Secuestrados por los OVNIs
Millares de personas en todo el planeta afirman haber sido secuestrados por seres de otros mundos. Eminentes psiquiatras y médicos creyeron encontrarse ante una nueva patología mental. Pero, a medida que investigaban, descubrieron que la cuestión era mucho más compleja.
Los investigadores Marcelino Requejo, Carlos Fernández, José Lesta y un servidor teníamos nuestras grabadoras a punto y los cuadernos abiertos de par en par. Frente a nosotros, Juan R., un joven de 27 años dispuesto a contar una experiencia que ya nunca podrá borrar de su mente. El suceso tuvo lugar en la localidad pontevedresa de Tuy en el año 1989, cuando nuestro informante contaba sólo con 10 años de edad. "Era un día de verano del año 1989 –asegura– y recuerdo que venía de ayudar a mi tío a lavar su coche. Serían aproximadamente las diez de la noche, pero todavía no había oscurecido del todo. Regresábamos hacía Tuy y muy cerca del pueblo vimos cómo de un terraplén enorme que queda a mano derecha de la carretera salió de repente un objeto esférico luminoso, muy grande, que debía medir más de 200 metros de diámetro". El OVNI se plantó frente al coche a muy baja altura. El tío de Juan decidió parar y ambos salieron del automóvil para observar detenidamente el "espectáculo"; lo siguiente que recuerda Juan es que se encontraba dentro de una rampa de luz ascendiendo hacía el objeto volador. "Iba con los brazos para atrás y el cuerpo hacía delante, sólo podía mover ligeramente la cabeza; a mi izquierda mi tío también ascendía hacia la luz en la misma posición. Lo siguiente que me viene a la mente es que estábamos otra vez junto al coche y la luz había desaparecido. Muy asustados, reemprendimos la marcha, pero al llegar a casa mis padres y mis abuelos ya nos estaban buscando porque pasaban algunos minutos de las doce de la noche. Desde el lugar donde lavamos el coche hasta el pueblo no se tardan más de quince minutos, como mucho. Perdimos, por lo tanto, dos horas de nuestras vidas".
Recordé que estaba acostado en una especie de camilla, en una habitación circular muy luminosa con gente a mí alrededor
Con el paso de los años, Juan comenzó a recordar algo de lo sucedido durante esas dos horas de "tiempo perdido": "Me vienen a la mente como flashes cada cierto tiempo, y así siete u ocho años después de la experiencia recordé que estaba acostado en una especie de camilla, en una habitación circular muy luminosa con gente a mí alrededor. Hace cosa de unos meses, nuevos recuerdos me hicieron reconocer las facciones de estos seres, o lo que fueran, que andaban alrededor de la camilla". Juan toma mi cuaderno y empieza a dibujar a uno de los típicos "grises" implicados en casos de abducción a lo largo de todo el planeta: seres de baja estatura, con una cabeza desproporcionada en forma de pera invertida y unos almendrados y enormes ojos negros.
En todo el mundo, casos como el anterior llenan diferentes archivos. ¿A qué clase de fenómeno nos enfrentamos? Para la mayoría de los ufólogos estamos ante episodios de secuestros de seres humanos por una o varias civilizaciones extraterrestres; otros se inclinan hacía una explicación dimensional. Para algunos médicos y psicólogos que se han enfrentado al fenómeno de las abducciones las explicaciones son diferentes: una nueva patología mental, determinados procesos químicos del cerebro, influencias de los medios de comunicación. Por el contrario, hay profesionales de la salud que opinan que nos encontramos ante algo real, externo a la mente del individuo. Lo interesante es que, independientemente de la naturaleza del fenómeno, varios de estos profesionales han puesto en práctica diversos tratamientos médicos para los casos de presunta abducción extraterrestre.
En algunos de los sucesos reportados, el individuo vive en un momento determinado una experiencia de secuestro, pero en otros, este primer "encuentro" da lugar a nuevas experiencias: más secuestros, avistamientos de OVNIs, fenómenos paranormales, etc. A partir de los años 80, las abducciones ya no se producen en carreteras solitarias o lugares apartados, sino en la intimidad de la vivienda del secuestrado. Son los llamados casos de visitantes de dormitorio.
