Amor más allá de la vida
Sorprendentes casos de contactos con el «otro lado», probatorios de que los sentimientos trascienden el espacio y el tiempo. TEXTO Y FOTOS: PEPE ORTIZ Y JOSÉ LUIS HERMIDA
Javier Gallego Franco falleció en un terrible accidente de tráfico el 31 de enero de 2009 en Constantina (Sevilla), cuando sólo contaba con 16 años de edad. Como es lógico, su familia quedó sumida en una profunda tristeza por la irrecuperable pérdida. Sin embargo, algunos de sus parientes tuvieron la oportunidad de observarlo nuevamente, y siempre en idénticas circunstancias: Javier se aparecía en el arcén de la carretera con su rostro extremadamente pálido y haciendo inequívocos ademanes con las manos para que sus familiares, a los mandos de un vehículo, disminuyeran la velocidad.
«Era mi niño con su chaqueta roja que, desde la cuneta, me pedía con sus gestos que aminorase la marcha –nos narraba uno de los testigos, Montse Franco, la madre de Javier–. Inmediatamente frené y retrocedí, pero ya no había nadie allí».
Exactamente el mismo fenómeno protagonizaron otras personas cercanas al fallecido, como su íntimo amigo Juan, quien se muestra convencido de que Javier se presentó ante él para recordarle lo importante que es la vida.
Una noche, Montse y la novia del chico, E. R., entraban en automóvil a la propiedad que la primera comparte con el resto de su familia, cuando los focos del vehículo iluminaron nuevamente la figura de Javi. «Era él, sin duda, y estaba sentado junto a la barbacoa. Entonces, se incorporó y desapareció ante nuestros ojos», aseguraba la madre del joven fallecido.
SEÑALES DESDE EL CIELO
Estos extraños fenómenos alcanzaron su culmen en el primer aniversario de la muerte de Javier. Ese día, al regresar de una misa por su eterno descanso, los padres del joven, Montse Franco y Alfredo Manuel Gallego, descubrieron en la tosca pared de cemento del salón una mancha que, según ellos, reproduce el rostro de Javier. «En un principio era escéptico, pero la imagen está ahí», señalaba Alfredo. Al respecto, Montse nos dijo: «Hasta entonces nunca había salido una mancha en esa pared, que curiosamente está al lado de la mesita donde ponía velas y fotos de mi hijo».
Enrique Nieto, profesional de la imagen en Televisión Española y amigo de la familia, intentó fotografiar el rostro de la pared, pero su cámara empezó a fallar y no pudo hacerlo. Algo muy similar nos ocurrió a nosotros. Cuando quisimos inmortalizarlo, nuestras cámaras se encendían y se disparaban sin nuestra intervención, hasta que en cierto momento comenzaron a funcionar y pudimos tomar algunas instantáneas. Pero la historia no acaba aquí, pues en Jerez de la Frontera (Cádiz), a más de cien kilómetros de la vivienda de los padres de Javier, el vidente Carlos Sánchez observó durante una sesión mediúmnica la imagen de un chico al que no conocía de nada. En un primer momento trató de olvidarse del asunto, pero el suceso volvió a repetirse en varias ocasiones a lo largo de los meses siguientes, así que decidió llevar a cabo sus propias investigaciones para dar con la familia del espíritu que se le presentaba repetidamente.
Tras casi medio año de pesquisas, un matrimonio de Constantina, formado por Puri Cebrián y José Nepomuceno, con quienes el vidente Carlos Sánchez tenía relación, le ofrecieron la pista definitiva.
