Una esfera de Dyson para resucitar a los muertos
Suena a ciencia ficción pero el transhumanismo trabaja incansablemente para la evolución digital del ser humano, la inmortalidad y la resurrección de los seres queridos.
Los humanos necesitamos mejorar con urgencia. Lo pensamos todos. Nuestra especie causa un daño enorme al medioambiente y devora recursos a pasos de gigante. Hay un movimiento que cree que una actualización del sistema de inteligencia puede beneficiarnos y beneficiar al planeta a medio plazo: Los transhumanistas.
El transhumanismo considera que hemos dejado de evolucionar en términos darwinistas (no nos adaptamos al medio, sino que adaptamos el medio a nuestras necesidades) y que el desarrollo exponencial de la tecnología y de la inteligencia artificial no nos ofrece otra salida que integrarnos en la tecnología.
El transhumanismo sueña con la integración de nuestra consciencia a dispositivos tecnológicos
El futuro dibujado por la ciencia ficción ya está aquí y ha llegado para quedarse. Uno de los objetivos del transhumanismo es la integración de nuestra consciencia a dispositivos tecnológicos, no ciborgs que integran dispositivos a nuestra biología como, por ejemplo, un chip que nos permita estar conectados a Internet y consultar los datos a tiempo real; o sustituir nuestros ojos por cámaras de amplio espectro que nos permitan ver en la oscuridad o bajo determinadas circunstancias. El transhumanismo va más allá y busca hacernos inmortales depositando nuestra conciencia en un dispositivo androide, por ejemplo.
Alexey Turchin y su colega, Maxim Chernyakov van aún más lejos.
HOJA DE RUTA DE LA INMORTALIDAD
Turchin es un transhumanista ruso que siente que la humanidad puede alcanzar la inmortalidad de diversas formas con la ayuda del avance de la tecnología. Graduado en la Universidad de Moscú en el campo de Física, Arte e Historia, se interesó por estas teorías después de la muerte de un amigo de la escuela cuando sólo tenía once años. En su "hoja de ruta hacia la inmortalidad" sugiere cuatro planes diferentes.
El Plan A consiste en conservar el cuerpo hasta que la tecnología haya avanzado y dispongamos de un Inteligencia Artificial superinteligente que pueda facilitar la transición a la inmortalidad. Hasta entonces, sugiere conservar nuestra anatomía reemplazando los órganos enfermos por órganos de bioingeniería o manteniéndose con vida en un cuerpo nanotecnológico.
Si mueres antes del desarrollo de la Superinteligencia Artificial entra en juego el Plan B. Un clásico: la crionización, esto es, congelar el cuerpo hasta que la tecnología avance para devolverlo a la vida.
El Plan C es el más interesante y futurista. Lo llama inmortalidad digital. Si la crionización se convierte en un callejón sin salida, Turchin recomienda recopilar recuerdos cotidianos y experiencias personales en un formato de datos digitales, en forma de registros de audio, videos o incluso anotar cómo transcurrió cada día en texto y almacenarlos en discos duros hasta que nazca la Superinteligencia Artificial y tome toda esta información para crear una versión digital de nosotros mismos, basada en nuestros recuerdos y experiencias.
Una esfera de Dyson podría ser utilizada para alimentar una Inteligencia Artificial capaz de reanudar la vida dentro de una realidad simulada
Sin embargo, para computar todos esos datos, de millones de personas, es necesaria una cantidad de energía sobrecogedora, y ahí es donde entra su última teoría.
Ha sido publicada con el título de Classifying Approaches to the technological resurrection (Enfoques clasificatorios de la resurrección tecnológica) en el que desarrolla la hipótesis que una megaestructura como la esfera de Dyson, capaz de almacenar una cantidad colosal de memoria digital podría ser utilizada para alimentar una inteligencia artificial. Tras este proceso la IA podría "reanudar la vida" de una persona dentro de una realidad simulada.
Recordemos que una esfera de Dyson es una megaestructura descrita el 1960 por el físico y matemático británico, Freeman Dyson. Esta megaestructura con un radio equivalente al de una órbita planetaria, cubriría una estrella para aprovechar toda su energía.
Esta megaestructura, aunque capturara una parte de su energía, podría ser ideal para alimentar la supercomputadora que almacenara la información. A esto –según Turchin– se le suma un denso sistema de satélites dedicados, exclusivamente, a la conversión de la energía solar.
La compañía tecnológica Microsoft ya ha presentado una patente para desarrollar un chatbot con inteligencia artificial
LA FE COMO ÚLTIMO RECURSO
El último de los planes de Turchin, el D, si todos los demás fallan, consiste en tener fe en la existencia de la inmortalidad, ya sea en forma de inmortalidad cuántica o basada en una IA superinteligente.
Stuart Armstrong, del Instituto para el Futuro de la Humanidad de Oxford, asegura que, de hecho, es completamente impracticable. Una operación insostenible actualmente del punto de vista energético y computacional.
Sin embargo, la compañía tecnológica Microsoft ya ha presentado una patente para desarrollar un chatbot con inteligencia artificial (IA) que podría "resucitar" digitalmente a seres queridos que ya fallecieron o simular una versión de nosotros mismos en una edad específica. ¿Se imaginan?
¿Qué derecho tenemos a resucitar a los muertos? Con la ley en la mano, una persona fallecida no tiene derecho a la privacidad, sus familiares de hecho, puedan acceder, rectificar o suprimir sus datos personales ante el encargado de su gestión. Cuestión distinta es que el difunto hubiera expresado una determinada prohibición de tratamiento de datos personales, en cuyo caso nadie podría resucitarlo sin su consentimiento.
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