Científicos demuestran que no vivimos en Matrix
Durante los últimos años, diversos estudios apuntaban la inquietante posibilidad de que nuestra existencia, incluida la Tierra y el Universo en que vivimos, no era más que una sofisticada simulación extraterrestre.
Durante los últimos años, diversos estudios han apuntado la inquietante posibilidad de que nuestra existencia, incluida la Tierra, el Sistema Solar y el Universo en que vivimos, no sea más que una sofisticada simulación informática. Ahora, un equipo de físicos de la Universidad de Oxford demuestra, en un artículo recién publicado en Science Advances, que eso es materialmente imposible.
La vida y la realidad, afirman, no pueden consistir en una serie de simulaciones generadas por un superordenador extraterrestre.
Como explica Andrew Masterson en Cosmos, el hallazgo, que se produjo de forma fortuita, surgió a partir del descubrimiento de un nuevo enlace entre las anomalías gravitatorias y la complejidad computacional.
En su artículo, los físicos Zohar Ringel y Dmitry Kovrizhi, demuestran que construir una simulación informática de un fenómeno cuántico muy concreto, que tiene lugar en el interior de los metales, resulta imposible, no solo en la práctica, sino también en el plano teórico. Lo cual hace absolutamente imposible extrapolar la simulación a sistemas más complejos, y mucho menos al Universo en su totalidad.
En concreto, los investigadores trataron de ver si era posible utilizar una técnica conocida como Quantum Monte Carlo (una familia de algoritmos usados para la simulación de sistemas cuánticos) para estudiar el efecto Hall Cuántico, un fenómeno que se da en sistemas físicos que exhiben fuertes campos magnéticos y muy bajas temperaturas, y que se manifiesta como una corriente de energía que se ejecuta a través del gradiente de temperatura. El fenómeno indica una anomalía en la geometría del espacio-tiempo subyacente.
Los métodos Quanntum Monte Carlo utilizan un muestreo aleatorio para analizar los problemas cuánticos de muchos cuerpos en los que las ecuaciones involucradas no pueden resolverse de forma directa.
De esta forma, Ringel y Kovrizhi demostraron que cualquier intento de utilizar la técnica Monte Carlo para modelar sistemas que presentan anomalías (como el citado efecto Hall Cuántico) se hacen inviables. Y descubrieron, además, que la complejidad de la simulación aumenta exponencialmente a medida que crece el número de partículas que se quieren simular. Es decir, que la cantidad de potencia de cálculo necesaria se duplica cada vez que se añade una sola partícula, con lo que la tarea se vuelve rápidamente imposible.
De hecho, los investigadores calcularon que almacenar información y simular apenas un par de cientos de electrones requeriría un ordenador cuya memoria, físicamente, debería tener más átomos de los que existen en el Universo. Lo cual descarta por completo que todos nosotros pudiéramos estar viviendo una gigantesca simulación.
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