¿Por qué los extraterrestres no contactan con nosotros?
Los extraterrestres no vienen a vernos porque no somos suficientemente “inteligentes”, según un estudio
Desde hace poco más de 50 años, los distintos proyectos SETI (Búsqueda de Vida Extraterrestre Inteligente) han dedicado sus esfuerzos a encontrar algún tipo de señal de origen alienígena, sin resultados positivos hasta la fecha. Si bien es cierto que el tiempo que tales iniciativas llevan funcionando es relativamente pequeño, puede resultar extraño que no hayamos tenido aún ningún resultado, haciendo surgir la siguiente pregunta: ¿Dónde están? Esa misma cuestión se planteó, ya en 1950, el físico Enrico Fermi, dando lugar a la paradoja que lleva su nombre. Según Fermi, teniendo en cuenta que solo en nuestra galaxia hay cientos de miles de millones de estrellas, los cálculos parecen indicar que sería lógica la existencia de numerosas civilizaciones, y que muchas de ellas habrían alcanzado el desarrollo suficiente para colonizar otros puntos del Universo. Sin embargo, no hemos encontrado evidencias de ellos –si ignoramos los avistamientos ovni, que para muchos ufólogos serían una prueba de su visita–, por lo que nuestras suposiciones podrían ser erróneas o incompletas.
Para tratar de explicar la paradoja de Fermi, los científicos han propuesto distintas hipótesis. La más pesimista propone que el desarrollo de vida inteligente es algo único y exclusivo del planeta Tierra, al menos en la Vía Láctea. Otra hipótesis, tampoco muy alentadora, sugiere que todas las posibles civilizaciones desaparecen (a causa de guerras, catástrofes, etc.) antes de alcanzar el desarrollo necesario para colonizar la galaxia; para otros, los supuestos alienígenas sí lograrían desarrollarse lo suficiente, pero no les interesaría iniciar la colonización o el contacto.
Un reciente estudio mantiene que no les interesamos a los extraterrestres
Ahora, un reciente estudio publicado en el portal arXiv (una base de datos de preprints, es decir, artículos científicos todavía no revisados por pares) acaba de proponer otra posible solución a la paradoja de Fermi, intentando explicar la aparente ausencia de “compañeros” cósmicos. Según Amri Wandel, astrofísico de la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor del artículo, es probable que la vida –incluyendo la inteligente– sea muy común en la Vía Láctea, pero si alguna de estas numerosas civilizaciones no nos ha contactado ya es por una razón muy sencilla: no les interesamos.
Las señales humanas solo han alcanzado a los posibles planetas que orbiten alrededor de 15.000 estrellas
Tal y como explica Wandel, los “terrícolas” solo comenzamos a emitir señales de radio detectables desde el espacio a partir de la década de 1930 y, en ese periodo de tiempo (muy breve en términos cósmicos) dichas señales solo han llegado a unas 15.000 estrellas y sus posibles planetas en órbita. Es una cifra irrisoria teniendo en cuenta que la Vía Láctea contiene hasta 400.000 millones de estrellas, buena parte de las cuales podría tener planetas orbitando a su alrededor con las condiciones necesarias para albergar vida. Si además tenemos en cuenta que en el caso de que unos supuestos extraterrestres hubieran recibido nuestras primeras señales y hubiesen querido enviar de vuelta una respuesta, solo aquellas estrellas en un radio de 50 años luz habrían tenido tiempo de responder. Y aún es más: Wandel señala que aquellas primeras señales no eran mensajes deliberados pensando en un “contacto”, por lo que es probable que, aun en el caso de que una civilización extraterrestre las detectara, no podría distinguirlas correctamente (el primer mensaje intencional destinado a una posible “audiencia” extraterrestre fue el mensaje de Arecibo de 1974, dirigido al cúmulo estelar M13).
Es probable que los extraterrestres solo muestren interés por planetas en los que su desarrollo tecnológico y científico sea similar al suyo
Más allá de todas estas dificultades, Wandel plantea otra posibilidad: ¿y si los extraterrestres nos han detectado, pero no están interesados en nosotros? Según el astrofísico israelí, la existencia de civilizaciones muy avanzadas es altamente probable, pero quizá no estén interesados en desperdiciar tiempo y recursos enviando señales a todos los planetas que detectan, sino solo a aquellos con un grado de desarrollo que les resulte “interesante”. Es decir: es probable que los alienígenas no tengan interés por planetas en los que no haya un desarrollo tecnológico y científico muy alto, similar al suyo. En palabras llanas: si no nos han contactado, es posible que la razón sea que les resultamos “aburridos” o sin interés. Al menos, hasta que nuestro desarrollo tecnológico haya evolucionado más.
Para Beatriz Gato-Rivera, los ET se ocultarían intencionadamente de nosotros
Esta hipótesis, curiosamente, recuerda en parte a la que planteó en 2003 una física española, Beatriz Gato-Rivera. Esta investigadora del CSIC publicó un llamativo trabajo titulado Universos Brana, el principio subantrópico y la conjetura de indetectabilidad, en el que sugería que la Tierra podría estar inmersa, sin saberlo, en una civilización de dimensiones colosales, en la que las inteligencias extraterrestres –mucho más avanzadas–, se ocultarían intencionadamente de nosotros, haciendo imposible su detección, del mismo modo que algunas comunidades de grandes simios viven en la Tierra ajenas por completo a la civilización humana que se desarrolla a su alrededor.
De ser correcta esta hipótesis y otras similares, lo cierto es que los distintos proyectos SETI serían esfuerzos vanos, pues estaríamos intentando recibir mensajes de civilizaciones que están intencionadamente en “silencio”.
A pesar de estas posibilidades poco tranquilizadoras, los científicos involucrados en los distintos proyectos de búsqueda de señales extraterrestres se muestran optimistas. Frank Drake, el pionero que inició la “fiebre” por la búsqueda hace casi 50 años, estaba convencido de que el ansiado contacto se produciría antes de un siglo. Según él mismo explicó en 2008 durante una conferencia en Barcelona, la tecnología utilizada en la actualidad en día es «cien mil millones de veces más potente» que la que él usó en su Proyecto Ozma. Un desarrollo tecnológico que quizá esté a punto de dar sus frutos.
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