Ocultismo
01/01/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Himmler, la Orden Negra

Conocer las irracionales creencias del Himmer, el jefe de las SS de los nazis, son fundamentales a la hora de reconstruir el movimiento que llevó al mundo a su perdición. ENIGMAS ofrece un anticipo en exclusiva del libro Las reliquias de Hitler –Ed. Espejo de Tinta–, en donde se expone con todo lujo de detalles en qué delirantes argumentos místicos se fundamentaban quienes cometieron las atrocidades más grandes de la historia.

01/01/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Himmler, la Orden Negra
Himmler, la Orden Negra
Himmler vino al mundo el 7 de octubre de 1900 en un confortable apartamento de Munich, en el seno de una familia profundamente católica. Tras la guerra, hacia 1992, este joven introvertido se convirtió en ingeniero agrónomo en la Technische Hochschule, en donde abrazó ideas ultranacionalistas y antisemitas que le llevaron directamente a los movimientos que se oponían a la degradante política de la República de Weimar. Los educados modales de Himmler no impidieron que en septiembre de 1923 se integrara en una unidad del ejército, conocida como Compañía Werner. Se sumó a los hombres de Hitler en el fallido golpe de Estado y formó parte de la tropa encabezada por Röhm que se dirigió al Ministerio de la Guerra. Himmler portaba la bandera…
Es bastante probable que a través de la Sociedad Thule y de su vínculo con Röhm, Himmler llegase al Partido Nazi, donde rápidamente haría carrera y potenciaría las SS –Schuzstafel–, que llegaron a ser consideradas con razón como un Estado dentro del Estado, a semejanza de lo ocurrido en el medievo con los caballeros templarios, puesto que su crecimiento implicó la creación de divisiones diversas que abarcaban aspectos como la cultura, la industria, la investigación histórica y científica, la potenciación del sector agrícola, el deporte, etc, hasta sumar cerca de cuarenta departamentos. Himmler monitorizó a través de las SS-Reichssicherheitshauptamt –RSHA– a la temible policía secreta, la Gestapo, así como a la policía criminal Kripo, la policía del orden Orpo, la policía administrativa Verwaltungspolizie, la policía rural Gendarmerie, y un largo etcétera de unidades de control. Además, Himmler codiciaba la idea de crear un Estado SS habitado por la elite y unido al Reich, pero de administración independiente. Esto tal vez explique la complejidad organizativa que alcanzaron las SS, lo que precisamente no acudía en auxilio de su eficacia. No obstante, la mayor parte de la gente continúa hoy en día asociando exclusivamente a éstas con las escuadras de ejecución que, a partir del establecimiento del primer campo de concentración en Dachau, tuvieron por objeto el exterminio de los judíos, la solución final de Hitler que arrancaría en junio de 1942. Y con toda lógica, pues a partir de ese momento el terror se adueñó como nunca de la política nazi, masacrando a millones de seres humanos con el único pretexto de la raza. Se les concebía como animales, como grotescos seres inferiores que no debían inspirar compasión alguna. Su necesario exterminio tras la imposibilidad de deportarlos a todos a un mismo territorio cercado, quizá en África, era la primera parte de un plan mucho mayor que, más allá del antisemitismo, contemplaba el dominio ario sobre las demás razas, todas inferiores…

Wiligut, el Rasputín de Himmler

Aunque no lo habíamos mencionado hasta el momento, Himmler estaba fascinado y obsesionado con las leyendas y las sagas de caballeros heroicos –ya fueran artúricos, templarios o teutones– lo que, unido a sus inquietudes ocultistas, le llevó a revestir a sus SS de una parafernalia repleta de símbolos y barrocas ceremonias.

Uno de los más claros exponentes de esa forma de pensamiento ocultista lo representó la adquisición del castillo de Wewlsburg. Himmler consideró que era el lugar más adecuado para acoger los mayores secretos de la SS. Su forma triangular, la ubicación geográfica en Westfalia y los consejos de los sabios geomantes avalaron la adquisición de la fortaleza bajo el argumento de ser destinada, una vez rehabilitada, a escuela de mandos de las SS.

Uno de los personajes que más influyó en esta lectura hermética de la fortaleza fue, sin duda, Kart Maria Wiligut, su Rasputín particular, un curioso personaje que nació en el seno de una familia vienesa de tradición militar el 10 de diciembre de 1886, y que ingresó a los catorce años en la Escuela Imperial de Cadetes de Viena. Su presencia en diferentes frentes bélicos le hizo ascender a capitán en 1903, a mayor en 1912, y a teniente-coronel y otros grados superiores poco después, hasta que en enero de 1919 se retiró tras cuarenta largos años de servicio. Durante algún tiempo, hasta 1909, Wiligut respondería al nombre simbólico de Lobesam, ya que era miembro de una anodina orden de inspiración masónica conocida como Schilarraffia. Lo más interesante de su biografía es que se presentaba como el último descendiente de los uiligotis, una estirpe de guerreros ancestrales prehistóricos cuya historia, hazañas y legado eran conocidos por nuestro personaje gracias a la clarividente memoria ancestral que afirmaba tener.

