La invasión de los muñecos malditos
¿De qué modo se han adaptado determinadas creencias a nuestro siglo, cuando se supone que el racionalismo trata de imponerse a toda costa? Teléfonos poseídos, objetos malditos a la venta en portales de Internet, rituales de invocación desde el sofá de casa... El escritor Ivan Mourin analiza en 'Espiritismo Digital' (Luciérnaga, 2021) el poder de algunos de los más terroríficos fenómenos virales. Un ejemplo es el de los muñecos malditos.
El 18 de marzo de 2018, el diario digital mexicano SIPSE hizo público un vídeo que se había subido a la página de Facebook Paranormal life. En este, un muñeco que representa a un bebé vampiro, sentado sobre una lápida y con un biberón de sangre al lado, sigue con la mirada la cámara, con una sonrisa en la que asoman unos colmillos afilados. La autora del vídeo, una brasileña de Guarulhos, Daniela Leão, lo habría encontrado en un cementerio de la zona...
Todo mentira.
El vídeo provenía del perfil de Instagram Okiebabies, donde la autora, Julia Lane, enseña sus creaciones, muñecos de bebés monstruosos (vampiros, zombis, poseídos, diablos...), que se caracterizan tanto por sus detalles realistas como por ese efecto de profundidad en los ojos que dan efecto de movimiento.
Esto es lo que ocurre tantas veces con grabaciones subidas a la red: usuarios que, encontrándolos interesantes, se apropian de publicaciones de terceros para ganar notoriedad generando noticias falsas que pueden resultar atractivas. Ha ocurrido con trabajos de esta creadora, muestras de efectos digitales que otros han querido «colar» como hechos verídicos (como cierto vídeo en el que un águila atrapa a un bebé que está sentado en el parque), fragmentos de cortometrajes o películas como El caso Balmaseda.
Por otro lado, existe otro factor importante: el de nuestra imaginación ligada a las creencias que tengamos. ¿En cuántas ocasiones nos hemos encontrado entre contenedores de basura un juguete viejo, maltrecho, horroroso? Lo primero que uno debería pensar es que los propietarios están deshaciéndose de trastos innecesarios, pero si estos poseen un aire siniestro, y somos propensos a ciertas fobias, como la pediofobia (miedo irracional a los muñecos), nuestra mente se encarga de llenar los huecos de una historia que, con toda probabilidad, no tiene nada de extraña. Algo así le tuvo que ocurrir a un ciudadano de Jurong West, al oeste de Singapur, cuando se topó, en 2014, con el muñeco de madera de un demonio fumador, en posición sentada, tras la columna de uno de los porches del bloque de edificios 725 HDB, y que subió inmediatamente una fotografía a las redes sociales, sin demasiada repercusión.
Los vecinos de Hougang encontraron una muñeca de porcelana con una venda que le tapaba los ojos en la que se podía leer «En el nombre de Alá»
La cosa toma un matiz más serio cuando debe intervenir la policía. Ese mismo año, una mañana de junio, a unos 30 kilómetros hacia el este de ese lugar, en una transitada calle de Hougang, también en Singapur, los vecinos encuentran una muñeca de porcelana grisácea y vestido de puntilla sucio, tirada junto a un árbol.
Nada alarmante si no fuese por un detalle: una venda con una inscripción escrita a mano, cubriéndole los ojos. Esta, en árabe, dice «Bismillah» o «En el nombre de Alá».
Una de las versiones más defendidas, tras subir la fotografía a Reddit, es que la muñeca está poseída por un ente femenino de origen malayo y que, tras acosar a su dueño, moviéndose por la casa, este le tapa los ojos con esta tela y la tira en la calle para que no pueda seguirlo a casa.
