La muerte del hombre que nunca existió
En diciembre pasado se cumplieron 70 años de uno de los crímenes más célebres: El caso Taman Shud, el misterio sin resolver más grande la historia de Australia. O la historia de un hombre que un día desapareció de alguna parte sin dejar ningún tipo de rastro.
Un cadáver sin identificar, un código indescifrable y numerosas preguntas sin respuesta rodean el caso de Tamán Shud, el hombre que nunca existió.
Una pareja que paseaba por la playa de Somerton, Adelaida, el 1 de diciembre de 1948 distinguió en la arena un cuerpo tendido que llamó su atención. Vestía de forma impecable, tenía un brazo extendido y los pies cruzados. Al acercarse, constataron con estupor que su cara estaba rodeada de mosquitos, tenía un cigarrillo en la oreja y otro a medio fumar a la altura de la mejilla. No presentaba marcas de violencia, ni heridas… Aquél hombre yacía muerto desde hacía dos días.
Más de setenta años después, siguen las incógnitas del caso pues el individuo en cuestión no llevaba encima identificación alguna, su pantalón marrón estaba cosido con un hijo de color ¡naranja! y el resto de su ropa no poseía etiquetas. Nunca fue reclamado ni reconocido por nadie. Para colmo la autopsia no despejó la causa de su muerte. Si bien el cerebro y el estómago de la víctima estaban congestionados como si hubiera sido envenenado, no se encontró rastro alguno de sustancias tóxicas en el cuerpo. ¿Asesinato? ¿Suicidio? Todo un misterio.
El patólogo Sir John Burton Cleland re-examinó el cuerpo y llegó a nuevos descubrimientos. Los zapatos parecían recién lustrados lo que, en su opinión, evidenciaba que el cuerpo pudo haber sido llevado a la playa de Somerton tras la muerte del individuo. La falta de evidencias de vómitos o convulsiones descartaban el envenenamiento.
La víctima fue enterrada el 10 de diciembre con el siguiente epitafio: "Aquí yace el hombre desconocido encontrado en la playa Somerton".
En los días posteriores, la policía trató de identificar al hombre de la playa de Somerton. Se distribuyeron sus huellas y fotografías por comisarias y servicios de inteligencia de todo el mundo anglosajón. Nada. Nadie fue capaz de reconocerlo.
Los agentes registraron ocho diferentes identificaciones "positivas" del cuerpo? Incluían la de dos personas que lo identificaron como un amigo en común y otros que creyeron que era un cuidador de caballos, un empleado de un barco a vapor, o un sueco.
El suceso quedaría en suspenso hasta que el 14 de enero de 1949 encuentran en la estación de Adelaide un misterioso portafolio con diversos objetos en su interior, entre ellos, etiquetas con el nombre de Keane y un ovillo de hilo de Barbour color naranja que coincidía con el empleado en la costura de los pantalones del cadáver hallado en Somerton.
Al comparar los hijos del pantalón la policía descubrió un pequeño bolsillo secreto en cuyo interior se hallaba un papelito con dos palabras: «Tamán Shud». Creyeron que el críptico mensaje correspondía a la última página de un libro de poemas, The Rubaiyat de Omar Khayyam. Taman Shud significaba en persa «acabado».
Los investigadores buscaron por toda Australia un ejemplar del libro a la que le faltara ese fragmento. y fue descubierto en el asiento trasero de un coche de un hombre –cuya identidad no trascendió- y que declaró no tener la más remota idea de cómo había llegado allí. En el reverso del ejemplar encontraron un mensaje cifrado.
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Nadie ha sido capaz de descifrar su significado. El libro también contenía un número de teléfono que pertenecía a una ex enfermera que residía en la calle Moseley, en Glenelg, a unos 400 metros al norte del lugar en el que fue encontrado el misterioso cuerpo.
El libro había sido un regalo de un Teniente del Ejército llamado Alfred Boxall, quen servía en la Sección de Transporte Marino de la Armada Australiana. Cuando los investigadores le mostraron la imagen del cadáver, la enfermera palideció. Pero no era él... pues estaba vivito y coleando con su propia copia The Rubaiyat. ¿Quién, por tanto, había suplantado su identidad? Sigue siendo un misterio. Se especuló su podía tratarse de un espía soviético pues eran los primeros años de la Guerra Fría y el cadáver se halló en una zona próxima a la central de Woomera, un lugar secreto de lanzamiento de misiles.
A día de hoy el crimen de Somerton sigue sin resolverse. Ni su identidad, ni lo que pasó aquella mañana de diciembre en la playa.
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