La monstruosa criatura que diezmó Malta
Son numerosas las evidencias legendarias, históricas e incluso arqueológicas que apuntan a esta realidad: una o varias criaturas habrían dado caza y devorado a los antiguos malteses, provocando la desaparición de una avanzada civilización que erigió gigantescas construcciones para defenderse de ese o esos monstruos.
Malta se encuentra en el Mar Mediterráneo, al sur de Sicilia y a medio camino de la costa africana, y desde antiguo ocupó una privilegiada posición estratégica para el control de la navegación por dicho mar. Por tanto, no es de extrañar que durante siglos el archipiélago de Malta fuera codiciado por diferentes civilizaciones. Desde fenicios, griegos, romanos o cartagineses hasta árabes, turcos y cristianos; todos querían apoderarse de esas islas. Sus habitantes estaban tan enzarzados en la defensa de su territorio o en las guerras internas, que nunca prestaron demasiada atención a los grandes megalitos, templos y extraordinarias catacumbas, en realidad vestigios de una desconocida civilización que había habitado esas tierras miles de años atrás. Mucho menos se dignaron en averiguar por qué esos antiguos pobladores desaparecieron sin dejar rastro. Hubo que esperar hasta el siglo XVII para que un hombre llamado Giovanni Francesco Abela, vicecanciller de la Orden de los Caballeros de San Juan, comenzara a interesarse por la identidad de aquella civilización desaparecida. Abela comenzó a recabar todo tipo de informaciones, descubriendo legendarias historias que relataban la existencia, en tiempos muy remotos, de una antigua raza de gigantes que había ocupado aquellas islas y erigido aquellas moles pétreas. Abela dio credibilidad a dichas historias, porque, desde su punto de vista, solo una raza de gigantes podía haber construido esos enormes monumentos pétreos. Pero la gran cuestión para Abela era por qué esa raza de gigantes había desaparecido sin dejar rastro.
Gigantescos refugios
En los relatos legendarios que recopiló se encontró con varios que aludían a la existencia de una criatura capaz de surgir de las aguas, adentrarse en la tierra y atacar a los vivos. De hecho, en su famosa Odisea, el poeta griego Homero aseguraba que las actuales islas maltesas estaban habitadas por sirenas y otras criaturas capaces de hipnotizar con sus cantos a los marineros. Por su parte, el poeta romano Virgilio relataba en su Eneida la existencia de ese punto en el Mediterráneo, que denominó Isla de las Sirenas, relacionando a estos seres con toda clase de desgracias. Ciertamente, se trata de seres mitológicos, pero ¿pudo existir algún tipo de criatura capaz de hacer desaparecer a esta misteriosa civilización?
Aunque no sabemos mucho de la antigua civilización que habitó Malta, está claro que sus miembros demostraron grandes capacidades y conocimientos arquitectónicos, como prueban las poderosas estructuras de piedra que aún se conservan, aunque todavía no sabemos qué función tenían. Siempre se ha pensado que eran monumentales templos, pero ¿es esto cierto? Lo que más llama la atención del visitante son los grandes megalitos, algunos de cuatro metros de altura, con los que se construyeron los muros exteriores de esos presuntos templos. Sin entrar a especular sobre cómo consiguieron trasladarlos y elevarlos, cabe preguntarse por qué emplearon tales moles de piedra. Themistocles Zammit (1864-1935), considerado el padre de la arqueología en la República de Malta, compartió con la comunidad científica de la época su desconcierto por la utilización de esos grandes megalitos. Zammit pensaba que hubiera sido más sencillo y lógico haber tallado y trasladado piedras de menor tamaño, mucho más fáciles de manejar, que no aquellas gigantescas moles pétreas. Así mismo planteó que si aquella civilización invirtió tanto esfuerzo en erigir esos grandes muros exteriores, quizá deberíamos plantearnos que la función de los mismos era la de un sistema de defensa.
