgadas 20 cm. Al retirar las plumillas, encontraron una sustancia porosa con la consistencia del jabón pastoso que desprendía un olor repugnante. Expuesta al aire, en pocos minutos el color cambió, de marrón pasó a ser el color de la sangre. Después, la extraña sustancia absorbió la humedad del aire y se licuó. Casos como éste se fueron sucediendo a lo largo de los años.
Carne y sangre en Brasil
Los conductores que transitaban el 15 de agosto de 1968 entre las ciudades de Caçapava y São José dos Campos por la carretera federal BR-116 la llamada "Presidente Dutra", que conecta São Paulo con Río de Janeiro, fueron sorprendidos por una tempestad que duró cerca de siete minutos, aunque el cielo estaba aparentemente despejado. Pero no era agua lo que caía. Desplazándose al lugar, el diputado provincial Marcondes Ferreira se topó con un área de un kilómetro cuadrado cubierto de carne y sangre. Los periódicos paulistas registraron que el tamaño de los trozos de carne de textura esponjosa y color rojo variaba entre 5 y 15 centímetros, distando aproximadamente 50 centímetros entre sí. Lo extraño es que no había nubes, ningún avión había cruzado la región antes ni durante el suceso, y no había buitres cerca de allí. Más tarde, la policía incautó discretamente el material y cerró el caso considerándolo como "inexplicable".
El periódico Noticias Populares, en su edición del 30 de agosto de 1968, publicó en primera página uno de los titulares más extraños jamás vistos: "Lluvia de sangre y carne en Sao Paulo".
Según el reportaje, "los pedazos de carne eran del tamaño de bistecs pequeños, tenían color morado y consistencia esponjosa". No parecían proceder de aves, pues no había señales de plumas. A 9 km de la carretera citada, en la alfarería propiedad de Pedro Marinho de Sousa, la lluvia de carne y sangre provocó el pánico entre algunas familias durante más de cinco minutos.
Vicente Rodrigues, residente en el barrio del Gramo, en Caçapava, relató que estaba asentando ladrillos en una construcción de la alfarería, cuando comenzó la extraña y aterradora lluvia. Trozos que medían entre 5 y 20 centímetros caían por todas partes. Rodrigues afirmó que nunca había visto nada semejante en su vida y que tenía la total certeza de que el cielo estaba limpio.
Los empleados, asustados y temblorosos, interpretaron el hecho como la llegada del Apocalipsis: "¡Patrón del cielo, está lloviendo sangre!". La alfarería del barrio de Paiol goteaba sangre. En el azulado cielo del mediodía, no había ni nubes ni aves de rapiña sobrevolando la zona. Rosalina Moreira Ramos corrió para avisar a su marido que se encontraba trabajando: "Mira. Es el fin del mundo, João. En casa, en el umbral de la puerta, hay pedazos de carne y gotas de sangre". João perdió casi por completo su tez morena. Parecía un espejismo, una alucinación. Pero no lo era. Los demás llegaron para ver los pedazos de carne, del color del hígado, sin hueso y sin plumas; carne troceada como si hubiese sido triturada por la hélice de un avión, pero, una vez más, ningún artefacto había sido divisado por el lugar.
Aquello sin duda no era normal. El propietario de la alfarería, inquieto, se dirigió al distrito de Eugênio de Melo y entró en el bar Pingüino, donde contó la terrible historia al dueño, Nelson de los Santos, quien le sugirió que llamase corriendo a la policía, por si se trataba de un asesinato. Pedro repitió la historia en comisaría. Aunque en principio los policías no quisieron creerle, se trasladaron al lugar de los hechos, donde comprobaron atónitos el fenómeno. El perito Romildo recogió los pedazos de carne, que todavía seguían allí, como una señal de los cielos. La carne y la sangre quedaron repartidas sobre el tejado de las modestas casas en un radio aproximado de 500 metros.
Vicente Borges de Siqueira, otro de los testigos, describió de este modo la dantesca escena: "La carne estaba sangrando. Parecía hígado, de color marrón oscuro. Sin embargo, de los trozos, cuya apariencia era gelatinosa, no emanaba ningún mal olor. Con los gritos de fondo de los compañeros, vi cómo caían por doquier. Miré hacia arriba y en el cielo no había nada. Confieso que mis piernas comenzaron a temblar. La extraña lluvia duró unos 2 ó 3 minutos aproximadamente. Después el calor del sol fue secándolo todo, y lo más curioso es que no apestaba".
