Parapsicología
06/06/2017 (10:49 CET) Actualizado: 06/10/2020 (09:23 CET)

Lluvias de piedras del «más allá»

Se trata de sucesos impredecibles, casi siempre ligados a casas encantadas, apariciones fantasmales y poltergeist. Nada se sabe sobre su origen y, por su alto grado de extrañeza y espectacularidad, constituyen los episodios más asombrosos y menos habituales de todos cuantos engrosan el campo de la parapsicología.

06/06/2017 (10:49 CET) Actualizado: 06/10/2020 (09:23 CET)
Lluvias de piedras del «más allá»
Lluvias de piedras del «más allá»

Popularmente conocidas como «lluvias de piedras del más allá», las litotelergias vienen produciéndose desde tiempos remotos. Uno de los casos más llamativos de los ocurridos en España, se produjo en julio de 1945 en una corrala de la calle César Martínez, en el barrio malagueño de La Trinidad. Allí, decenas de vecinos vivieron días de temor en sus humildes casas, cuando de la noche a la mañana empezaron a contemplar no solamente «lluvias de piedras», sino también la aparición de seres espectrales. Entre los testigos se encontraba Rafael Ruiz, quien entonces tenía siete años de edad y hoy es un reputado artista. «Una noche, mientras estábamos cenando, una vecina empezó a gritar que le habían tirado una piedra –recordaba durante nuestra entrevista en su taller–.Vivíamos en una corrala con forma de 'T' y nuestra habitación estaba en la entrada. La cocina tenía una pequeña ventana para que saliera el humo y por allí también empezaron a entrar los guijarros. Era algo extraño, porque no sabíamos de dónde podían venir ».

A partir de entonces, diariamente caían pedruscos que se comportaban de modo inteligente, pues esquivaban ventanas, muros, muebles y personas. Nadie sabía quién las lanzaba o de dónde procedían. «Me acuerdo de que teníamos un jarrón de cristal que usábamos para el agua –rememoraba Ruiz–.Pues bien, hasta en esa jarra encontramos piedras. Eran redondas y algunas incluso estaban calientes. Entraban por la ventana de la cocina o aparecían de la nada, esquivando los tabiques de la casa como si alguien invisible las dirigiera».

MILITARES Y GUARDIAS CIVILES ANTE LO INSÓLITO

Estas manifestaciones iban acompañadas por otros inexplicables fenómenos, como bruscos descensos de temperatura, ruidos de origen desconocido, movimientos de objetos e, incluso, la aparición de seres fantasmales. «Una de las noches me levanté para ir a los baños comunitarios –explicaba nervioso mi informante–. Caminaba por el pasillo cuando, de repente, se abrió la puerta y lo vi perfectamente. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando lo recuerdo. No le distinguí el rostro, pero era alto y de gran complexión. Salí de allí gritando de miedo. Mi padre y otros vecinos inspeccionaron los baños, pero no encontraron a nadie. Luego me enteré de que más personas habían visto a aquella misteriosa entidad».

El miedo se instaló en La Trinidad, de modo que los habitantes de la barriada acudieron a las Fuerzas del Orden en busca de auxilio. «En aquel entonces el Regimiento Aragón 117 estaba cerca de la corrala.

Tras explicarles lo que estaba ocurriendo, se acercó una patrulla de soldados. No hallaron nada ni nadie. Más tarde, vinieron varios guardias civiles. Cuando estaban inspeccionando la corrala, las piedras materializadas de la nada comenzaron a golpearles». Estos enigmáticos hechos provocaron que mi informante y su familia abandonaran su domicilio durante semanas.

«ROMPÍAN TECHOS Y CRISTALES»

El último gran incidente de litotelergias del que se tiene constancia ocurrió en Madrid. El 25 de julio de 1984, los empleados de una pequeña carpintería ubicada en la calle San Gregorio, a las afueras de la localidad madrileña de Galapagar, se convirtieron en protagonistas de lo inexplicable.«Estábamos trabajando cuando empezaron a caer piedras sobre el tejado –recordaba Rafael de Juan, propietario de la empresa hoy desaparecida–.Salimos a ver quién nos apedreaba y, como no encontramos a nadie, echamos la culpa a unas niñas que andaban jugando por los alrededores, aunque ellas nos dijeron que no habían sido. La verdad es que dudamos, porque las piedras eran muy pesadas, demasiado grandes para que unas niñas las lanzaran hasta el tejado».