Si el exterior de estas estructuras es desconcertante, más aún lo es su interior. La entrada de cada estancia, sala o habitación parece haber albergado inmensas y poderosas barreras de las cuales ahora ya apenas quedan vestigios. Esto planteó a Zammit una intrigante pregunta: ¿acaso esos lugares sirvieron de refugio? Y si ese fuera ese el caso, ¿cuál era aquella poderosa amenaza que obligó a los antiguos malteses a construir semejantes fortificaciones?
En 1902 se descubrió, por accidente, una de las joyas de la corona de los vestigios arqueológicos de Malta: el conocido templo-hipogeo de Hal Saflieni. Ese año, durante unas obras de construcción, los operarios se toparon con lo que parecía un complejo edificio que había sido premeditadamente excavado bajo tierra. En su interior se encontraban los restos de más de 7.000 individuos. Al principio se pensó que podía tratarse de un antiguo templo reconvertido en una inmensa necrópolis, pero lo cierto es que el diseño de aquel lugar no parecía corresponder a una catacumba convencional, ya que algunos elementos parece que fueron construidos para convertirse en una verdadera trampa mortal. Una escalera acababa en un foso a varios metros de profundidad, había entradas ciegas e incluso una oquedad de dos metros de profundidad que, según los expertos, en el pasado albergaba a serpientes.
Sea como fuere, el hipogeo de Hal Saflieni plantea un enorme interrogante: si era realmente un templo, ¿qué sentido tenían entonces esas aparentes trampas? Como apuntan ciertos guías locales, a nuestros ojos modernos el lugar es más parecido a un refugio nuclear que a un espacio dedicado al culto religioso, por lo que no son pocos los que insisten una y otra vez en que debía existir algo poderosamente temible para aquella civilización; algo que obligó a sus miembros a refugiarse bajo tierra. Pero, ¿de qué amenaza se trataba? Para algunos investigadores, la respuesta sería la presencia de algún tipo de criatura, tal y como relatan muchas leyendas maltesas…
Una descomunal serpiente
No deja de ser curioso que san Jorge, quien tradicionalmente es representado matando a un dragón, sea una de las señas de identidad de este país insular. Ya no solo por la celebración de su festividad, sino porque tal escena aparece en su bandera oficial. Este símbolo se incorporó a la bandera en homenaje a la resistencia de las islas frente a los bombardeos alemanes e italianos durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, la relación de Malta con una supuesta criatura semejante a un dragón va mucho más allá que el mero homenaje histórico. Veamos algunos ejemplos. El escritor Jean Delumeau, en su libro El miedo en Occidente, ya recogió un extraño suceso acaecido el 15 de diciembre de 1608, cuando numerosos malteses aseguraron haber visto a un dragón de siete cabezas que profería gritos y aullidos temibles. En San Julián, localidad situada al noreste de la isla principal de Malta, son muchos los que no se atreven a adentrarse en la boca de una cueva que, desde siglos atrás, se asociaba al hogar de una temible criatura marina o un dragón. Ya en el año 1647 se documentó la existencia de una oquedad que fue denominada como la cueva de Harq Hamien o la cueva del Dragón.
También las descripciones aparecidas en los textos de Della descrittione di Malta, en el siglo XVII, hacen referencia a la existencia de una criatura similar a una gran serpiente, que sería la causante de la desaparición de personas en San Julián. Aparentemente se trata de una leyenda, pero en la actualidad, los habitantes de dicha localidad afirman que, a través de la oscura boca de la cueva, la cual da paso a un profundo lago subterráneo, se escuchan sonidos que describen como similares a alaridos. Pero estos gritos no solo se escuchan en el interior de la cueva, sino incluso debajo de sus casas. El hecho llamó tanto la atención, que un biólogo maltés, el Dr. Stephan D. Mifsud, llegó a realizar una investigación al respecto. En dicho estudio no consiguió encontrar rastro de criatura alguna, pero sí recabó información sobre lo que los vecinos de San Julián decían haber visto: un gigantesco ser similar a una serpiente cuyo sonido se parecía al alarido de un humano.
Sigue leyendo la historia en el próximo artículo...
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