Los nuevos contactados con ovnis
A diferencia de los contactados que aparecieron hace 70 años, no tienen un mensaje de redención para la humanidad pero sus imágenes vídeos abruman por su calidad
No se conocen entre ellos, pero tienen mucho en común. Por alguna extraña razón que desconocen, el fenómeno ovni les ha “elegido” como “embajadores” para predicar su realidad; sus encuentros no acontecen en lugares solitarios sino en grandes núcleos urbanos; obtienen espectaculares fotografías y vídeos –algunas de ellas diurnas- que acreditan que no se trata de alucinaciones y, a diferencia de aquellos contactados clásicos, como George Adamsky, Eugenio Siragusa, Edward B. Meier o Sixto Paz, no han obtenido ningún mensaje “trascendente” para la humanidad. Sólo sus experiencias, cada vez más frecuentes y la sensación de que “algo gordo” está por llegar. Son los nuevos contactados.
En cierta medida me recuerdan al personaje de Roy Neary en el magistral film de Steven Spielberg, Encuentros en la tercera fase. Encarnado por Richard Dreyfus, este contactado busca respuestas obsesivamente, tiene intuiciones que le conducirán a la Montaña del Diablo, en el estado de Wyoming, donde el Gobierno tiene previsto el contacto con una civilización extraterrestre. La diferencia es que nuestros protagonistas no tienen que ir muy lejos para “contactar”, basta con salir al balcón, a la terraza o en algún lugar cercano a sus hogares, no necesariamente solitario, y no tienen muy claro que quienes se les manifiestan sean entidades alienígenas... Pero, vayamos por partes.
¿Qué es un contactado?
El fenómeno de los contactées o contactados nace en los cincuenta con la figura de George Adamsky, quien protagonizó decenas de encuentros en los alrededores del observatorio de Monte Palomar (en California) con platillos volantes que hicieron escuela. Sus fotografías impresionaron a toda una generación y sus aventuras fueron escuchadas por gente de las finanzas, reyes, políticos y hasta el mismísimo Sumo Pontífice.
Adamsky -y muchos otros después- aseguraban estar en contacto telepático con los tripulantes de los ovnis quienes le decían dónde y cuándo aparecerían físicamente. Y así obtenía información del propósito de sus visitas, generalmente mensajes moralizantes, espirituales y nada de información técnica. Por eso fueron denostados por los científicos y, también, por los ufólogos pues, se creía –a mi juicio erróneamente-, que escondiendo esa parcela “psíquica” del fenómeno ovni íbamos a ganar puntos para atraer la atención de las universidades y otras instituciones académicas. No fue así.
Ya lo decía el ufólogo David Alvarez Planas hace más de 30 años cuando, en el seno de un congreso ufológico, aseguraba entonces que, “para expresar la cantidad total de supuestos contactados precisaríamos de un número de seis cifras. Y eso –razonaba- desde mi punto de vista es un fenómeno verdaderamente digno de estudio, si bien a lo mejor son sólo seis los verdaderos contactados en todo el mundo”.
Doy fe. En 2017 tuve el honor de presentar el Congreso Mundial de Ufología en Montserrat, en el cartel habían varios contactados por lo que se me ocurrió sondear entre los 400 asistentes cuántos creían haber tenido, no un avistamiento, sino un contacto o una comunicación telepática: casi el 80% del auditorio levantó la mano y pensé; “Houston tenemos un problema” porque ni la ciencia puede dar respuesta a toda esta gente pues los engloba dentro de una patología social, ni tampoco los investigadores del fenómeno ovni, que se han centrado en otros aspectos de la ufología más “racionales”. De nuevo la política del pollo, esto es: esconder la cabeza bajo el ala para ignorar la realidad.
Resulta muy difícil separar los fenómenos psíquicos de la presencia de “platillos volantes” en nuestros cielos
Tras el examen de cientos de casos de contacto en todo el mundo, resulta muy difícil separar los fenómenos psíquicos de la presencia en nuestros cielos de los “platillos volantes”. Es más, acordes con los tiempos, algunos de los nuevos contactados tienen claro que quienes se esconden tras el fenómeno ovni no son, necesariamente, formas de vida de otros planetas, sino que pueden proceder de otras dimensiones o que los mismos ovnis sean en sí mismos formas de vida que habitan las altas capas de la atmósfera.