Aún más "sorpresas"
El vicario de la parroquia de Eugênio de Melo, el francés Marcel Merck, declaró a los reporteros que nunca había visto aviones por la zona. Además, comentó otro "misterio" del lugar: allí vivía una mujer cuyas ropas se incendiaban sin que hubiera fuego cerca, hecho que carecía de explicación racional alguna.
Todo era muy extraño. Ninguna comisaría registró accidente alguno en las canteras situadas en el Valle de Paraíba. Según algunos testigos, podría haber tenido lugar una explosión de dinamita y el consecuente lanzamiento por los aires de los fragmentos de uno de los desafortunados empleados. Pero la cantera más cercana se encontraba a más de 20 km de distancia, lo que descartaba dicha hipótesis. Los habitantes de aquel yermo lugar, de poquísimas casas y sin suministro eléctrico, se recogían en sus hogares al atardecer. Temían "toparse de frente con el demonio", a pesar de que Pedro Marinho había ordenado rezar una misa y bendecir la alfarería.
Por increíble que parezca, volvió a llover carne y sangre en la misma región del Valle de Paraíba, 25 días después. El martes, 10 de septiembre, miles de personas del distrito de Santa Luzia presenciaron espantados el suceso forteano. Al igual que en la ocasión anterior, la lluvia se registró al mediodía, con el cielo totalmente limpio y un sol de justicia. Armando Silva cuidaba una plantación de arroz, casi a las orillas del río Paraíba, cuando los compañeros de trabajo le enseñaron las manchas de sangre que salpicaban su camisa. Otros colonos agrícolas verificaron que tenían también las ropas salpicadas de sangre. Alarmados, salieron corriendo para alertar a los otros habitantes de las cercanías. De la misma manera que los trabajadores de la alfarería donde tuvo lugar la extraña lluvia poco tiempo atrás, los agricultores atribuyeron el horripilante suceso a una maldición.
Los pedazos de carne que cayeron en Santa Luzia durante unos cuatro minutos tenían el mismo tamaño, coloración marrón y textura gelatinosa que en los otros casos. La sustancia no presentaba tampoco un olor desagradable, aún después de 3 días expuesta al sol.
Las muestras fueron recogidas por curiosos e investigadores del fenómeno. El jefe de informes de la policía de Taubaté, Ronaldo Dias, aseguró que las muestras de carne fueron examinadas en la comisaría regional de São José dos Campos y por un perito de la Policía Técnica, desde donde fueron enviadas al Instituto Médico Legal IML de São Paulo para la obtención de un informe minucioso. La hipótesis de que un ave hubiese sido triturada por un avión volvía a ser descartada.
El Laboratorio de Anatomía, Patología y Microscopía Legal del Estado de Sao Paulo, después de realizar los pertinentes exámenes y analizar las distintas muestras recogidas en el barrio de la Alfarería y en el barrio del Paiol, concluyó que la carne que cayó en el Valle de Paraíba era de algún mamífero. El informe del análisis realizado por el IML de São Paulo llegó a la comisaría de Policía de São José dos Campos el día 12 de octubre. El documento, que fue suscrito por el médico Ferdinando de Queiroz Costa, describe el material examinado como "corazón y riñón de mamífero de sexo femenino". El examen se limitó a los tejidos. Sólamente un análisis más minucioso podría suministrar respuestas concluyentes que diesen un sentido racional al suceso. El Instituto Médico Legal procedió a dicho examen pero no reveló a quién o a qué pertenecía la carne que "cayó del cielo". Y probablemente nunca lleguemos a saber los resultados. Mientras tanto, el misterio sigue abierto.
Teofanías
Durante la antigüedad clásica, todas las anomalías, prodigios y aberraciones nacimiento de monstruos, lluvias de piedras, etc o bien eran consideradas una señal, o bien simbolizaban una crisis en las relaciones entre los dioses y los humanos. Los prodigios traducían el descontento y la cólera de los primeros, mientras que las aberraciones eran consideradas como "teofanías negativas", manifestaciones del poder divino por medio de fenómenos naturales.
La Biblia recoge muchos ejemplos de estos extraños fenómenos. Yaveh proclamaba sus designios desencadenando fenómenos cósmicos y cambiando el curso de la historia. Arrepentido de haber creado a la humanidad, arrasó la Tierra bajo las aguas del diluvio (Génesis 6-10). Reprochando la "depravación" en Sodoma y Gomorra, "hizo llover azufre y fuego del cielo; y destruyó estas ciudades, y todo el país alrededor, todos los habitantes de las ciudades, y toda la vegetación de la tierra" (Génesis, 18:16-33, 19:1-29). Así nos encontramos con muchos casos recogidos en los textos bíblicos de extrañas anomalías relacionadas con fenómenos climatológicos desencadenados por la ira de Dios. Con el tiempo, sin embargo, las teorías sobre su origen abrazarían otras interpretaciones muy diferentes.
