El misterioso alfabeto de Alvão
¿Y si la escritura empezó en la Península ibérica?
Según las tesis oficiales, la aparición de la escritura se remonta alrededor del 3.200 antes de Cristo cuando, en la Baja Mesopotamia, se descubren los primeros textos relativos a la agricultura o el cuidado de los animales. Por esa razón, cuando mi buen amigo Francisco Mourão Corrêa me habló de un alfabeto en el museo de Vila Real, al norte de Portugal, con 17.000 años de antigüedad, di un respingo. De ser cierto, este artefacto –el OOPART más importante de la Península Ibérica- obligaría a reescribir la historia.
Y es que, las tesis actuales sitúan la llegada de la escritura a nuestras latitudes alrededor del 800 o 900 a.C. cuando los navegantes fenicios arribaron a las costas de la actual Cádiz y levantaron el templo de Melqart, grabando en sus columnas de bronce los gastos de construcción del santuario. Es lógico, el Catedrático de Historia Antigua del Próximo Oriente de la Universidad La Sapienza de Roma, Mario Liverani, recuerda que el nacimiento de la escritura, "tanto en Mesopotamia como en Egipto, guarda una relación muy estrecha con la administración y la economía del Estado".
Si las primeras estructuras sociales, las primeras ciudades-estado, surgieron en las grandes cuencas de los ríos Tigris y Éufrates (Mesopotamia), Nilo (Egipto), Indo (India) y Huang-ho o río Amarillo (China), es lógico pensar que la escritura se originara allí, porque era la forma que tenía la gente al cargo de la administración de dar pruebas de que su comportamiento era el correcto, así como la herramienta para dejar las normas y el legado a las futuras administraciones. Lo mismo ocurre con la medición del tiempo (Sumeria), la articulación del calendario (Egipto), la unificación de pesas y medidas (sumerios y babilonios) y la formulación de las primeras operaciones matemáticas, básicas para la construcción de edificios complejos.
La datación de 17.000 años del alfabeto conservado en Vila Real permitía relacionarlo, además, con otro hallazgo cercano: un calendario lunar del periodo magdaleniense encontrado en Galicia, concretamente en la cueva de Valdavara, en Becerreá. Escritura y la medición del tiempo eran signos evidentes de un progreso que se nos ha negado.
Entonces, ¿nació la civilización en la Península Ibérica? O, por el contrario, ¿suponían estos hallazgos que existió "otra humanidad" de la que hemos perdido el registro?
No es una idea baladí. Lo dejó escrito, por ejemplo, Estrabón quien atribuye a los tartessios leyes escritas en verso con una antigüedad de seis mil años. ¿Es que el registro histórico no tiene validez cuando discrepa del arqueológico? ¿Podía tener relación esa "humanidad perdida" con el mito de la Atlántida? Para salir de dudas, se imponía viajar a Portugal.
Las piedras de Alvão
En el Museo de Vila Real me recibe Mila Simões de Abreu, profesora del Instituto McDonald para la Investigación Arqueológica de la Universidad de Cambridge y una de las mayores especialistas de las llamadas piedras de Alvão, en la provincia de Trás-os-Montes. Estoy ansioso por ver con mis propios ojos los signos de escritura que son objeto de polémica desde hace más de un siglo. Debo ser cuidadoso. Si abordo la cuestión "atlante" es posible que la doctora me eche a patadas del museo.
La mujer, rolliza y con un peinado algo descuidado, despliega ante mis ojos dieciséis calcos que había tomado para la preparación de las nuevas salas del Museo Arqueológico Municipal. En ellas fue fácil distinguir figuras de animales, pequeños "hoyuelos" y los caracteres de un desconocido alfabeto. Estaba fascinado.