Desde aquel día, cada jornada, sin previo aviso, guijarros de variados tamaños, formas y pesos golpeaban en el techo, tabiques y ventanas de la nave, ante el asombro y desconcierto de todos. Tal era la potencia de los impactos, que acabaron rompiendo las tejas de uralita y los ventanales. «Llovían decenas de piedras de todos los tamaños –matizaba Rafael de Juan–. Incluso llegamos a marcar algunas de ellas y luego las dejábamos fuera de la nave. Pasados unos minutos, ¡volvían a caer las mismas que habíamos marcado! Fue horrible ».Rafael de Juan y sus empleados no daban crédito a lo que estaban viviendo. Ni él ni ninguno de sus trabajadores tenían una explicación para el calvario que estaban sufriendo. «Nos escondíamos en los alrededores para intentar localizar al bromista –aseguraba Rafael. Entre los coches, en los matorrales, incluso nos subíamos en el tejado. Pero nada. Las piedras caían sin que pudiéramos ver de dónde. Las veíamos materializarse como a medio metro del tejado. Era imposible ver de dónde salían. Simplemente aparecían». Transcurridas dos semanas, el ambiente se volvió aúnmás enrarecido, pues ocurrió lo que nadie podía imaginar. Un día, comenzaron a caer pedruscos dentro de la nave, no en el exterior como había ocurrido hasta entonces. Rafael de Juan, sus hijos –Francisco, Andrés y José–, así como el socio de la empresa, Murillo, y el resto de trabajadores, se quedaron atónitos cuando sufrieron en propias carnes una lluvia de piedras dentro de la carpintería: una antigua cuadra rehabilitada, de unos seis por doce metros, donde todos se veían unos a otros mientras trabajaban. Fue la gota que colmó el vaso. Aquello no tenía explicación alguna.

PIEDRAS INTELIGENTES

«En esa ocasión comprobamos que nadie tiraba las piedras –se mostraba convencido mi informante–, porque todos contemplamos cómo se materializaban de la nada. Estábamos trabajando tranquilamente y, de pronto, las veíamos aparecer en el aire y chocar contra los cristales. En otras ocasiones entraban por la puerta y salían por la ventana. Iban tanto de afuera hacia adentro como a la inversa. Rompían los cristales, que salían despedidos. Pero, curiosamente, los pedruscos nunca nos daban a nosotros. Nos esquivaran en sus trayectorias». Miembros de la Benemérita y de la Policía Local se acercaron a la carpintería para investigar el origen del inusual fenómeno, aunque sin ningún resultado. Estuvieron varias jornadas vigilando el edificio y sus cercanías e, incluso, llegaron a acordonar el inmueble. Para más inri, los agentes de la Guardia Civil fueron testigos de las misteriosas lluvias de guijarros, tal como reflejaron en un informe oficial. Uno de los miembros de la Benemérita, al que conseguí entrevistar, me confesó lo siguiente: «Nunca he vuelto a ver nada igual. Inspeccionamos tanto el interior de la nave como el exterior, tratando de averiguar la causa de esos sucesos, pero nunca encontramos nada reseñable. Nosotros mismos vimos cómo caían pedruscos, rompiendo tejas y cristales. Es más, a veces surgían dentro del propio inmueble».

