En busca del Arca de la Alianza
A lo largo de este tiempo son muchos los que han tratado de localizar, siguiendo unos métodos nada convencionales, el destino último de la reliquia. La creencia más arraigada entre los estudiosos del judaísmo es que podría estar oculta en algún lugar cercano del monte Moriá, al parecer con la intención de evitar su captura por parte de alguno de los muchos estados rivales del reino de Judá. Esa creencia además se vio reforzada en extraños escritos como el Apocalipsis de Baruc o el segundo Libro de los Macabeos.
Pues bien, la certeza de su existencia hizo que un variopinto grupo de aventureros se pusiesen a excavar en ese lugar prohibido para hacerse con su inigualable tesoro. Un ejemplo de ello es Meir Ben-Dov, que se puso a excavar en 1968 y en las inmediaciones de la Colina del Templo, con una finalidad puramente científica. Pero la polémica y la controversia no tardó en aparecer:
En primer lugar, el Alto Consejo Musulmán acusó al director de las excavaciones de ser un sionista radical cuyo objetivo era perforar la colina, para provocar el derrumbe de la mezquita de Al-Aqsa, y así tener espacio libre para construir el tercer templo. Por otro lado las autoridades religiosas judías se negaron a un hipotético hallazgo del Arca por no estar su pueblo preparado para la llegada de un nuevo Mesías, que según la tradición aparecería cuando el Arca decidiese mostrarse de nuevo al mundo.
De este modo Meir Ben-Dov mandó a todas las autoridades político-religiosas a tomar por saco, aparcando su proyecto para cuando sus ideas fuesen mejor comprendidas.
Pero hay más: entre las propuestas más pintorescas está la del psíquico Gerry Canon, que afirmó conocer la localización exacta del Arca en Egipto, gracias a su guía Mosec, un soldado fantasma egipcio que había recibido el encargo de robarla en tiempos faraónicos y que ahora, no se sabe muy bien por qué, había vuelto del más allá para revelarle la información después de unas sesiones espirituales.
Lo realmente increíble de esta historia es que más de uno se la creyó. Poco antes, a mediados del XIX, el joven oficial del ejército británico Charles Warren, fue nombrado por el Fondo para la Exploración de Palestina para excavar en la Colina del Templo en 1867. Pues bien, se encontró con la negativa de las autoridades turcas para dejarle excavar y decidió, armado de valor, deslizarse junto al resto de su equipo por el lado norte de la muralla.
Allí excavó un túnel para tratar de profundizar hasta llegar al corazón del Monte Moriá pero, desgraciadamente llamó la atención de los fieles que día tras día se agolpaban en el interior de la mezquita y tuvieron que salir corriendo mientras sobres sus cabezas se precipitaba una lluvia de piedras.
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