"Fueron hallados en 1884, en yacimientos megalíticos de la Serra do Alvão, por un profesor del colegio San Joaquim, José Isidro Brenha y por el párroco José Raphael Rodrigues." –Me explica en portugués. "Desde el punto de vista arqueológico, la investigación fue escrupulosa. Y ahí radica el problema –asegura- porque las piedras de Alvão se encontraban en túmulos intactos de la Edad de piedra (ver recuadro), en un estrato muy anterior al que les correspondería."
Fruncí el ceño.
"He encargado un análisis a Artur Abreu Sá, del departamento de Geología de la Universidad de Tras-os-Montes y Alto Douro y, aunque aún requieren mayor investigación, ahora ya es posible decir que en la mayoría de los casos, los grabados fueron realizados con instrumentos antiguos de metal".
En consecuencia –intervine- la datación no sería de la Edad de piedra, sino de la Edad de los metales. Sin embargo: ¿Cómo es posible que en un yacimiento INTACTO de la Edad de piedra aparezcan unas piedras de la EDAD DE LOS METALES? ¿Son un fraude moderno o es que viajaron en el tiempo?
Algo no encaja
En absoluto. Para la época, el trabajo de José Isidro Brenha y José Raphael Rodrigues fue extraordinario y sistemático.
Entonces –pensé- es como el anillo Ming encontrado por dos arqueólogos que estaban haciendo un documental con periodistas de la ciudad de Shangsi. Al quitar la tierra alrededor del ataúd descubrieron un anillo detenido a las 10:06 y fabricado en ¡¡¡Suiza!!! Un OOPART asombroso.
Más tarde, en Lisboa, tendría ocasión de dar fe de su metódico estudio de los descubridores del alfabeto de Alvão en un libro titulado "Os dolmens de Traz-os-Montes" donde rezaba lo siguiente:
"Encontramos en este dolmen: pequeños amuletos de piedra con forma de almendra (…) hachas, triangulares y distintos diseños de animales y escenas de vida primitiva; 7 pequeñas piedras irregulares y horadadas, halladas juntas en forma de collar. Los agujeros estaban llenos de una sustancia negra y untuosa que podría haber sido una correa de cuero (…); 10 piedras zoomórficas; 4 bustos de mujer; una pequeña pirámide triangular que presenta en dos de sus lados una cueva con rayos divergentes y, en las otras dos, la cara de un animal; una piedra que denominamos 'Arca de Noé' con nueve animales dibujados y otra pequeña piedra con caracteres; 2 amuletos agujereados con inscripciones, teniendo una de ellas el símbolo del sol (…)."
Nos dirigimos a la sala de exposición para contemplar las piedras, tres en concreto y un molde. "El resto se ha perdido" –se lamenta la profesora Simões.
No podía dar crédito a lo que oía. Unos objetos tan importantes ¿extraviados? No quise hacer sangre y me centré en la vitrina. Las piedras eran de granito. Una mostraba un dibujo tosco de un ser humano a lomos de un ciervo que parecía alejado de los cánones estéticos de la edad de los metales. Otra, con símbolos que me recordaban a la escritura íbero-tartéssica, presentaba un orificio, como si fuera un colgante, pero se me antojaba muy pesada para llevarla al cuello. Nada se sabe de su utilidad. Finalmente, una tercera era un molde realizado por los padres Brehna y Raphael. Una cuarta, modelaba una especie de ídolo que se adaptaba a la mano.
Otro polémico descubrimiento
Con más dudas que certezas fotografié las piedras y viajé a Mafra, cerca de Lisboa. Allí reside el profesor de la Creative University - IADE, Manuel J. Granda, que tenía ideas muy distintas.
Rodeados de miles de libros puso en mis manos un ejemplar incunable, de 1928, titulado L'authenticité d'Alvao: réponse à M. Dussaud donde el profesor Mendes Correa, famoso por su teoría del poblamiento de América desde Australia, desgrana las razones por las que las piedras del noroeste portugués son de la Edad de Piedra y componen un alfabeto. La clave, en su opinión, residía lejos de Portugal, concretamente en Glozel (Francia).
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