Lugares mágicos
27/01/2009 (09:06 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Enigmas en la Isla de Pascua
Llegar a la chilena Isla de Pascua es toda una odisea; pero qué duda cabe de que merece la pena enfrentarse a uno de los misterios más longevos y fascinantes de todo el planeta. Así pues, hasta allí nos fuimos, y esto es lo que encontramos
Esta isla chilena es, estemos interesados o no en el mundo del misterio, destino obligado al menos una vez en la vida. ¿Pero qué es lo que atrae de este escueto montón de lava perdido en la inmensidad del Pacífico? Hoy día viajar a Pascua continúa siendo una pequeña odisea, pues no en vano se sitúa a casi 3.700 km de la costa chilena y a más de 2.000 del archipiélago de las Marquesas, ya en plena Polinesia.
Con estos datos podemos imaginar que durante nuestro periplo tendremos tiempo más que suficiente para pensar, leer y releer lo que nos espera en aquel perdido lugar del océano más grande del planeta.
Qué pensaría el almirante Holandés Roggeween cuando ya en el lejano 1722, al mando de una flota compuesta por los barcos Águila, Tienhoven y el Galera Africana, llegó a este islote casi sin esperarlo, porque se precisa en las crónicas que unas décadas antes el pirata Edward Davis arribó a estas tierras en mitad de las aguas, dejando su paso marcado en sus cartas marinas concretamente en 1687; cartografías que cayeron en las manos de la Armada Real al final de sus días. Davis no llegó nunca a pisar la que desde entonces sería conocida como Tierra de Davis, pues permaneció a poco más de una milla a bordo de su barco, el Bachelor's Delight "la delicia de los solteros". Tras esta breve parada testimonió haber visto cosas que calificó de extrañas, y a nativos corpulentos que aseguraba que podían ser de apariencia hostil. Era la primera vez que se referenciaba a la etnia rapa nui.
Y así, en 1779 llegaron los primeros barcos españoles con el objetivo de colonizar el preciado y misterioso territorio, en nombre de Carlos III y el reino de España. No en vano se presuponía, por las crónicas de Davis, que o bien se trataba de un conjunto de islas, o bien se encontraban ante un continente de gran tamaño en mitad del Pacífico La expedición, comandada por Felipe González de Haedo, uno de los marinos con más prestigio de la Real Armada destinado al Pacífico, redescubría la isla que aín no se admitía como descubierta por los holandeses y tomaban posesión de ella nombrándola, en honor al soberano, Isla de San Carlos. Llegaba el español y con él la religión católica. Y así, mientras los sacerdotes bendecían cada rincón de esta pequeña tierra y colocaban tres cruces en las alturas del monte Poike, los nativos, imbuidos en un inexplicable trance, entonaban siniestras letanías invocando la presencia de su dios supremo, el enigmático Make Make. Ante la llegada masiva de "descubridores", los habitantes primigenios caían diezmados por las enfermedades y los duros trabajos a los que los sometían sus nuevos amos, hasta el punto de que a principios de 1800 quiedaban poco menos de 180 aborígenes rapanui en Pascua
Lorenzo Fernández Bueno y Juan José Revenga
Con estos datos podemos imaginar que durante nuestro periplo tendremos tiempo más que suficiente para pensar, leer y releer lo que nos espera en aquel perdido lugar del océano más grande del planeta.
Qué pensaría el almirante Holandés Roggeween cuando ya en el lejano 1722, al mando de una flota compuesta por los barcos Águila, Tienhoven y el Galera Africana, llegó a este islote casi sin esperarlo, porque se precisa en las crónicas que unas décadas antes el pirata Edward Davis arribó a estas tierras en mitad de las aguas, dejando su paso marcado en sus cartas marinas concretamente en 1687; cartografías que cayeron en las manos de la Armada Real al final de sus días. Davis no llegó nunca a pisar la que desde entonces sería conocida como Tierra de Davis, pues permaneció a poco más de una milla a bordo de su barco, el Bachelor's Delight "la delicia de los solteros". Tras esta breve parada testimonió haber visto cosas que calificó de extrañas, y a nativos corpulentos que aseguraba que podían ser de apariencia hostil. Era la primera vez que se referenciaba a la etnia rapa nui.
Y así, en 1779 llegaron los primeros barcos españoles con el objetivo de colonizar el preciado y misterioso territorio, en nombre de Carlos III y el reino de España. No en vano se presuponía, por las crónicas de Davis, que o bien se trataba de un conjunto de islas, o bien se encontraban ante un continente de gran tamaño en mitad del Pacífico La expedición, comandada por Felipe González de Haedo, uno de los marinos con más prestigio de la Real Armada destinado al Pacífico, redescubría la isla que aín no se admitía como descubierta por los holandeses y tomaban posesión de ella nombrándola, en honor al soberano, Isla de San Carlos. Llegaba el español y con él la religión católica. Y así, mientras los sacerdotes bendecían cada rincón de esta pequeña tierra y colocaban tres cruces en las alturas del monte Poike, los nativos, imbuidos en un inexplicable trance, entonaban siniestras letanías invocando la presencia de su dios supremo, el enigmático Make Make. Ante la llegada masiva de "descubridores", los habitantes primigenios caían diezmados por las enfermedades y los duros trabajos a los que los sometían sus nuevos amos, hasta el punto de que a principios de 1800 quiedaban poco menos de 180 aborígenes rapanui en Pascua
Lorenzo Fernández Bueno y Juan José Revenga
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