Misterios
05/07/2018 (12:19 CET) Actualizado: 05/07/2018 (12:51 CET)

Warime, el ritual secreto de la longevidad de los piaroa

En la tribu amazónica de los piraoa se dan prácticas de lo más interesantes. Una de ellas es el warime, un ritual secreto con el que convocan a las fuerzas de la naturaleza para tener más longevidad.

05/07/2018 (12:19 CET) Actualizado: 05/07/2018 (12:51 CET)
Warime, el ritual secreto de la longevidad de los piaroa
Warime, el ritual secreto de la longevidad de los piaroa

Tras abandonar Mérida y el misterio de los OVNIs de Los Nevados, decidí cambiar las montañas por la selva, para lo cual me dirigí hacia la Amazonia venezolana, parte importante del pulmón más grande de la Tierra.

Una vez en el Estado Indígena de Amazonas, nombre oficial de esta vasta región limítrofe con Brasil y Colombia, fui en busca de los piaroas, grupo nativo que vive en las orillas del río Orinoco y sus afluentes, en mitad de la selva. Mi principal interés por esta etnia tenía que ver con un ritual secreto llamado warime, ceremonia a través de la cual los indígenas reciben la bendición de sus espíritus tutelares, un don que se materializa en la protección contra la enfermedad, tanto física como espiritual.

Pese al secretismo en torno al warime, vetado a los venezolanos «no piaroas» y, desde luego, a los extranjeros, tuve la fortuna de presenciar este inquietante ritual, una vez accedí a no tomar fotografía alguna de cuanto viera y a no desvelar ciertos detalles del mismo, pues de lo contrario causaría un grave perjuicio a esa comunidad. El warime es un ritual mágico que atrae el poder espiritual de todos y cada uno de los seres que habitan la jungla, fuerza que a través del mismo adquieren los miembros de la tribu.

Así, los piaroa quedan revestidos por una especie de coraza inmaterial que les hace inmunes ante sus enemigos. El anciano meñé-ruwa o chamán principal me mostró sus artes adivinatorias y sus sani o rituales secretos. Entre las cosas que se pueden contar sin romper el secreto profundo que me confiaron, se me explicó que, en buena parte, el objetivo del warime es dotar de longevidad a quienes participan de él.
Obviamente, como a cualquier mortal me interesaba mucho ese aspecto de la ceremonia, pese a que mi escepticismo natural me llevó a convencerme de que se trataba de una mera fábula.

En cualquier caso, permanecí muy atento a cuanto me rodeaba y a todos los detalles del ritual, por mínimos o insustanciales que estos fueran. Finalmente, aunque no observé señales concretas que confirmaran la veracidad de aquella promesa de prolongar la vida, sí vislumbré ciertos signos indicadores de que podía ser fidedigna, al menos parcialmente.

ESPÍRITUS TUTELARES
Como ocurre con tantas tribus de estas recónditas regiones de la Amazonia, en el warime no faltan potentes drogas, sustancias enteógenas que sin las cuales el chamán y quienes participan en la ceremonia no pueden emprender el «vuelo mágico» o establecer una comunicación fluida con los espíritus tutelares, tanto de sus antepasados como del resto de criaturas que viven en la selva. Yopo, cohoba, nopo, mopo, parica…

La lista de esas sustancias se me antojaba interminable, pero se correspondía con la generosa farmacopea natural al alcande de estos indígenas, cuyo conocimiento de la «antigua medicina» ha pasado de generación en generación desde hace milenios.

Al igual que en Los Nevados, permanecí entre los piaroa varias semanas, tiempo en el que intenté asimilar al menos una pequeña parte de sus costumbres, y que me sirvió para que los indígenas no me vieran como a un extranjero más en busca de aventuras. Gracias a ello, el anciano chamán o meñé-ruwa no tuvo reparos en enseñarme cuestiones básicas relacionadas con la ingesta de enteógenos, como la primera y más importante: que fuera mi mente la que controlara los efectos de estas sustancias y no al revés.

Debo advertir que para los piaroa, como sucede con otras etnias habituadas a estos rituales, el consumo de estas drogas naturales no tiene las connotaciones negativas que suelen atribuírseles en el mundo occidental. De hecho, para ellos se trata de «medicinas para el alma», del mismo modo que utilizan otra gran variedad de hierbas para curar multitud de enfermedades físicas.

En Venezuela, mi experiencia con los nativos no se circunscribió al Estado Indígena de Amazonas, en las riberas del Orinoco, sino que se extendió a otros territorios ricos en rituales secretos como el Municipio Autónomo de Manapiare o el Estado de Apure, donde mantuve fascinantes contactos con etnias como los hoti, los yekuana y los panare, además de con los waicas o yanomamis, todas ellas poseedoras de un impresionante reservorio de conocimientos ancestrales.

Con los piaroa (también llamados whótuha o De´aruwa), conocí lo ya descrito anteriormente, pero también su cosmogonía y sus extraordinarias leyendas, muchas de ellas surgidas en el entorno de su montaña (tepuy) sagrada, el cerro Autana.

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