Los nuevos contactados
Para ejemplificarlo hemos entrevistado a tres de ellos: dos de la provincia de Barcelona y uno en Reus (Tarragona). Son personas sencillas; un cartero, un camarero y un mecánico que viven con normalidad. Los tres aseguran que sus experiencias vienen de lejos, de la infancia, y sospechan que han estado a bordo de esas naves porque fueron abducidos en algún momento de sus vidas.
Dani Ransanz es, de todos, el más racionalista. Ha tratado de explicar su proceso formándose de una forma autodidacta en parcelas como la astronomía, la biología y la psicología. Todo empezó en 2011 cuando una extraña tormenta eléctrica llamó, primero la atención de su esposa, y después la suya. “Era un fenómeno que no había visto jamás –recuerda. Unos potentes puntos de luz –dice- que se expandían como un rayo en la lejanía, pero sin truenos y concentrados todos en un mismo punto.”
Intrigado, Dani decidió coger la cámara y salir de casa para grabarlo. Detrás de la urbanización se extiende un campo de trigo, un lugar sin luz de farolas que pudieran estropear el espectáculo. Entonces ocurrió: “Sentí un sonido potente que venía a gran altura por mi espalda” –explica. “Aún sin darme la vuelta –continúa- pude sentir un pitido similar al que emite un cuenco tibetano y, al girarme, pude ver una gran esfera de luz blanca y cegadora que avanzaba directamente hacia mí a gran velocidad.”
Pasmado por aquel espectáculo ni siquiera se le ocurrió dirigir la cámara que sostenía en la mano hacia el objeto para inmortalizarlo. Es más, estaba petrificado, más aún cuando aquella luz, ya situada sobre su vertical, emitió un fuerte destello que hizo -por una fracción de segundo- que la noche se convirtiera en día. “El flashazo me dejó mareado, confundido”-me confiesa. Y presa del terror, salió corriendo en busca del cobijo de la urbanización.
Desde ese día su vida cambiaría por completo. “Los libros fueron tónica habitual en los meses siguientes, pensé que elevando el pensamiento sería más fácil repetir.” Dani también pensó que si dedicaba más tiempo a mirar el cielo podría vivir nuevos avistamientos y aclarar lo que pasó.
“Pasa un año desde esa experiencia hasta que empiezo a tomar conciencia de lo que he visto” –me confiesa. “Cuando cojo la afición de mirar al cielo me doy cuenta que están ahí, yo puedo ver más de veinte en una noche. Lo que me pregunto es ¿cómo es que nadie se haya dado cuenta?”
Me encojo de hombros.
“Tú vas a poder verlos esta misma noche” –sentencia. Lo que viví me desconcertó. Con Dani me une desde entonces una buena amistad. Hemos compartido inquietudes y ha llegado a la conclusión de que todo forma parte de un proceso personal y evolutivo.
Las fases del contactado
“Este es un proceso común a los contactados –mantiene el psiquiatra Manuel Berrocal- que tiene cinco etapas: La negación, en la que trata de explicar racionalmente qué ha sucedido; la ira, porque nadie a su alrededor le entiende y no puede compartir su experiencia; la depresión, porque se siente rechazado o al margen del resto de la sociedad; la aceptación, una fase en la que sale a la luz y encuentra a otras personas que le creen y le escuchan… y finalmente, llegan a sentirse elegidos” –concluye.
Si el ‘contactado’ no tiene una estructura psicológica fuerte, con sentido crítico, la experiencia ovni puede desestructurarle
Es entonces, cuando según el ufólogo Salvador Freixedo, “al contactado se le quema el cerebro”. Con este eufemismo, el exjesuíta pone el acento en el peligro del contacto, en no saber digerir lo que acontece a su alrededor y de crear nuevas creencias que modelan su realidad. Como cuando, en julio de 2016, Dani estaba, junto con otros cinco familiares, en una finca situada en la Secuita (Tarragona) y filmaron el paso de un ovni en pleno día. Tres bolas luminosas que formaban un triángulo y, quince días más tarde, detectaron por el mismo sitio un avión norteamericano de vigilancia aérea (AWACS) que pensaron andaba rastreando el paso del misterioso objeto. ¿Por qué no podía estar en unas maniobras?