Una bola de fuego de algo más de un metro de diámetro pasó sobre la cabeza de mi mujer y se dirigía hacia mí
DEL CONTACTO A LA ABDUCCIÓN
Juan A., vecino de un pequeño pueblo gallego, se dirigía a su domicilio una noche de 1997 junto a su mujer, cuando divisaron en un monte un enorme foco de luz. Como el camino era descendente, perdieron de vista el extraño objeto, por lo que Juan decidió regresar sobre sus pasos. Mientras, su esposa lo esperaba detenida a unos 40 metros. "El foco de luz ya había desaparecido por lo que decidí regresar. De pronto vi una bola de fuego de algo más de un metro de diámetro que pasó sobre la cabeza de mi mujer y se dirigía hacia mí", rememora Juan. Al llegar a su posición, "la bola de fuego se quedó parada a unos cuatro metros sobre mi vertical". El testigo sintió como los pelos del cuerpo se le erizaban debido a la electricidad estática que desprendía el objeto. Además, hacía un ruido parecido al que se produce "cuando dejas caer arenilla en un papel seco". Lo impresionante del caso es que ni Juan A. ni su esposa recuerdan cómo desapareció "esa bola roja con llamas alrededor". Simplemente saben que, aunque se encontraban en el mismo lugar, había pasado una media hora. Cuando a principios de 1999 entrevisté a este matrimonio, la mujer no quería ni recordar el incidente. Pronto descubrí que ésta no era la única experiencia OVNI de mi interlocutor. Desde su infancia había sido testigo de la presencia de extraños objetos luminosos e incluso en varias ocasiones pudo ver a sus tripulantes.
La parte inferior de la esfera blanca se descompuso en siete objetos más pequeños de forma triangular
También el protagonista de nuestro siguiente caso, Fernando M., había sido testigo de un interesante avistamiento OVNI antes de protagonizar una presunta abducción. En octubre de 1986, Fernando se dirigió a una solitaria cantera del municipio coruñés de Culleredo con la intención de probar su moto, que había sacado del taller. A eso de las 21:00 horas, cuando estaba empezando a oscurecer, Fernando se sentó en una roca para contemplar el cielo. Entonces distinguió una "estrella" que parecía moverse. La luz fue aumentando considerablemente de tamaño. Repentinamente, la parte inferior de la esfera blanca se descompuso en siete objetos más pequeños de forma triangular. Uno de ellos se acercó al asustado testigo, que intentó poner en funcionamiento su moto sin éxito. De la panza del triángulo salió un haz de luz por el que descendieron dos pequeños seres tipo "gris". Agarraron a Fernando por los brazos y lo introdujeron en la luz, por la que ascendieron al OVNI. Allí el testigo vio a más "grises"; permaneció tumbado un rato en posición horizontal y sintió un fuerte pinchazo en uno de sus brazos. El siguiente recuerdo que le viene a la mente es verse de nuevo en la cantera, al lado de su moto y sin rastro del OVNI. Cuando regresó a casa, su familia le recriminó su tardanza. Fernando había perdido casi dos horas y poseía una herida en el brazo en el que le habían pinchado.
VISITANTES DE DORMITORIO
El 26 de enero de 1996, a las 21:10 horas, María Silveira termina su jornada laboral y enfila la carretera hacia su domicilio en una pequeña aldea lucense. Durante el trayecto divisa en el cielo un extraño círculo anaranjado, pero no le otorga demasiada trascendencia. Diez minutos después, entra en casa, se cambia y rápidamente regresa al automóvil. Tenía que acudir a una reunión en el colegio de sus hijos, a unos pocos kilómetros. "Al tomar esta curva –me explica la testigo en el lugar de los hechos– se me puso encima del coche, a unos pocos metros, una nube luminosa. Hacía un ruido muy fuerte, iluminaba la carretera y en medio de la nube parecía que se movía algo. Entonces se abrió y se cerró de golpe la puerta derecha. Me agarré al volante y apreté el acelerador a tope, pero no pasaba de 20 km/h. Me daba la impresión de que a veces el coche no tocaba el suelo. De repente, la nube ascendió y se marchó a toda velocidad".
