Parapsicología
20/11/2009 (09:29 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
La luz de Alcolea
La historia en sí puede resultar rocambolesca por la forma en la que se dio a conocer. Tenemos que situarnos en Alcolea, pequeña población almeriense de apenas 1.000 habitantes, a caballo entre Berja y Laujar, enclavada en las Bajas Alpujarras. Una noche del mes de abril de 1987, Cayetano Galafat, un joven agricultor de 19 años de edad, realizaba tareas de riego en su finca, a la luz de la luna. Cuando de repente ¿De dónde venía ese resplandor que parecía iluminar gran parte de su parcela? Quizá fuese el reflejo de las luces de los coches que suben desde Berja a Laujar, pues la finca "Los Llanillos" se sitúa debajo de la carretera. Tras percatarse de que no era posible, pensó que sus amigos podían estar gastándole una broma. "Os estáis pasando; esta broma no tiene ninguna gracia, ¡parad ya!", gritó. En ese momento, una luminaria de color rojizo, con forma y tamaño similares a los de un huevo, hizo acto de presencia ante él, suspendida entre dos olivos.
Tras unos segundos de sorpresa, Cayetano decidió acercarse para intentar conocer la naturaleza del extraño "objeto", que no tardó dos segundos en desvanecerse en el aire.
Ya se pueden imaginar lo que ocurrió días después. El joven alcoleano intentó, sin éxito, que sus amigos le creyesen, pero la cosa cambiaría cuando el fenómeno se manifestó frente a ellos. Ocurriría un par de noches después, y esta vez la luz presentaba una morfología muy distinta. Su tamaño había aumentado hasta asemejarse al de un balón de fútbol, y parecía emitir una especie de sonido constante, como un latido de corazón. Tal fue la impresión de los jóvenes al comprobar que su amigo Cayetano no mentía, que uno de ellos corrió hacia el pueblo presa de un ataque de pánico. El tercer testigo, Manuel, tuvo una singular experiencia: "Yo no me creí absolutamente nada. Es más, durante la Semana Santa me reía de los comentarios que había en el pueblo sobre la luz. Pero estando en la finca, la pude ver. Tenía las dimensiones del tamaño de una pelota, pero por más que me acercaba, la distancia que nos separaba siempre era la misma. Dentro del cuerpo algo me hacía permanecer intranquilo. Mis dos compañeros me avisaban para que nos fuéramos de allí, pero una fuerza invisible me hacía permanecer en el sitio. Yo tenía un nervio en el cuerpo que no podía ni mantenerme en pie. Lo que sí es seguro es que de noche yo no salgo nunca más solo y mucho menos por ';Los Llanillos'. A mí todo esto me ha causado mucha impresión, y ¿por qué no decirlo? Mucho miedo. El que no se lo crea que vaya allí de noche sin linterna y lo compruebe"
(Continúa la información en ENIGMAS 167).
Alberto Cerezuela Rodríguez
Ya se pueden imaginar lo que ocurrió días después. El joven alcoleano intentó, sin éxito, que sus amigos le creyesen, pero la cosa cambiaría cuando el fenómeno se manifestó frente a ellos. Ocurriría un par de noches después, y esta vez la luz presentaba una morfología muy distinta. Su tamaño había aumentado hasta asemejarse al de un balón de fútbol, y parecía emitir una especie de sonido constante, como un latido de corazón. Tal fue la impresión de los jóvenes al comprobar que su amigo Cayetano no mentía, que uno de ellos corrió hacia el pueblo presa de un ataque de pánico. El tercer testigo, Manuel, tuvo una singular experiencia: "Yo no me creí absolutamente nada. Es más, durante la Semana Santa me reía de los comentarios que había en el pueblo sobre la luz. Pero estando en la finca, la pude ver. Tenía las dimensiones del tamaño de una pelota, pero por más que me acercaba, la distancia que nos separaba siempre era la misma. Dentro del cuerpo algo me hacía permanecer intranquilo. Mis dos compañeros me avisaban para que nos fuéramos de allí, pero una fuerza invisible me hacía permanecer en el sitio. Yo tenía un nervio en el cuerpo que no podía ni mantenerme en pie. Lo que sí es seguro es que de noche yo no salgo nunca más solo y mucho menos por ';Los Llanillos'. A mí todo esto me ha causado mucha impresión, y ¿por qué no decirlo? Mucho miedo. El que no se lo crea que vaya allí de noche sin linterna y lo compruebe"
(Continúa la información en ENIGMAS 167).
Alberto Cerezuela Rodríguez
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