Lluvia roja
El maestro de lo insólito Charles Fort reunió en su clásica obra El libro de los condenados (1919), un verdadero catálogo de casos que concernía a las lluvias de todo tipo: peces, angulas, ranas, hongos, mantequilla, jabón, y un largo etcétera. Entre las más intrigantes y repulsivas se mencionaban las de carne y sangre humanas.
Algunos documentos de la Academia Francesa registran que el 17 de marzo de 1669, en la región de Chantilly-sur-Seine, tuvo lugar la precipitación de una sustancia rojiza que era "densa, viscosa y putrefacta".
El American Journal of Science informó que en el anochecer del 13 de agosto de 1819, una objeto incandescente, que fue observado en Amherst, cayó sobre la tierra seguido de una fuerte explosión. En la casa de los Dewey, testigos de lo ocurrido, la luz se reflejó en la pared de un aposento donde se encontraban varios miembros de la familia. A la mañana siguiente, en el patio, encontraron una sustancia diferente a todo lo que conocían. Recubierta por una especie de plumaje, tenía forma de copa y un diámetro de cerca de 8 pulgadas 20 cm. Al retirar las plumillas, encontraron una sustancia porosa con la consistencia del jabón pastoso que desprendía un olor repugnante. Expuesta al aire, en pocos minutos el color cambió, de marrón pasó a ser el color de la sangre. Después, la extraña sustancia absorbió la humedad del aire y se licuó. Casos como éste se fueron sucediendo a lo largo de los años.
Carne y sangre en Brasil
Los conductores que transitaban el 15 de agosto de 1968 entre las ciudades de Caçapava y São José dos Campos por la carretera federal BR-116 la llamada "Presidente Dutra", que conecta São Paulo con Río de Janeiro, fueron sorprendidos por una tempestad que duró cerca de siete minutos, aunque el cielo estaba aparentemente despejado. Pero no era agua lo que caía. Desplazándose al lugar, el diputado provincial Marcondes Ferreira se topó con un área de un kilómetro cuadrado cubierto de carne y sangre. Los periódicos paulistas registraron que el tamaño de los trozos de carne de textura esponjosa y color rojo variaba entre 5 y 15 centímetros, distando aproximadamente 50 centímetros entre sí. Lo extraño es que no había nubes, ningún avión había cruzado la región antes ni durante el suceso, y no había buitres cerca de allí. Más tarde, la policía incautó discretamente el material y cerró el caso considerándolo como "inexplicable".
El periódico Noticias Populares, en su edición del 30 de agosto de 1968, publicó en primera página uno de los titulares más extraños jamás vistos: "Lluvia de sangre y carne en Sao Paulo".
Según el reportaje, "los pedazos de carne eran del tamaño de bistecs pequeños, tenían color morado y consistencia esponjosa". No parecían proceder de aves, pues no había señales de plumas. A 9 km de la carretera citada, en la alfarería propiedad de Pedro Marinho de Sousa, la lluvia de carne y sangre provocó el pánico entre algunas familias durante más de cinco minutos.
Vicente Rodrigues, residente en el barrio del Gramo, en Caçapava, relató que estaba asentando ladrillos en una construcción de la alfarería, cuando comenzó la extraña y aterradora lluvia. Trozos que medían entre 5 y 20 centímetros caían por todas partes. Rodrigues afirmó que nunca había visto nada semejante en su vida y que tenía la total certeza de que el cielo estaba limpio.
Los empleados, asustados y temblorosos, interpretaron el hecho como la llegada del Apocalipsis: "¡Patrón del cielo, está lloviendo sangre!". La alfarería del barrio de Paiol goteaba sangre. En el azulado cielo del mediodía, no había ni nubes ni aves de rapiña sobrevolando la zona. Rosalina Moreira Ramos corrió para avisar a su marido que se encontraba trabajando: "Mira. Es el fin del mundo, João. En casa, en el umbral de la puerta, hay pedazos de carne y gotas de sangre". João perdió casi por completo su tez morena. Parecía un espejismo, una alucinación. Pero no lo era. Los demás llegaron para ver los pedazos de carne, del color del hígado, sin hueso y sin plumas; carne troceada como si hubiese sido triturada por la hélice de un avión, pero, una vez más, ningún artefacto había sido divisado por el lugar.
