Ovnis y vida extraterrestre
28/12/2022 (08:08 CET) Actualizado: 28/12/2022 (08:08 CET)

Ocultura: de OVNIs y cuentos chinos

Las sucesivas desclasificaciones de papeles secretos en Estados Unidos ponen de manifiesto las mentiras de la CIA para encubrir sus pruebas de aviones secretos o sobre el Área 51

Javier Sierra autor web

Periodista y escritor

28/12/2022 (08:08 CET) Actualizado: 28/12/2022 (08:08 CET)
De OVNIs y cuentos chinos
De OVNIs y cuentos chinos

De tarde en tarde sufro ataques de desconfianza aguda. No son episodios menores. La mentira y la contradicción se han instalado en la vida pública; los que abusan de la confianza ajena rara vez son recriminados, el ladrón o el tergiversador escala puestos en la pirámide social a velocidades de vértigo, mientras que los que cuidan su reputación y miden sus palabras se quedan rezagados y pierden influencia a borbotones.

Mis ataques, lo sé, empezaron con el siglo. En aquel lejano 11 de septiembre de 2001 tan rodeado de sombras, no solo cayeron las torres del World Trade Center de Nueva York, sino que quedó en evidencia que el presidente de los Estados Unidos mintió sobre el régimen de Irak y su posesión de armas de destrucción masiva. Y lo hizo simplemente porque le convenía un ataque que desestabilizara la zona. Sus falsedades salpicaron al mundo con la misma velocidad que después alcanzarían el covid-19 o la guerra en Ucrania. Del primero, organismos como la OMS que descartaban con toda contundencia la existencia de una fuga vírica de un laboratorio de Wuhan, ahora reconsideran su postura. Y con el enfrentamiento que devasta las fronteras entre Rusia y Ucrania no tardaremos en ver movimientos parecidos.

¿Cómo no sentir, pues, el pellizco de la incredulidad? ¿Cómo no mirar a otra parte cuando un organismo gubernamental se pronuncia?

No hay materia que escape a esa sensación. Tampoco la de los ovnis. Gracias a las sucesivas desclasificaciones de papeles secretos en Estados Unidos, hoy sabemos que la CIA deslizó, durante décadas, mentiras sin fin para encubrir sus pruebas de aviones secretos como el U2, los SR-71 Blackbird o los Stealth. También hizo correr rumores sobre el Área 51, construyó historias falsas de pactos entre alienígenas y militares, y hasta propulsó la «carrera» de intoxicadores profesionales que no dejaron un solo congreso ufológico o talk show televisivo sin tocar.

¿Puedo creer a los oficiales de inteligencia que el pasado mes de mayo juraron ante el Congreso no haber recogido nunca materiales extraterrestres de aterrizajes o accidentes de ovnis?

Lo peor es que hoy siguen mintiendo. O mis ataques recurrentes de «sospechitis» me hacen verlo así. ¿Puedo creer a los oficiales de inteligencia que el pasado mes de mayo juraron ante el Congreso no haber recogido nunca materiales extraterrestres de aterrizajes o accidentes de ovnis? ¿O dar crédito a las afirmaciones que, el pasado mes de octubre, hacía The New York Times, citando fuentes oficiales, de que los UAPS que desde 2017 detectan las cámaras más avanzadas del Departamento de Defensa no son sino drones chinos?

Mentir no es un ejercicio inocuo. Deja cicatrices difíciles de curar. La desconfianza es la peor de ellas. Llevada al extremo genera paranoia. Y, aunque hago lo imposible por no caer en sus garras, lo que en estos meses está sucediendo en los Estados Unidos no me lo está poniendo nada fácil. Ahora resulta que aquellos intrusos filmados desde barcos y aviones militares que irrumpieron en los telediarios de medio mundo hace cinco años, y que recibieron nombres tan extraños como «GoFast» o «Gimbal», son atribuibles a ilusiones creadas por el ángulo de observación de las lentes respecto al mar o a aberraciones de las ópticas de sus sensores electrónicos. 

Leer estas explicaciones me ha devuelto a la época del «Panel Robertson», aquel conciliábulo organizado por la CIA en la era de Ultimátum a la Tierra. Aquel comité se montó solo para desacreditar el misterio de los No Identificados aportando historias contradictorias a la prensa, desmitificando a través de dibujos animados, o negando públicamente cada nueva prueba porque sí.

El año que viene, NASA hará públicos los resultados del estudio sobre los ovnis que dieciséis expertos –entre ellos el astronauta Scott Kelly– están haciendo en este momento... pero ya desconfío de sus conclusiones. Es otro ataque de sospechitis, lo admito. Y también recelo de lo que nos dirán desde el Pentágono en los meses venideros. Los militares han hecho un llamamiento a los suyos para que reporten todo lo extraño que vean en los cielos. Dicen que no saben qué sobrevuela sus portaviones y sus silos nucleares, pero a la vez concluyen que se trata de drones enemigos.

En 1947, el año de Roswell y de Kenneth Arnold, no existían los drones. Pero qué más da. Digan lo que digan, no voy a creerles. Sospechi- tis, insisto.

Sobre el autor
Javier Sierra autor web

Es periodista y escritor. Fue galardonado con el prestigioso Premio Planeta en el año 2017 por su novela El Fuego Invisible. Asimismo, sus novelas han sido traducidas a más de cuarenta idiomas y es el único escritor español en el Top Ten de la lista de los más vendidos de Estados Unidos, elaborada por The New York Times, gracias a La Cena Secreta. También es creador y director de la serie Otros Mundos para Movistar +

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Comentarios (1)

Inherie Hace 1 año
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