Sin embargo, lo más sorprendente es que María llegó a la reunión media hora más tarde de lo previsto. Su automóvil sólo circuló a unos 20 km/h mientras tenía encima la extraña nube; el resto del trayecto nuestra informante asegura que lo realizó a la máxima velocidad. Nosotros mismos cronometramos el recorrido realizado por María, circulando a una velocidad media, y lo cierto es que la testigo tendría que haber llegado a la reunión sobradamente. A partir de ese día, María y su familia fueron testigos de la aparición de extraños objetos luminosos alrededor de su vivienda. Es más, Eduardo, uno de los hijos, nos confesó que una mañana, mientras se levantaba de la cama, una luz cegadora atravesó los cristales de la habitación y de repente se vio en una estancia circular muy luminosa. Se encontraba tumbado en una especie de camilla. "Allí me estaban haciendo como un reconocimiento médico o algo así unos tipos bajitos muy raros. Yo intentaba moverme, pero no podía". Sin dejarle terminar su relato le extendí mi libreta y le pedí que me dibujase a uno de esos "tipos raros". "No. Te vas a reír de mí, vas a pensar que estoy loco", afirmó inquieto. Insistí y finalmente Eduardo, poco convencido, tomó un bolígrafo y dibujó la figura del típico "gris". Preferí no hacer ningún comentario para no causarle al adolescente mayor temor del que ya tenía.
Lo que me da miedo es, a la mañana siguiente, descubro cicatrices en diferentes partes del cuerpo que no sé cómo pude habérmelas hecho
El caso de Carla Santos tiene ciertas similitudes con el anterior. En varias entrevistas con la testigo recopilé toda una serie de fenómenos extraños que viene protagonizando desde años atrás. "Tengo sueños en los que me veo tumbada en una camilla y unos seres muy extraños a mi alrededor haciéndome pruebas médicas –me dice con rictus serio–. Lo que me da miedo es que en varias ocasiones, a la mañana siguiente, descubro cicatrices en diferentes partes del cuerpo que no sé cómo pude habérmelas hecho". Son heridas generalmente en forma de triángulo. En una de nuestras conversaciones, Carla se subió la manga del jersey y en su brazo pude distinguir dichas señales. "Las marcas que ves son de hace tres años y todavía las tengo, así que imagínate como era la herida. Desde entonces no he vuelto a encontrarme más". Sin embargo, durante estos últimos años, Carla y su familia han sido testigos del paso de diferentes OVNIs, algunos de gran tamaño, en la zona en la que viven, además de protagonizar algunos sucesos más propios de un poltergeist en la casa familiar.
Entonces miré para la ventana y lo vi. Era un personaje muy raro. Estaba muerta de miedo
Marisa M. jamás se interesó lo más mínimo por el mundo de la ufología ni cuestiones similares, pero hace algo más de un año vivió una experiencia que no olvidará en su vida. La casualidad hizo que el investigador Marcelino Requejo entrase a tomar un café en un bar en el que la testigo trabajaba. Marisa sabía que Requejo investigaba "cosas extrañas" por sus apariciones en la prensa local, así que sin pensárselo dos veces le soltó a bocajarro lo que le había ocurrido dos noches atrás en la casa de campo en la que vive. Al día siguiente, Marcelino y quien esto escribe nos encontrábamos frente a Marisa, la cual, visiblemente nerviosa y asustada, empezó a hablar. "Ese día llegué más tarde de las doce a casa. Encendí la tele y me tumbé en el sillón. Me quedé completamente dormida, pero me despertaron los ladridos del perro que estaba conmigo. Ladraba hacia la puerta de la habitación como un loco; nunca lo había visto así. Pensé lo peor, que alguien había entrado en la casa. Entonces miré para la ventana y lo vi. Era un personaje muy raro. Parecía todo blanco o bien desprendía algo de luz, no estoy muy segura. La cabeza era enorme, pero lo que más me asustó fueron sus enormes ojos negros que me miraban fijamente. Miré el móvil y marcaba las seis y media de la mañana. Estaba muerta de miedo, el hombre de la ventana seguía ahí y el perro continuaba como loco. Lo normal es que me hubiera escapado, pero allí me quedé, sin moverme. Volví a mirar el móvil y eran ya las siete y media, después no recuerdo nada. Me desperté pasadas las once". Lo curioso de este caso es que un gran perro que estaba fuera de la casa para vigilar el terreno, y que tenía ganada fama de fiero entre los vecinos, estaba completamente muerto de miedo. Nosotros mismos nos acercamos al animal, que temblaba y gemía constantemente. Incluso lo tocamos y acariciamos. "Si os hubiérais acercado al perro antes de que pasara lo de aquella noche no habríais salido vivos de aquí", nos decía Marisa mientras tratábamos de calmar al asustado animal.