“De forma inconsciente se busca una relación entre todo cuanto ocurre a su alrededor y su experiencia –alerta el psiquiatra Mario Simôes-, son señales que marcan una pauta a seguir y esto puede suponer un peligro si el ‘contactado’ no tiene una estructura psicológica fuerte, con sentido crítico, puede desestructurarle” –remata.
Avistamientos regulares
Es –lo confieso- la sensación que tuve al conocer a Hermes Gilmet Balcazar, un brasileño afincado en Barcelona que vive, desde 2007, experiencias de avistamiento prácticamente ¡a diario!
De sus experiencias guarda en su ordenador 130 Gb. de fotografías y vídeos que quiere mostrarme del tirón, dando saltos de una experiencia a otra sin orden ni concierto, por lo que le pido calma y que nos limitemos a una cierta cronología. Deduzco, por tanto, que todavía no ha llegado a la fase de “aceptación” de la que hablaba Berrocal. De hecho, algunos amigos y compañeros de trabajo que le han acompañado han comprobado por sí mismos como algunas de estas luces se les aparecen y les lanzan flashes. “Quiero que hables de mi lo justo y necesario. Lo importante –recalca Hermes- es el material que poseo.”
Algunas de las filmaciones que veo muestran luces lejanas en la oscuridad de la noche, en otras se distinguen estructuras discoidales y Hermes también ha conseguido filmar ovnis diurnos que cruzan frente a aviones comerciales.
“Yo los llevo viendo desde siempre pero nunca les había prestado tanta atención como ahora –me confiesa-, desde que me pegaron un gran susto en Valencia. Allí empezó todo.”
Hermes afirma haber sido abducido y posee una radiografía torácica con presuntos implantes extraterrestres
Era un día de invierno, alrededor de las 21,30h. vio una luz que venía del mar rumbo a la montaña. “Un objeto amarillo que parecía un cometa, pero de repente, el aparato se detuvo. A una velocidad increíble vino hacia mí –recuerda- no sabía si gritar, llorar o qué hacer.” Se detuvo bruscamente y, en un abrir y cerrar de ojos, salió disparado hacia el infinito. Aún no se había repuesto del susto cuando volvió a repetir la maniobra. Pensó que se iba a estrellar contra él.
Desde entonces “entran aquí y salen como si fuera su casa. He visto tantas razas que ni te imaginas.”
- ¿De forma física? –le interrumpo.
- “De ambas. Estos seres que me han sacado de aquí son pura energía.”
Hermes afirma haber sido abducido y me muestra incluso una curiosa radiografía torácica en la que se ven cinco llamativos puntitos. “Son implantes” –me asegura.
Hermes lanza flashes con su celular y Ellos le contestan, asegura
Atraído por la regularidad de sus avistamientos decidió comprar un cámara de vídeo con un objetivo de 900 mm., un enorme teleobjetivo que puede mostrar detalles de un avión a mil metros de altura. “Ellos saben que tengo esta cámara, les lanzo flashes con el móvil y ellos me contestan” –admite.
A menudo se va solo a montaña de Collcerola, muy cerca de la antena repetidora de telecomunicaciones, a filmar sus evoluciones. Eligió este enclave por otra experiencia con lo que, en principio parecía un globo y luego resultó ser otro de estos extraños objetos que se le manifiestan. “Yo estaba en la Avenida Diagonal, a la altura del Hotel Princesa Sofía y aquello que parecía un globo, se situó en la vertical misma del hotel mostrando que era una bola incandescente.”
¿Y la gente que estaba a tu alrededor? –le pregunto.
“No entiendo cómo no podían verlo. Te lo juro” –confiesa contrariado.
