Parapsicología
01/04/2007 (00:00 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El espectro del hotel San Juan de Dios
En mitad de la noche unos nudillos golpearon la puerta con insistencia. El enfermero de guardia se despertó sobresaltado y rápidamente salió al pasillo. Miró a uno y otro lado y descubrió con sorpresa que no había nadie. Entonces recordó las historias sobre extraños fenómenos que sus compañeros le habían contado en repetidas ocasiones. De pronto, una enfermera anunció que un paciente terminal había muerto tan solo cinco minutos antes. El hombre palideció y le comentó a su compañera lo sucedido. «¡Ah!, ese era Frasquito», respondió la mujer con toda naturalidad. La situación no era nueva. Desde siempre un personaje fantasmal, al que muchos identifican como un criado morisco llamado Frasquito, avisa de la muerte de algunos enfermos minutos antes de que tengan lugar.
Hospital centenarioLos terrenos en los que actualmente se levanta el hospital, en plena ciudad de Granada, eran en el siglo XV una finca de recreo propiedad de la familia real. Décadas después, los monarcas deciden cederlos a la Orden de los Gerónimos para la construcción de una iglesia. La llegada del joven Juan Ciudad, conocido más tarde por san Juan de Dios, cambiaría la historia del lugar. El capitán Antón Martín, de los Tercios de Flandes, ubicados en la ciudad, se convirtió en el protector del religioso y dedico su dinero y esfuerzos a la misión que éste se había propuesto: convertir el recinto sagrado en un hospital, proyecto al que los Gerónimos no pusieron impedimento alguno.
Pulgas y otros insectos «habitaban» el hospital, provocando infecciones y enfermedades, pues los cuerpos de los fallecidos eran enterrados allí mismo. Gracias a los fondos de procedencia real se adecentó considerablemente el lugar, además de poner en práctica modernas técnicas higiénicas para la época. San Juan de Dios se convirtió en el único hospital de la Península en el que la terapéutica moderna era de uso común. Por primera vez se separaban las patologías entre fiebres y fracturas, tratándose a los pacientes en salas separadas. De este modo se evitaba que alguien que se fracturaba una pierna, por ejemplo, falleciese por una tuberculosis contagiada por otro paciente. Al parecer, san Juan de Dios había sido librero en su juventud y aprendió sistemas curativos en antiguas obras moriscas.
Las instalaciones sanitarias se transformaron en un hospital militar durante la época de la invasión francesa. Por cierto, en este lugar se ingresaba a los muertos por fusilamiento a fin de oficializar su fallecimiento por «causas naturales». A lo largo de sus cinco siglos de historia, el recinto también ha sido hospital provincial y clínico universitario. Por lo tanto, los muros del San Juan de Dios están impregnados por todos los sentimientos humanos: tristeza, alegría, odio, desesperación...Un fantasma bueno El capitán Antón Martín, cofundador del hospital, tenía un criado morisco llamado Frasquito. Cuando a finales del siglo XV tuvo lugar la expulsión de los árabes, el criado, que consideraba el hospital como su casa, se escondió en el aljibe del edificio para no ser descubierto. Debido a la falta de alimentos y al aire viciado que tuvo que respirar, murió en aquel pequeño habitáculo. Los trabajadores del hospital creen que su espíritu no ha abandonado del todo el mundo de los vivos. Gran parte del personal médico ha tenido algún tipo de experiencia con este curioso personaje del «más allá». Dicen que es bajito, de unos cuarenta y cinco años, de profusa barba y que siempre va cubierto por una especie de capa o túnica. Eso sí, tiene fama de «fantasma bueno», pues aseguran quienes se han topado con él que no pretende asustar a nadie, sino velar por el buen funcionamiento del centro sanitario.
Suele mostrarse, a modo de aviso, cuando algún hecho luctuoso va a suceder. También tiene la costumbre de gastar bromas a sus desprevenidas «víctimas». En ocasiones activa timbres, abre y cierra puertas o juega al escondite con el personal de guardia, tirándoles de la bata. Últimamente suele aparecer bastante por el patio y el comedor.
Un soldado francés, durante la invasión gala, arrancó los ojos de unos dibujos de ángeles ubicados en la escalera principal, y esa misma noche fallecía de un bayonetazo. Se dice que ésta fue la venganza de Frasquito, protector del hospital.