Aquello sin duda no era normal. El propietario de la alfarería, inquieto, se dirigió al distrito de Eugênio de Melo y entró en el bar Pingüino, donde contó la terrible historia al dueño, Nelson de los Santos, quien le sugirió que llamase corriendo a la policía, por si se trataba de un asesinato. Pedro repitió la historia en comisaría. Aunque en principio los policías no quisieron creerle, se trasladaron al lugar de los hechos, donde comprobaron atónitos el fenómeno. El perito Romildo recogió los pedazos de carne, que todavía seguían allí, como una señal de los cielos. La carne y la sangre quedaron repartidas sobre el tejado de las modestas casas en un radio aproximado de 500 metros.
Vicente Borges de Siqueira, otro de los testigos, describió de este modo la dantesca escena: "La carne estaba sangrando. Parecía hígado, de color marrón oscuro. Sin embargo, de los trozos, cuya apariencia era gelatinosa, no emanaba ningún mal olor. Con los gritos de fondo de los compañeros, vi cómo caían por doquier. Miré hacia arriba y en el cielo no había nada. Confieso que mis piernas comenzaron a temblar. La extraña lluvia duró unos 2 ó 3 minutos aproximadamente. Después el calor del sol fue secándolo todo, y lo más curioso es que no apestaba".
Aún más "sorpresas"
El vicario de la parroquia de Eugênio de Melo, el francés Marcel Merck, declaró a los reporteros que nunca había visto aviones por la zona. Además, comentó otro "misterio" del lugar: allí vivía una mujer cuyas ropas se incendiaban sin que hubiera fuego cerca, hecho que carecía de explicación racional alguna.
Todo era muy extraño. Ninguna comisaría registró accidente alguno en las canteras situadas en el Valle de Paraíba. Según algunos testigos, podría haber tenido lugar una explosión de dinamita y el consecuente lanzamiento por los aires de los fragmentos de uno de los desafortunados empleados. Pero la cantera más cercana se encontraba a más de 20 km de distancia, lo que descartaba dicha hipótesis. Los habitantes de aquel yermo lugar, de poquísimas casas y sin suministro eléctrico, se recogían en sus hogares al atardecer. Temían "toparse de frente con el demonio", a pesar de que Pedro Marinho había ordenado rezar una misa y bendecir la alfarería.
Por increíble que parezca, volvió a llover carne y sangre en la misma región del Valle de Paraíba, 25 días después. El martes, 10 de septiembre, miles de personas del distrito de Santa Luzia presenciaron espantados el suceso forteano. Al igual que en la ocasión anterior, la lluvia se registró al mediodía, con el cielo totalmente limpio y un sol de justicia. Armando Silva cuidaba una plantación de arroz, casi a las orillas del río Paraíba, cuando los compañeros de trabajo le enseñaron las manchas de sangre que salpicaban su camisa. Otros colonos agrícolas verificaron que tenían también las ropas salpicadas de sangre. Alarmados, salieron corriendo para alertar a los otros habitantes de las cercanías. De la misma manera que los trabajadores de la alfarería donde tuvo lugar la extraña lluvia poco tiempo atrás, los agricultores atribuyeron el horripilante suceso a una maldición.
Los pedazos de carne que cayeron en Santa Luzia durante unos cuatro minutos tenían el mismo tamaño, coloración marrón y textura gelatinosa que en los otros casos. La sustancia no presentaba tampoco un olor desagradable, aún después de 3 días expuesta al sol.
Las muestras fueron recogidas por curiosos e investigadores del fenómeno. El jefe de informes de la policía de Taubaté, Ronaldo Dias, aseguró que las muestras de carne fueron examinadas en la comisaría regional de São José dos Campos y por un perito de la Policía Técnica, desde donde fueron enviadas al Instituto Médico Legal IML de São Paulo para la obtención de un informe minucioso. La hipótesis de que un ave hubiese sido triturada por un avión volvía a ser descartada.
El Laboratorio de Anatomía, Patología y Microscopía Legal del Estado de Sao Paulo, después de realizar los pertinentes exámenes y analizar las distintas muestras recogidas en el barrio de la Alfarería y en el barrio del Paiol, concluyó que la carne que cayó en el Valle de Paraíba era de algún mamífero. El informe del análisis realizado por el IML de São Paulo llegó a la comisaría de Policía de São José dos Campos el día 12 de octubre. El documento, que fue suscrito por el médico Ferdinando de Queiroz Costa, describe el material examinado como "corazón y riñón de mamífero de sexo femenino". El examen se limitó a los tejidos. Sólamente un análisis más minucioso podría suministrar respuestas concluyentes que diesen un sentido racional al suceso. El Instituto Médico Legal procedió a dicho examen pero no reveló a quién o a qué pertenecía la carne que "cayó del cielo". Y probablemente nunca lleguemos a saber los resultados. Mientras tanto, el misterio sigue abierto.
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