Tiempo después de localizar a los padres de Javier, Carlos decidió dar el primer paso, y le pidió a Puri que contactase con Montse Franco, «porque esa es la voluntad de su hijo». También transmitió el siguiente mensaje: «Me dice Javier que le pidas a su madre que no utilice más sus camisetas ni se ponga su casco de la moto». Al final, Puri se armó de valor y se presentó ante Montse, quien nos narraba así lo sucedido:
«La mujer me soltó: 'No sé qué vas a pensar, pero tengo un mensaje de tu hijo. Javi no quiere que utilices más su ropa. Me quedé consternada, porque siempre usaba una camiseta interior suya para sentirlo más cerca de mí. No me la quitaba nunca. También es cierto que solía acariciar su casco y, en ocasiones, solía ponérmelo. Ni siquiera mi marido conocía esto, era algo muy íntimo». Tras hablar telefónicamente, Carlos y Montse acordaron conocerse personalmente. Un buen día, el vidente se presentó en Constantina con sus dos hijos pequeños de la mano. Ni corto ni perezoso, apareció en el trabajo de Montse, que supo de quien se trataba nada más verlo, a pesar de que desconocía cómo era su aspecto físico.
«¡NI SE TE OCURRA HACER ESO!»
A pesar de todo lo sucedido, la mujer se mostró escéptica y pidió a Carlos alguna prueba para convencerse de que efectivamente estaba en contacto con el espíritu de su hijo. El médium le contestó que en unos instantes notaría su presencia, que las manos se le quedarían frías y sentiría cómo Javier le soplaba el cabello de la nuca. Montse quiso mostrarnos su asombro ante lo que aconteció a continuación: «Javi solía acercarse a mí por detrás y me soplaba en la nuca. Desde que no está con nosotros, he notado eso mismo en varias ocasiones. ¿Cómo podía saberlo ese hombre?».
Poco después, Carlos conoció a Alfredo, el padre del chico, a quien reveló nuevas informaciones, según él procedentes de Javier desde el «otro lado».
Alfredo nos contó: «Me gusta correr con el coche, y días antes viví un episodio que podía haberme costado un accidente. Se me cayó el teléfono móvil y, al tratar de recuperarlo, casi pierdo el control del vehículo. Únicamente yo conocía ese episodio, pero Carlos no sólo me relató lo ocurrido, sino que acertó el punto exacto de la carretera donde tuvo lugar. Me dijo que se trataba de un mensaje procedente de Javi». Pero las cosas no terminaron ahí, puesto que el vidente continuó con sus revelaciones. «Me dijo un par de cosas muy personales –continuó Alfredo con su relato–. Es más, aseguró que Javi estaba enfadado conmigo por lo que se me estaba pasando por la cabeza. '¡Que no se te ocurra hacerlo!', me transmitió mi hijo a través de Carlos».
El padre del muchacho tiene claro que el contacto es real: «Nuestra familia siempre había estado muy unida. Desde hace un tiempo nos falta un pilar fundamental y, de alguna forma, él nos ha dicho que está aquí, con nosotros. Uno de los mensajes de Javi decía que no le pusiéramos más velas ni le lleváramos flores. A los pocos días de quitar las velas, que siempre ardían bajo sus fotos, apareció su rostro en la pared».
«ESTOY AQUÍ, VEN»
El muchacho parece insistir desde el más allá en que su familia tiene que dejar de padecer por él y que no deben de tenerlo presente a cada momento, porque es la mejor manera de que ellos no sufran tanto por su pérdida y de que él pueda seguir su proceso evolutivo en el «otro lado».
El mismo año en que Javier perdió la vida, también nos dejó de muerte súbita otro joven de su misma edad, 16 años. Ambos casos guardan sorprendentes similitudes. El 10 de junio de año 2009, Antonio Ángel Aguilera Cabello se desplomó repentinamente sobre el pupitre de su clase. El luctuoso suceso causó un hondo pesar en todos los vecinos de Puente Genil (Córdoba), su pueblo natal.
Siempre es difícil aceptar que un chaval sano y deportista, con toda la vida por delante, pierda la vida de forma tan inesperada. Al poco tiempo de su fallecimiento, la vivienda familiar se convirtió en el epicentro de toda clase de fenómenos extraños, de modo que sus padres y hermanos empezaron a aceptar que Antonio Ángel, de alguna manera, todavía estaba con ellos.
Tres días después de su muerte, se presentó ante su hermano Cristian, quien pudo contemplar el rostro de Antonio en el techo de su cuarto. En otra ocasión, lo observó de cuerpo entero, excepto los pies.
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