Las ceremonias sagradas de Hitler
Hitler mantuvo buena relación con Albert Speer, un arquitecto que tenía una concepción del mundo como la de Hitler. Así pues, entre ambos idearon la forma de que un discurso político se convirtiera en una ceremonia sagrada para el mal.
Albert Speer, ministro de Armamento y Guerra del III Reich, también era el arquitecto favorito de Hitler, con el que compartía muchas de sus ideas mágicas.
Speer ideó un sistema para convertir los mítines y reuniones nocturnas, celebradas en los Días del Partido de Núremberg, en auténticos procesos sagrados. Rodeó el gran campo Zeppelin con proyectores de aviación, los cuales se encendían al comenzar los discursos del Fu?hrer.
Aparecían así las llamadas Catedrales de Luz, inspiradas en la Teoría de las Ruinas que Hitler y Speer compartían. Estas ruinas de luz estaban inspiradas en los viejos templos griegos, desde las cuales los Dioses Oscuros podían asomarse al universo humano mediante la acción del Fu?hrer, que actuaba entonces como médium al transformar las condiciones del universo espaciotemporal con sus palabras.
Hitler se comportaba como chamán, capaz de viajar entre dos mundos o entre dos estados de conciencia. Las Catedrales de Luz acompañaban así el proceso de transformación, uniéndose a la red de esvásticas negras, a las invocaciones del discurso, a las actitudes ensimismadas y hechizadas de los oyentes y participantes, proceso reconocido por muchos de los espectadores, entre los que figuraban periodistas y observadores extranjeros como Willian Shirer o partidarios convencidos como Goebbels o el propio Speer.
El efecto de luces y sombras, la cualidad especial de las palabras y los silencios, el carácter de todo lo que allí ocurría, se convertía así en una auténtica invocación a las fuerzas oscuras.
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