La colina de las cruces
Más de 50.000 cruces se levantan en una colina de Lituania como forma de defenderse contra todo mal.
«El año, 1236…». Con esta frase da comienzo la adaptación de Drácula que hizo el genio italoamericano Francis Ford Coppola, y que podemos oír cuando en la pantalla una cruz ortodoxa se precipita desde las alturas de Santa Sofía de Estambul, indicando el avance del ejército turco y marcando la defensa de la tierra rumana por parte del príncipe Vlad Dracul. Y la verdad es que al contemplar el lugar hacia el que ahora encaminamos nuestros pasos, y desplazándonos a la fecha con la que abrimos este reportaje, nos encontramos con el origen del que a día de hoy es el lugar con más cruces de todo el planeta. Porque en ese mismo año se fundó la cercana ciudad de Šiauliai, con el objetivo de frenar los constantes envites de los templarios germanos, los temibles caballeros teutónicos. Temibles porque eran guerreros y monjes al mismo tiempo, capaces de olvidar que Cristo en sus enseñanzas mostró el amor y piedad, incluso hacia el enemigo, en una frase extraordinaria que aparece en el Sermón de la Montaña: «Poned la otra mejilla…». Frase que, dicho sea de paso, los teutónicos reconvirtieron en «al enemigo hay que partir ambas mejillas». Y así, entre un constante guerrear se comenta que surgió esta colina atiborrada de cruces; cruces que sirvieron de símbolo contra la opresión que sufría –y ha sufrido a lo largo de su historia– el pueblo lituano, porque desde ese tiempo hasta bien pasada la II Guerra Mundial, y tras ella la tenaza soviética, esta gente no ha estado tranquila. Hoy día es un punto de encuentro en el que se respira lo que pretende inspirar: paz.
Siendo un lugar estéticamente aterrador, para los lituanos el lugar representa sentimientos nobles como libertad, esperanza y lucha constante.
Muchos piensan que las cruces han sido colocadas aquí como un gran centro mágico que ha de ayudar al planeta a salir de los problemas en los que estamos metidos. Sería algo así como un chakra muy importante, un punto energético fundamental para equilibrar la balanza en la que siempre se encuentran, peleando, el bien y el mal. Sea como fuere, un lugar así no está exento de historias truculentas, especialmente conforme las sombras de la noche van tomando el entorno. Porque es entonces cuando los testigos aseguran que se puede observar la presencia de unas pequeñas luces que durante determinadas madrugadas, casi siempre coincidiendo con fechas estelares como solsticios o equinoccios, recorren las cruces a media altura, siguiendo una especie de baile ancestral cuya finalidad es acabar con la vida de quien se atreve a recorrer sus senderos.
En lugares así la línea que separa la leyenda de la realidad es tan fina que a veces es completamente imperceptible. Así que, llegado el caso, lo mejor es no tentar demasiado a la suerte…
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