Supongo que fue definitivo para hacerse con una buena cámara e inmortalizar, a partir de entonces, todo cuanto ocurría. De hecho, Hermes lleva un cuidadoso diario en el que registra días, horas, formas y evoluciones de estos ovnis y con el que pretende hacer un libro. Hasta anota cuando se cruzan con aviones por si, de repente, se puede ratificar el avistamiento por contacto visual del piloto o por una traza del radar.
He intentado comprobar alguno de ellos… infructuosamente. Los radares de Control Aéreo son secundarios, es decir, sólo captan la señal del transpondedor del avión que les indica el número de vuelo, altura y radial de posición. Es cierto que los aviones llevan a bordo un radar de proximidad, el denominado TCAS (Traffic Alert and Collision Avoidance System), pero no hay registro de incidentes. “A veces, puede dar la impresión desde el suelo que dos tráficos van a cruzarse y, sin embargo, se encuentran en cotas de altura distintas” -me dice un controlador.
Una de las experiencias más llamativas de Hermes –a mi juicio- sucedió el 16 de octubre de 2017. Entre las 22,15 y las 22,38h. un objeto con forma discoidal se paseó desde la vertical del Hotel Hesperia Tower de Barcelona hasta la célebre torre Agbar, en el barrio de Glorias. Dada la potencia del zoom de la cámara de nuestro protagonista, la filmación muestra detalles asombrosos de un objeto anaranjado y de tamaño colosal; se distinguen una suerte de “ventanillas” que –incluso- dejan entrever un “ser” mirando a través de una de ellas. Admito no haber visto nada igual y, presa de la curiosidad, le pedí al protagonista una copia de la filmación o, en el peor de los casos, algún fotograma para su análisis.
Tuve que insistir. Es una contradicción ¿verdad? Quiere mostrarte todas sus “evidencias” pero, cuando te muestras dispuesto a examinarlas en detalle, surge siempre el miedo a la utilización que puedas dar a su material, como si fueras a distorsionar su magnitud o experiencia. Finalmente llegó el material y puedo corroborar que no ha sido manipulado. Aquí puedes ver cómo el misterioso objeto evoluciona sobre la Ciudad Condal, con total impunidad y sin llamar la atención de nadie más. ¡Qué curioso!
No me cabe duda alguna de que Hermes no miente, que su contacto es real en términos psicológicos, otra cosa es que los objetos que filma o fotografía sean naves interestelares o puedan tener otra explicación. Al fin y, al cabo, dice el refrán que “de noche todos los gatos son pardos”.
De abducido a “allegado”
Por esa razón he dejado para el final el caso de José María Gómez. Sus fotografías son diurnas y tan impresionantes que echan para atrás. A menudo, los escépticos suelen objetar que las imágenes de ovnis son borrosas, difusas o lejanas. Estas no. Son platillos volantes nítidos, brillantes y muy, muy cercanos que fotografía con su teléfono móvil.
Las dos imágenes que acompañan estas líneas son una muestra de ello. La primera fue obtenida el 28 de septiembre de 2016, a plena luz del día. La segunda, a las siete y media de la tarde del pasado 4 de abril de 1917. El archivo EXIF (acrónimo de Exchangeable Image File Format, algo así como la matrícula de cualquier imagen digital) nos advierte que las fotos no han sido manipuladas y los objetos son consistentes con la luz ambiental. Han sido disparadas con velocidades de obturación altas y se descarta que se trate de reflejos o defectos ópticos. Lo que fuera… estaba ahí.
José María y su esposa vivieron aterradoras experiencias de visitantes de dormitorio en Molins de Rey
Conozco a su protagonista desde hace años. En 1991, vivió junto a su prometida una desgarradora experiencia ovni en Cala Tuent, en la isla de Mallorca, que supondría el principio de una serie de experiencias que se trasladarían a la intimidad de su dormitorio.
Algunos investigadores vivimos desconcertantes experiencias en su casa de Molins de Rey, en Barcelona, donde José María y Ana vivían aterrorizados por sus visitantes de alcoba. La vida los llevó por distintos derroteros y, al final, terminaron separándose.