«AQUEL PEÑASCO CASI ME MATA»

En su momento, mantuve una larga conversación con Francisco García, testigo de otro caso de litotelergias, quien me narró la siguiente historia: «Entonces, en 1942, tenía diecisiete años. Los hechos ocurrieron en el número 18 de la calle Coracha, una de las más antiguas de Alcalá de Guadaira (Sevilla). Recuerdo que la vivienda de planta baja tenía un patio que daba directamente a la calle. Un buen día empezaron a caer piedras de gran tamaño en el patio. Al principio, ocurría de vez en cuando, pero luego pasaba cada día. Los vecinos llegaron a esconderse en los tejados de las casas colindantes para tratar de dar con el responsable de los hechos, pero nada. Eso sí, los peñascos continuaban cayendo. Los vecinos estaban indignados. Cada vez que llovían piedras se montaba un gran revuelo…

…Una noche que estaba jugando con mis primos en la calle, decidimos entrar al patio de los fantasmas, porque así es como la gente bautizó al sitio donde se materializaban los guijarros. En aquella época no había petróleo para todas las casas y a cierta hora cortaban la luz. Aún así, tomamos la decisión de entrar. Eran las nueve o diez de la noche y la calle estaba totalmente desierta. Yo abría el paso y los demás iban detrás, pegados a la acera…

…Me acerqué a la puerta de acceso al patio, pero me detuve un instante para tomar aire antes de asomarme. En ese momento, me lanzaron un peñasco desde el otro lado de la puerta. Si no llega a ser por una de las maderas de la misma, ahora no estaría vivo. Sonó tan fuerte que todos los chavales comenzamos a chillar y salimos corriendo. En el patio no había nadie. Entonces, ¿de dónde salió aquel pedrusco? Los vecinos llegaron a acercarse al ayuntamiento para quejarse de lo que estaba sucediendo. Así que un día se presentaron el alcalde, el jefe de la Policía y el sargento de la Guardia Civil. Todos querían ver con sus propios ojos el extraño fenómeno. Había que poner un poco de orden, porque aquello no ofrecía una buena imagen de la localidad. Todo el mundo hablaba del fantasma de la calle Coracha. A los agentes de la Benemérita también les llovieron piedras encima. Te puedes imaginar que miraron por todos los rincones de la casa, pero nunca hallaron una explicación a lo que estaba sucediendo. Al final, un buen día cesó todo».

ASOMBROSAS MATERIALIZACIONES

Si las lluvias de piedras que aparecen de la nada constituyen uno de los fenómenos paranormales más desconcertantes, todavía más lo son aquellos casos en los que se materializan otra clase de objetos. Así sucedió entre los años 1998 y 1999 en la tienda de antigüedades El Baúl del Monje, ubicada en la madrileña calle Marqués del Monasterio número 11. Los fenómenos que se desencadenaron, mantuvieron en vilo tanto a sus propietarios, Noel y Ángela, como a los vecinos del inmueble donde estaba localizado el establecimiento. Entre las increíbles manifestaciones paranormales que tuvieron lugar, destacaban las lluvias de toda clase de elementos. Noel y Ángela me contaron lo siguiente: «Se materializaban pequeñas piezas. Por ejemplo, los adornos cristalinos que cuelgan de las lámparas aparecían en las habitaciones. Saltaban y surgían delante de tus ojos o, directamente, se rompían. Del techo también caían monedas, serrín y pequeños objetos, como una especie de instrumento médico».

El caso quedó pendiente de explicación. Nunca se supo el origen y naturaleza de los sucesos, aunque algunos vecinos plantearon que quizá tuviesen alguna clase de relación con la muerte de un inquilino años atrás, durante un incendio en el edificio.

Llegados a este punto es el momento de preguntarnos cuál es la causa de tan extraños fenómenos. ¿Acaso están provocados por las capacidades psíquicas descontroladas de los testigos, o el origen de estas lluvias de objetos se encuentra en el más allá? De momento –al igual que sucede con otra clase de incidentes paranormales–, casi nada sabemos en relación a cómo se producen los casos de litotelergias…

El presente reportaje es un extracto de uno de los capítulos de Incógnita. Un viaje…en busca del misterio (Edaf, 2014), en la que su autor muestra decenas de casos anómalos acaecidos en España en las últimas décadas. Fue publicado en el nº 284 de la revista AÑO CERO.

 

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Nº 407, noviembre de 2024

Bestiario, los habitantes de la oscuridad, en el número de noviembre de Año / Cero