La esquina maldita de Ciudad de México
En México aseguran que una maldición lanzada por un conquistador español a su hermano, desencadenó un drama familiar y volvió un inmueble inhabitable desde hace 500 años.
El predio está ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, formando la esquina de las antiguas calles de República de Argentina y Guatemala, hoy a un costado del Museo del Templo Mayor. La historia es digna de una novela y comienza con la llegada de Gil González de Ávila a la recién conquistada Ciudad de México en 1524.
De acuerdo al “Tratado de Indias” (1598), a causa de “fraudes y malas artes”, González se hizo de las propiedades que su hermano Alonso de Ávila había ganado como conquistador. De ser una persona opulenta, Alonso cayó en tal desgracia que habría maldecido a su hermano en su lecho de muerte por ocupar la casa que le pertenecía. Casi enseguida, la maldición surtiría efecto.
La primera víctima fue el hijo menor de González que habría muerto ahogado en una letrina. La tristeza llevaría a su padre a la tumba en misteriosas circunstancias, sobreviviéndole 4 hijos: Beatriz (que al casarse huyó de ahí), María, Gil González de Benavides y Alonso. El tratado informa que María se habría enamorado del caballerango Arrutia, pero sus hermanos ofendidos le hicieron creer que había muerto y la ingresaron al convento de la concepción donde se suicidó en un naranjo tras enterarse del engaño y maldecir a los hermanos.
El espectro de María se le aparecía ahorcado a la monja pidiendo auxilio
En el archivo de la inquisición se lee que 10 años después, en 1564, se inició un juicio contra Sor Francisca de la Anunciación que “perdió el juicio de tal manera que fue necesario tenerla atada más de un mes” pues el espectro de María se le aparecía ahorcado en el convento pidiendo auxilio.
Y mientras eso ocurría en el convento, en la casona los hermanos se daban gran vida con otros hijos de conquistadores, entre ellos Martín Cortés. Torquemada narra que, en un sarao dentro de la casa, representaron el encuentro entre Cortés y Moctezuma, interpretando ellos al emperador. Ante los rumores de conspirar contra la corona, el 16 de julio de 1566, los asistentes fueron apresados y tras un sonoro juicio, solamente los hermanos Ávila fueron condenados a pena de muerte por decapitación.
Las autoridades demolieron la casona y echaron sal (para que de ahí en adelante nada creciese). Teniendo la autoridad el terreno, lo cedió a la construcción de la Real y Pontificia Universidad. Las actas universitarias afirman que, debido a constantes accidentes en la construcción, se optó por fundarla en otro inmueble a una cuadra de ahí. El solar fue ocupado por negocios que terminaban en la miseria, hasta que el afamado arquitecto de la Catedral Metropolitana, Melchor Pérez de Soto, lo ocupó en el siglo XVII donde ubicó su biblioteca (una de las más grandes e impresionantes del Nuevo Mundo).
De nuevo la historia vuelve a los archivos inquisitoriales, pues el arquitecto (víctima de envidias) fue acusado ante el santo oficio de tener en su colección, libros prohibidos. Era cierto; por tener libros de Kepler, Copérnico, Nostradamus y Albusamar, fue enviado a los calabozos de la inquisición y la biblioteca confiscada y quemada en su mayoría. En espera del juicio, De Soto murió asesinado por Cedillo, su compañero de celda, el 16 de marzo de 1655, y tres días después, Cedillo apareció ahorcado en una viga.
La lista de tragedias que rodean al predio continuó hasta entrado el siglo XX
Una viuda llevada a la demencia, una cantina clausurada frecuentemente, un soldado torturado en la intervención norteamericana; la lista de tragedias que rodean al predio continuó hasta entrado el siglo XX cuando fue adquirida por los hermanos Porrúa, que instalaron ahí parte de su colección de rarezas bibliográficas.
Cuando en 1978 se descubrió en la misma esquina el monolito de Coyolxauhqui (deidad mexica que la representa mutilada por su hermano Huitzilopochtli), la casona fue la primera en demolerse para abrir el Templo Mayor. Rafael Porrúa llevó su colección a una casa en Zona Rosa, que el terremoto de 1985 se encargó de desaparecer.
Es la afamada esquina maldita de la ciudad. Un secreto a voces que desde entonces permanece vacía, pues de toda la investigación arqueológica, aseguran que es el espacio más complicado de abrir y analizar por frecuente falta de recursos. De ella, existe aún la placa colocada en el virreinato por el juicio a los Ávila que condena el sitio a una eterna y muy curiosa maldición.
Comentarios
Nos interesa tu opinión