El último de los uiligotis se consideraba objeto de una conspiración que pretendía destruir definitivamente su legado; finalmente acabó en un internamiento psiquiátrico en el sanatorio de Salzburgo. Después abandonó Austria y buscó una atmósfera mejor en Berlín en 1932. Esta elección permitió que un viejo amigo, a la sazón oficial de las SS Richard Anders, le pusiera en contacto con Heinrich Himmler. El líder SS quedó impresionado por aquella memoria ancestral que aseguraba posseer nuestro personaje. Decidió que no era buena idea desaprovechar la oportunidad de estar cara a cara con el más remoto pasado germano. Como apunta el estudioso Goodrik-Clarke, "en septiembre de 1933 Wiligut se unió a la SS con el seudónimo de Karl María Weisthor, y ocupó el cargo de director de un Departamento de Prehistoria e Historia Arcaica, dentro de la Secretaría de Raza y Poblamiento de la SS con base en Munich". Su misión era entregar informes por escrito de sus visiones para que fuesen investigadas, estar plenamente disponible para conversar con Himmler y poco más. La amistad entre ambos fue fructífera, hasta el punto de que el jefe de las escuadras promocionaría al místico al grado de coronel para equiparar su rango al que ostentaba en el ejército austriaco. Su influencia se dejó sentir bastante en la simbología de las SS. Sin ir más lejos, en el buscador del Grial Otto Rahn, así como en el responsable de las investigaciones esotéricas dentro de la SS-Ahnenerbe, Friederich Hielscher. Por cuestiones de edad, el viejo mentor se jubiló, aunque siempre contó con la protección de Himmler y las Schuzstafel. Malamente sobreviviría a la guerra falleciendo el 3 de enero de 1946; su máximo y poderoso admirador lo había hecho en mayo de 1945, cuando se suicidó con cianuro al caer prisionero de los ingleses.

Ahnenerbe, el comité de los sabios

Dentro de los numerosos departamentos que integraban a las SS destaca uno de manera especial, a consecuencia de los contenidos ocultistas que tenían la misión de estudiar. Nos referimos a la "Sociedad para la Investigación y Enseñanza de La Herencia de los Ancestros", fundada el 1 de julio de 1935 por el propio Himmler, Walter Darré y el profesor holandés Hermann Wirth, quien ya a finales de los años veinte había creado su propia organización con objetivos similares a los que perseguiría la Ahnenerbe bajo patrocinio del Tercer Reich. Como reflejo de las tendencias ramificadoras que como un mal endémico infectaban a las SS, también este departamento contó a su vez con un ingente número de sub-departamentos que sumaban la nada despreciable cifra de 43 equipos dedicados a estudiar aspectos tan diversos como la música tradicional alemana, los vestigios arqueológicos, los emplazamientos religiosos, o ciencias ocultas como la astrología, asuntos relacionados con la botánica, la astronomía o la experimentación biológica. Es en este último terreno es donde la Ahnenerbe escribió su página más atroz, ya que bajo el paraguas de su Instituto de Investigaciones Científicas para la Defensa Nacional se cobijaron auténticos sádicos que no dudaron en usar a los prisioneros judíos de Dachau como carne barata para sus experimentos.

Con frecuencia, este departamento se encontraba en la obligación de investigar asuntos insustanciales o que terminaban siendo un fiasco. Precisamente, Karl Maria Wiligut abrió el camino a un singular personaje que terminaría por agotar la paciencia de los estudiosos al servicio de las SS. Se trataba de Günther Kirchhoff, miembro de la Sociedad List, interesado en la historia mitológica germánica y defensor de la existencia de líneas energéticas que recorrían el planeta. El caso es que éste se reveló como otro iniciado que, siguiendo los pasos de Wiligut, aseguraba tener revelaciones sobre sus ancestros prehistóricos, desvelando a través de voluminosos informes la existencia de complejos religiosos irministas que los miembros de la Ahnenerbe se veían obligados a investigar –sin resultado alguno– por insistencia de Himmler.

Friederich Hielscher, como director del departamento responsable de los estudios esotéricos fue sin duda uno de los personajes que tuvo ante sí los retos más desconcertantes. Su biografía es un misterio, por lo que una vez más ha sido objeto de especulaciones de lo más variopintas, convirtiéndolo en militar dentro de sociedades secretas diversas o en las huestes del mismísimo Satán como mago negro. Bajo su responsabilidad se llevó a cabo, según parece, la búsqueda del Arca de la Alianza, la localización de restos de la Atlántida, la obtención del Grial, el contacto con el gobierno oculto en el Tíbet, y otros proyectos de similar corte. En este contexto hemos de interpretar, por ejemplo, una de las expediciones más intrigantes de las llevadas a cabo por este departamento. Nos referimos a la que encabezada por el naturalista Ernst Schäfer, que buscó en las estribaciones de la áspera tierra tibetana a los ancestros de la raza aria. Le acompañó el doctor Bruno Berger, quien influido por toda la literatura ocultista creía que el precursor de la raza aria podía subsistir en aquellas regiones, lo que daba sentido a las observaciones del yeti. Sea como fuere, los tibetanos veían con agrado lo que los nazis hacían, si bien es cierto que tal vez sólo conocieron una parte mínima de la historia nacionalsocialista… El resto ya lo conocen. Años después, al margen de la contienda que enfrentaría al mundo en una guerra cruenta, hubo otra en la que el ocultismo tuvo un papel fundamental. Pero eso es otra historia…
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Nº 407, noviembre de 2024

Bestiario, los habitantes de la oscuridad, en el número de noviembre de Año / Cero