Magia y encantamientos de Siria y Mesopotamia
La magia y los encantamientos eran utilizados en Siria y Mesopotamia tanto por los brujos –considerados dañinos y asociales– como por los sacerdotes y adivinos, que solían estar organizados en corporaciones.
Las técnicas más frecuentes para realizar augurios o encantamientos–tras agasajar a los dioses protectores y patrocinadores de la adivinación, Shamash y Adad–, eran la hepatoscopia –observación del hígado–, la interpretación de los sueños –oniromancia– y la observación de los astros. En los tiempos sumerios más remotos, el examen de las entrañas de las víctimas era ya una práctica bastante habitual, principalmente de las vísceras de los cabritos. La interpretación de presagios a través de fenómenos astronómicos y atmosféricos también era habitual: por lo general se consideraba a los eclipses de luna especialmente funestos, así como cambios en la tonalidad del sol, lluvias de estrellas y cometas, así como a las tormentas –la lluvia y los relámpagos–. También se consideraban presagios relevantes los movimientos de distintos animales, como el vuelo de las aves o el reptar de las serpientes, y se hacían predicciones –normalmente nefastas– a partir de los partos anormales de animales y seres humanos. Asimismo, se podían inducir presagios observando la forma y el movimiento del humo del incienso o del aceite derramado sobre el agua contenida en una copa.
La oniromancia tenía singular importancia en Mesopotamia. Para la interpretación de los sueños, el sacerdote recibía el oráculo al lado de la estatua de la divinidad mientras dormía. Un ejemplo de este tipo es el de Gudea, patesi de Lagast en el 2200 a.C. que, según la tradición, recibió en sueños la orden de construir el templo del lugar con sus especificaciones arquitectónicas, algo que vemos repetido de forma muy similar en el Antiguo Testamento: por ejemplo, respecto al templo de Salomón, el profeta hebreo Natán recibió las indicaciones también por la noche durante el sueño.
Actos mágicos
La magia y la adivinación eran también importantes entre los hititas y los hurritas, y aunque sus procedimientos eran muy similares a los que se usaban en otros lugares de Mesopotamia, los hititas parece que tenían una técnica particular que consistía en la adivinación a partir de la observación del comportamiento de una serpiente o de un pez dentro de una tinaja. En Ugarit, la antigua religión cananea también manifestaba un fuerte componente mágico. En las ocasiones en que existían problemas para la sociedad, se realzaban sacrificios a la vez que un tipo de adivinación concreta cuando sufrían ataques enemigos o visualizaban lo que creían señales de peligro, como un eclipse solar. La adivinación se llevaba a cabo entonces por la lectura de las vísceras de los animales o los presagios leídos en las estrellas –astromancia–. Por ejemplo, se recogió la creencia de que si la luna en ascensión se ponía amarilla, el ganado perecería. Los ejemplos son innumerables.
Además, mediante la interpretación de las malformaciones en fetos humanos y animales también discernían el porvenir: si no tenía oreja derecha, el enemigo asolaría y destruiría el país; si no tenía patas traseras –el animal– la guardia se revelará contra el rey; si le falta la lengua el país se dispersará; por el contrario, si no tenía pata delantera sería el país enemigo el destruido; si el infante o la cría de algún animal no tenía bazo, el país pasaría hambre…
También se realizaba adivinación mediante la ordalía por el fuego o mediante el uso de narcóticos
También se realizaba adivinación mediante la ordalía por el fuego o mediante el uso de narcóticos en una suerte de antiguas práctica chamánicas: un medio para inducir una experiencia extática, un viaje mágico que arrojaba conocimientos sobre el futuro. También desde la reforma de Zoroastro, a pesar de que se condenó la magia y se persiguió a brujos y hechiceras, quedaron algunas reminiscencias de este tipo, sobre todo relacionadas con el uso de plegarias y conjuros contra el ataque de algún animal –la mordedura de serpientes a caballos, por ejemplo–. La profecía, además, permitía conocer el futuro: particularmente conocidos eran los profetas extáticos en Mari, así como entre los cananeos y los hebreos. Arrebatados por una suerte de frenesí, vaticinaban sobre el futuro, advirtiendo a sus soberanos y autoridades por encargo de los dioses. En Mesopotamia existía la raggimtu o “gritadora”, proclamadora del oráculo que, en una suerte de éxtasis –maju, “fuera de sí”–, era la equivalente mesopotámica de la pitonisa helénica.
Como sucedía con los oráculos de la Grecia clásica, en el templo de Ishtar en Arbela existían hombres-profetas que por boca de esta divinidad babilónica del amor y la fertilidad, la belleza y la fertilidad, asociada normalmente con la sexualidad, comunicaba oráculos en primera persona, pues el majju o eshshebu –“el que salta”– se consideraba como poseído por la propia Ishtar.
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