El sueño propició nuestra cognición
Los antropólogos David Samson y Charles Nunn, de la Universidad Duke, han investigado, mediante métodos estadísticos, la conducta del sueño de diversos primates y de los resultados de su encuesta deducen que la evolución ha hecho de los humanos una suerte de «durmientes de alto rendimiento».
La comparación con otros primates demuestra que Homo sapiens destaca entre las demás especies en lo que se refiere al descanso: pasa menos horas durmiendo y muestra una fase REM (movimiento rápido de ojos) más prolongada. Ello permite que dispongamos de más tiempo para adquirir y transmitir nuevas habilidades y conocimientos.
Entre otros resultados han hallado que si bien un lemur ratón gris duerme entre 14 y 17 horas al día, las personas tenemos suficiente con unas 7 horas de sueño diarias. Además, mientras que los lemures y los macacos solo necesitan un 5 por ciento de sueño REM para recuperarse, dicha fase ocupa un 25 por ciento de nuestro descanso.
Según Samson y Nunn, el paso de dormir en las ramas de un árbol a acostarse en el suelo ha facilitado el sueño de alto rendimiento (recuperación del organismo en poco tiempo).
Si bien acostarse en el suelo podía favorecer el ataque de predadores (pronto aprendieron a propiciar un ambiente seguro mediante el fuego), aumentaba la interacción social y fomentaba los grupos de población más numerosos. Esa reducción de las horas de descanso permitía períodos activos más prolongados para adquirir y transmitir habilidades y conocimientos novedosos.
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