Otros cuantos sucesos similares se acumulan en mis archivos. Extraños sueños o visiones, cicatrices, avistamiento de OVNIs, tiempo perdido... Como nos suele suceder a buena parte de los investigadores, muchos casos pero pocas certezas.
LA MEDICINA ENTRA EN ESCENA
Intrusos, el libro del investigador Budd Hopkins, sacó a la luz pública el fenómeno de las abducciones. A raíz de su publicación miles de personas en todo el mundo se dieron cuenta de que a más gente le ocurría lo mismo que a ellos. Hopkins, convencido de que seres de otros mundos son los responsables del fenómeno de las abducciones, puso en marcha los llamados "grupos de apoyo" al estilo de los que funcionan para personas con cualquier tipo de problema. Los participantes en estos grupos se ayudan mutuamente y comparten sus miedos y dificultades con otros individuos en situación similar. Enseguida, médicos y psicólogos se interesaron por el tema. La prestigiosa psiquiatra Rima Laibow contactó con Hopkins y otros investigadores, además de estudiar personalmente docenas de casos. Laibow incluso coordinó varias reuniones entre médicos y ufólogos con el fin de llegar a alguna conclusión sobre el tema. Sin embargo, prefiere dejar a los investigadores la búsqueda de una explicación; ella, como profesional de la psiquiatría, pretende hallar un tratamiento adecuado para las personas que sufren esta experiencia. La doctora asegura que "los abducidos aparentan no tener ninguna psicopatología importante, pero dan la impresión de estar manifestando síntomas de un desorden del tipo estrés posttraumático, sin haber vivido alguna forma de estrés producida por una experiencia fuerte". El síndrome al que se refiere Lainbow se caracteriza por recuerdos persistentes de la experiencia traumática, sueño alterado, irritabilidad, desconfianza, inadapatación al entorno social, etc.
Diferentes estudios señalan que los abducidos no sufren trastornos mentales
Con el tiempo, otros psiquiatras de renombre se interesaron por el fenómeno de la abducción. Uno de ellos, el catedrático de psiquiatria de la Universidad de Harvard John Mack, en principio creyó que se encontraba ante un nuevo síndrome psiquiátrico. Sin embargo, después de estudiar personalmente cientos de casos no tuvo reparo en declararse abiertamente defensor de la hipótesis extraterrestre para explicar las abducciones.
Sin la contundencia de Mack, la profesora de psicología de la Universidad de Long Island, Jean Mundy, tampoco cree que el fenómeno se pueda explicar únicamente recurriendo a la psiquiatría o la psicología. "Trabajé durante diez años –afirma– como psicóloga clínica en el hospital San Vicente de Nueva York y mi trabajo consistía precisamente en diagnosticar a pacientes. Estas personas –los abducidos– no muestran ninguno de los comportamientos clásicos de los desórdenes mentales, y los escenarios que ellos presentan nada tienen que ver con las alucinaciones". Y es que diferentes estudios señalan que los abducidos no sufren de personalidad múltiple y tampoco son esquizofrénicos, ni histéricos, paranoicos o sociópatas.
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