“Mi caso ha dado un vuelco muy grande” –me confiesa José María. “Ahora sé cuándo ellos van a venir.” No es que se lo digan, sino que nuestro protagonista siente una conmoción interna, una corazonada y, cuando esto ocurre, aparecen generalmente al día siguiente.
De hecho, la última vez que me entrevisté con nuestro protagonista me advirtió que sentía que algo iba a pasar y, al día siguiente, me llamó para contarme que el sistema de alarmas de su casa se había disparado varias veces durante la noche. Lo sorprendente es que la empresa encargada de la seguridad había obtenido unas imágenes desconcertantes de una de las cámaras. José María –obviamente- sabía de qué se trataba. Apagó las luces de la casa, ya que asegura que estos seres buscan la oscuridad, y realizó una fotografía que pone los pelos de punta. Un primer plano –muy desenfocado, todo hay que decirlo- de un ser que resulta consistente con las descripciones de los “grises” que han reportado miles de testigos en todo el mundo cuando hablamos de abducciones extraterrestres.
Entonces, ¿ahora, eres un contactado? –Le suelto a bocajarro.
“No me gusta la palabra contactado –responde contrariado- prefiero ‘allegado’ porque estoy casi seguro que esto viene de familia.”
Me explica que cuando regresó de Mallorca, su madre sabía lo que había sucedido allí. “No te preocupes –me dijo- lo que te ha pasado a ti, me ha pasado a mi” –recuerda emocionado. Y, añade: “Antes de morir me puso al día de cosas que habían sucedido durante mi infancia.”
Es curioso porque Hermes también cuenta que, de niño, estando en Bolivia, se le presentaba un ser de pequeño tamaño que le mecía la hamaca y Dani, por su parte, reporta que durante su infancia veía muchas noches, alrededor de la cama, siluetas antropomorfas que se acercaban a observarle. Si esos recuerdos son objetivos, y no construidos con posterioridad, revelaría un cierto seguimiento a lo largo de la vida.
“Es como si ellos me hubieran preparado” –concluye José María.
Este cartero confiesa que, de un tiempo a esta parte, su intuición ha ido a más. Siente si tiene que salir al balcón, en un inmueble de la céntrica Avenida Meridiana de Barcelona, o quedarse en el interior. “Parece que me lo dicen, pero no en palabras, simplemente lo sé” –agrega convencido. Les ha fotografiado en plena ciudad y poblaciones como Castellterçol, Arenys de Mar o Premià y, aunque otras personas, han sido testigos junto a él, le queda la extraña sensación de que los encuentros tenían una “atmósfera especial, como si sólo nosotros pudiéramos verlos.”
Nuestro testigo lo tiene claro: “Ellos vienen de otra dimensión.”
Dani por su parte cree que las luces que ve a menudo son en sí mismos organismos bioluminiscentes que deben tener su hábitat en las capas más altas de la atmósfera, aunque no descarta la posibilidad de que seres de otras dimensiones o, incluso, extraterrestres interfieran en el proceso.
En esa misma línea se posiciona Hermes, el tercero de nuestros nuevos contactados, quien ha podido ser testigo de un aterrizaje en 2017 en la carretera que va de Alicante a Gandía. Allí recogió un pequeño objeto que me muestra ensobrado y al que –para mi sorpresa- se adhiere la arena como si fueran virutas de metal. Al aproximarle un magnetómetro el aparato empieza a vibrar…
Pero, entonces, ¿cómo es que en núcleos densamente poblados nadie más es capaz de ver estos objetos o vivir experiencias semejantes? ¿Se produce el denominado Efecto Oz, una suerte de campana selectiva que se focaliza en los testigos?
Es imposible pronunciarse con rotundidad sobre si la comunicación que afirman poseer los contactados es real o si todo es fruto de un montón de casualidades o al fin, tal y como pensaba el fallecido investigador Pedro Valverde, “estas inteligencias invisibles han permanecido siempre a nuestro lado y se han hecho visibles cuando han querido moldear las creencias de las personas con quienes contactaron”.
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