Esta desaparece sin que quede demasiado claro quién ha sido el responsable, hasta que una nueva foto es subida a Twitter por el usuario @S_chadenfreude, de Singapur, donde la muñeca luce sin venda. «La atamos por una razón; la gente estúpida la desata. Se ve infeliz. Buena suerte a quien lo hizo», ponía en el pie de esta, como si recayera una maldición en el culpable de dicha acción. Lo que parece cierto es que, poco tiempo después de que la muñeca se encontrara junto al árbol, se reportó un asesinato en la zona y un suicidio.
Hay compañías aéreas que permiten el acceso a sus vuelos a muñecos «poseídos», aunque obliga a comprar un billete para cada muñeco, con derecho a asiento y consumición
Y es que, como dice la criminóloga Susana Porras Campillos, «la tradición arraigada hace que los filtros disminuyan y que se esté más dispuesto a creer en fenómenos que, en un principio, no tienen una explicación racional». Por eso, no debería parecernos tan raro que compañías aéreas como la tailandesa Thai Smile Airways permitan el acceso a sus naves a muñecos «poseídos» buenos. Los Luk Thep son juguetes que contienen espíritus de niños «ángeles guardianes», que se hicieron muy populares en internet gracias a influencers y celebrities, seguros de que aportan buena suerte y protección a sus dueños. Pero la compañía obliga a comprar billete para cada muñeco, con derecho a un asiento (nunca en las filas de salida de emergencia) y a consumición. De no adquirirlo, se convierten directamente en equipaje de mano.
Los Luk Thep se basan en una práctica centenaria y mucho más macabra: los Kuman thong –niño dorado–, fetos recubiertos de pan de oro, previamente asados, que se adoraban como amuletos de la suerte.
Pero el terror colectivo a los muñecos no se limita a los países asiáticos, y si no que se lo pregunten a las ocho familias del área de Talega, en San Clemente, en el condado de Orange, California, que, en julio de 2014, encontraron en los porches de sus casas muñecas de porcelana que tenían parecido con sus hijas, de diez años. Ante la posibilidad de que se tratase de algún tipo de amenaza siniestra, el departamento del sheriff abrió una investigación, que cerró casi al instante: una feligresa de la iglesia de la zona, conocida de las familias, las había dejado como regalo para las niñas, sin pensar que podría llegar a malinterpretarse.
En otoño de 2018, en la localidad rusa de Zavetni, aparecieron decenas de muñecos y muñecas mutilados, sin ojos, con agujas clavadas y envueltos en cuerda negra
Malas intenciones sí que tuvo aquel (o aquellos) que, en otoño de 2018, esparció por la localidad rusa de Zavetni decenas de muñecos y muñecas mutilados, sin ojos, con agujas clavadas y envueltos en cuerda negra, que se encontraron, principalmente, en parques infantiles o paradas de autobús. Ante el pánico generado entre los habitantes, que estaban convencidos de que se trataba de algún tipo de maldición, la policía revisó las cámaras de las inmediaciones en busca del culpable.
Tatiana Kokoreva había recibido los muñecos como regalo de su padre, un guardia de seguridad, y habían pertenecido a una escuela de títeres que se había cerrado. Al no poder usarlos en su empleo como profesora cuando sus superiores se lo negaron, por encontrarlos demasiado tétricos para los niños, los tiró a la basura. Ahí fue cuando alguien los rescató, cambiándoles las prendas para mancillarlas, a saber con qué propósito.
Regresando a Estados Unidos, en febrero de 2020, se encontró una muñeca (si se le puede llamar así) «artesanal» en una playa de Cabo Cañaveral, en la costa este de Florida. Bruce Robertson, un turista que paseaba por la zona, se topó con una figura hecha con cocos, revestidos con plumas y piel de reptil, y patas que le daban un aspecto arácnido, además de unos dientes humanos incrustados en un agujero que representaba la boca. Pensando que se trataba de un muñeco vudú, lo lanzó al mar, pero las opiniones de los que han visto las fotografías publicadas por este hombre se han dividido en dos: los defensores de que se trata de un objeto para emplear en magia negra, y los que están convencidos de que es un amuleto de la suerte, una representación del espíritu del conocimiento, el dios araña africano Anansi, conocido también como Ananse o Kwaku Ananse.
