Josep Marimón y los crímenes de la Pobla de Ferran de 1928
En mayo de 1928 se sembró el caos y el pánico en la Pobla de Ferran, en Passanant y Beltall, cuando el vecino Josep Marimón cometió hasta 10 crímenes que acabaron con la vida de niños y mujeres.
Josep Marimón Carles, nacido en la Pobla de Ferran, cambió las vidas y la historia de esta entidad de población de Passanant y Beltall, un pequeño municipio situado en la Conca de Barberà (Tarragona). El día 19 de mayo de 1928, Marimón cometió uno de los crímenes masivos más trascendentes de la historia reciente de Cataluña, cuando mató a diez personas, la mayoría de ellas niños que no llegaban a los doce años. Tras realizar dicha atrocidad, huyó y se mantuvo invisible durante diez días, pero el equipo de búsqueda era tan grande (hasta 2000 personas fueron tras él) que le acabaron encontrando, escondido entre los campos de maíz.
El homicida tenía 26 años y era nativo de la Pobla de Ferran, y poco o nada hacía sospechar que podría atormentar a toda la población del modo en el que lo hizo. En 1921 se le llamó para realizar el servicio militar, y ahí se le agravó la tuberculosis que sufría en la columna vertebral. Apenas cuatro meses después de ingresar a la leva tuvo que abandonar, ya que la enfermedad se le extendió por toda la columna y la medula, una afección que se conoce médicamente como la enfermedad de Pott. Cabe mencionar que, en aquella época, la tuberculosis tenía unos efectos terribles y provocaba una alta mortalidad, especialmente en áreas rurales como la de esta historia. Tras operarse en 1923, Marimón sufre de una ligera cojera permanente y agarrotamiento del brazo izquierdo, además de ser obligado a llevar una coraza ortopédica para la columna. Esto, en consecuencia, hace que sufra un estado de desesperación y depresión indisimulables, mencionando incluso la posibilidad de suicidarse a algunos de sus vecinos.
Otro suceso que marcó la vida de Josep Marimón fue el constante rechazo de Marina Roca, una joven de la que estaba enamorado y a la que pidió matrimonio en numerosas ocasiones. Ella alegaba su rechazo a que usaba su enfermedad e incapacidad como excusa para un comportamiento perezoso. Al parecer, muchos vecinos reprochavan este comportamiento pasivo e incluso vago de Marimón, quien pasaba las horas tumbado o, a menudo, cazando pichones con su escopeta, afición que acabaría por convertirse en trampa mortal.
Su historia se convirtió en una leyenda local, que se contaba a los niños como si del hombre del saco se tratara: "No salgáis, no salgáis, que si no, vendrá Marimón". Esta advertencia sigue vigente hoy en día, que pasó de una advertencia durante los inicios del siglo XX a una frase hecha generalizada.
Los crímenes, huída y muerte
Hubo dos testigos que sobrevivieron al ataque de Marimón, por lo que su aportación explica y detalla la sucesión de los hechos, conjuntamente con la investigación policial que se llevó a cabo.
El día de los hechos, Antonia había hablado con Josep Marimón y no había notado nada raro en su comportamiento. Alrededor de las cuatro de la tarde, cuando la mayoría de la población estaba trabajando en el campo, Antonia dejó a sus hijos jugando con otros niños de los vecinos. Al volver, vio a Marimón con una hacha en la mano, pero no llegó a preguntarle para qué la quería.
Al parecer, Josep había invitado a los niños a que le acompañaran a ver cómo cazaba pichones. Cuando los tuvo reunidos, los mató a golpes de hacha y con la culata de la escopeta. Los cubrió con paja y procedió a cometer tres crímenes más; calle arriba se encontró con otra vecina y su hija, e hirió gravemente a la mujer y acabó con la vida de la hija con su hacha. Se detuvo en otra casa para disparar a otra vecina.
Antonia intuía que algo no iba bien, ya que su hija no acudía a su llamada. Mientras encontraba la desgracia originada por Marimón, este había ido a buscar otra escopeta, y se encontró con más niños a los que también invitó a a cazar pichones. Terminó con su vida y los ocultó en paja, y disparó a otro niño que lo vio todo e intentaba huir. El ruido del disparo llamó la atención de los alrededores, con lo que Marimón recogió sus cosas y huyó.
Se ocultó en una carbonera, pero estaba rodeado por 300 hombres durante el mismo día, que llegaron hasta 2000 durante los días siguientes. La altura de los campos de maíz le ayudaron a permanecer invisible durante casi diez días, y se alimentaba mayormente de aquello que encontraba, principalmente frutos secos. Josep Civit, jefe del grupo de somatenes (una institución catalana con fines parapoliciales), lo encontró y le disparó en la cabeza, matándole al instante.
El caso, tal y como comentábamos anteriormente, trascendió la historia y cultura del lugar, e incluso provocó la intervención de la Guardia Civil. Tuvo un gran eco a nivel nacional y numerosos medios de comunicación de alrededor del país narraban la historia. Tan grave y atroces fueron sus actos que hoy, casi un siglo después del suceso, seguimos rememorando una de las mayores masacres de la historia del país.
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