Hace veinte años la Diputación de Granada proyectó cerrar el centro. Un acaudalado empresario pensó en comprar los terrenos para transformar el recinto sanitario en un lujoso hotel. Una tarde en la que el millonario paseaba por el patio del edificio, salió corriendo y nunca más se supo de él. Algo extraño debió ver, pues parece que nunca más quiso acercarse al edificio. En esa época una comisión encabezada por el delegado de Salud visitó el inmueble. Cuando subían todos en el ascensor, alguien se refirió a la futura clausura del centro. De pronto, el ascensor se paró, ante la sorpresa general. ¿Un nuevo acto de Frasquito para defender los intereses del Hospital San Juan de Dios?
Pulgas y otros insectos «habitaban» el hospital, provocando infecciones y enfermedades, pues los cuerpos de los fallecidos eran enterrados allí mismo. Gracias a los fondos de procedencia real se adecentó considerablemente el lugar, además de poner en práctica modernas técnicas higiénicas para la época. San Juan de Dios se convirtió en el único hospital de la Península en el que la terapéutica moderna era de uso común. Por primera vez se separaban las patologías entre fiebres y fracturas, tratándose a los pacientes en salas separadas. De este modo se evitaba que alguien que se fracturaba una pierna, por ejemplo, falleciese por una tuberculosis contagiada por otro paciente. Al parecer, san Juan de Dios había sido librero en su juventud y aprendió sistemas curativos en antiguas obras moriscas.
Las instalaciones sanitarias se transformaron en un hospital militar durante la época de la invasión francesa. Por cierto, en este lugar se ingresaba a los muertos por fusilamiento a fin de oficializar su fallecimiento por «causas naturales». A lo largo de sus cinco siglos de historia, el recinto también ha sido hospital provincial y clínico universitario. Por lo tanto, los muros del San Juan de Dios están impregnados por todos los sentimientos humanos: tristeza, alegría, odio, desesperación...Un fantasma bueno El capitán Antón Martín, cofundador del hospital, tenía un criado morisco llamado Frasquito. Cuando a finales del siglo XV tuvo lugar la expulsión de los árabes, el criado, que consideraba el hospital como su casa, se escondió en el aljibe del edificio para no ser descubierto. Debido a la falta de alimentos y al aire viciado que tuvo que respirar, murió en aquel pequeño habitáculo. Los trabajadores del hospital creen que su espíritu no ha abandonado del todo el mundo de los vivos. Gran parte del personal médico ha tenido algún tipo de experiencia con este curioso personaje del «más allá». Dicen que es bajito, de unos cuarenta y cinco años, de profusa barba y que siempre va cubierto por una especie de capa o túnica. Eso sí, tiene fama de «fantasma bueno», pues aseguran quienes se han topado con él que no pretende asustar a nadie, sino velar por el buen funcionamiento del centro sanitario.
Suele mostrarse, a modo de aviso, cuando algún hecho luctuoso va a suceder. También tiene la costumbre de gastar bromas a sus desprevenidas «víctimas». En ocasiones activa timbres, abre y cierra puertas o juega al escondite con el personal de guardia, tirándoles de la bata. Últimamente suele aparecer bastante por el patio y el comedor.
Un soldado francés, durante la invasión gala, arrancó los ojos de unos dibujos de ángeles ubicados en la escalera principal, y esa misma noche fallecía de un bayonetazo. Se dice que ésta fue la venganza de Frasquito, protector del hospital.
Hace veinte años la Diputación de Granada proyectó cerrar el centro. Un acaudalado empresario pensó en comprar los terrenos para transformar el recinto sanitario en un lujoso hotel. Una tarde en la que el millonario paseaba por el patio del edificio, salió corriendo y nunca más se supo de él. Algo extraño debió ver, pues parece que nunca más quiso acercarse al edificio. En esa época una comisión encabezada por el delegado de Salud visitó el inmueble. Cuando subían todos en el ascensor, alguien se refirió a la futura clausura del centro. De pronto, el ascensor se paró, ante la sorpresa general. ¿Un nuevo acto de Frasquito para defender los intereses del Hospital San Juan de Dios?
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