MUÑECOS YOUTUBERS
«Te voy a traer la felicidad.»
Esta es una de las frases que pronuncia una muñeca, en junio de 2017, a Edwin Montesinos y a sus amigos en una calle de la ciudad peruana de Cuzco. La siguen otras como «¿Por qué he muerto?» o «He dormido tanto», junto a movimientos de los párpados y la cabeza, pero no lleva pila alguna conectada al mecanismo, y así lo muestran a través de YouTube, llegando a popularizarse tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación.
Más de cien personas que han visto vídeos de la muñeca Peggy han sufrido alguna clase de malestar
No es el único juguete que trata de alcanzar la fama (o más bien sus propietarios) a través de esta plataforma. Si se debe nombrar a una muñeca capaz de causar daño a distancia, a través del monitor, y que sea conocida entre los usuarios amantes del misterio, esa es Peggy. Rubia y de intensos ojos azules, vestida de blanco, el que fue su dueño hasta 2015 sufría de terribles pesadillas con ella y hasta llegó a enfermar. Cuando llegaron las alucinaciones, recurrió a un sacerdote que no pudo ayudarle e hizo lo que creyó correcto: regalarla a la fundadora de Haunted Dolls, la investigadora Jayne Harris, quien no dudó en publicar, en el canal de YouTube HD Paranormal Research, algunos vídeos en los que experimentaba con ella.
Más de un centenar de personas que los vieron sufrieron fenómenos a distancia, desde bombillas que se fundían, dolores de cabeza y náuseas hasta un infarto que se produjo el 16 de marzo de ese año mientras la afectada iba en coche.
Con la ayuda de varios psíquicos, tras las reacciones negativas de Peggy a elementos religiosos, como un crucifijo, creen que está poseída por una mujer que nació en Holland Park, Londres, en 1946, y que murió por problemas respiratorios. También barajan la posibilidad de que se trate del espíritu de alguien que falleció en el Holocausto judío.
Cada vez es más frecuente que estos grupos de investigación muestren algunos de estos objetos embrujados o poseídos, pero se está poniendo de moda llevarlos a lugares de investigación para que funcionen como catalizador
Una noche de abril de 2019, los investigadores británicos Matt Wood y Craig Jones, recorren The Village of the Damned,4 un edificio abandonado en Mansfield, Nottinghamshire, que fue, en el pasado, matadero y almacén de malta, y donde moran diversos espectros, como el del señor Merryweather, propietario del almacén hasta 1835, o el de Catherine, una mujer que fue asesinada junto a su hijo. Para esta ocasión, llevan consigo una muñeca de porcelana, de 116 años de antigüedad, perteneciente a un compañero, Miki York. Se hacen un selfie con ella para subirlo a las redes, y se quedan perplejos ante la fotografía obtenida: está parpadeando, algo totalmente imposible, porque la muñeca tiene las cuencas vacías.
Janet (nombre que obtuvo York de la muñeca durante una sesión espiritista) perteneció, desde 1903, a la familia texana de una mujer llamada Julie. Esta contacta con el investigador a través de Twitter para darle la muñeca, que tiene encerrada en el desván, al sufrir malestar físico, como mareos y dolores de cabeza, y relata que puede escuchar sus pasos por esa planta. Se intentó recrear las condiciones del selfie, pero no han vuelto a conseguir una imagen donde Janet cierre los ojos.
Ivan Mourin es escritor, guionista y criminólogo. Autor de libros como Anatomía de las casas encantadas o Descendiendo hasta ell infierno: un paseo por el lado más oculto de Internet, ha colaborado en diferentes medios como Cuarto Milenio, la revista Más Allá o Clío Historia. Acaba de publicar Espiritismo Digital (Luciérnaga, 2021)
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