Cecil: el hotel más maldito de todos con los casos más extraños
Ya son décadas de historia y sucesos muy siniestros, lúgubres crímenes, estrellas y gángsteres. El Hotel Cecil es con diferencia de los hoteles donde más cosas extrañas han sucedido, llegando a acoger en sus pasillos una cantidad de historias que dejan los pelos de punta, como la de la actriz bautizada como la Dalia Negra, el satanista Ramírez o Elisa Lam, el último crimen sin resolver en circunstancias extrañas.
640 S. Main Street. Con más de 600 habitaciones, el Hotel Cecil fue construido en el corazón de la soleada capital de la costa oeste en 1927, un tiempo de grandes estrellas, gánsteres y crímenes sin resolver. Aunque fue erigido como lugar acogedor, con los años fue decayendo su fama, tornándose en lúgubre y decadente. Aquel que tenía dinero no se alojaba en el Cecil…
Su historia siniestra, que abarca varias décadas, comienza poco después de su construcción: tras el crack de 1929 y la Gran Depresión, en sus dependencias tuvieron lugar numerosos suicidios y crímenes, tantos, que hoy está considerado el hotel más maldito de toda la costa oeste.
En él residió durante un tiempo la tristemente célebre Elizabeth Short, bautizada por la prensa como "La Dalia Negra", una joven aspirante a actriz cuyo cuerpo apareció desnudo y descuartizado en un descampado de Los Ángeles, el 15 de enero de 1947. Nunca se descubrió a su asesino.
En 1962, una inquilina de nombre Pauline Otton saltó desde una ventana de la novena planta del Cecil. En su brutal caída, acabó con la vida de un pensionista. Ese mismo año, Julia Frances Moore, de 50 años, saltó desde la octava planta y su cuerpo impactó contra la barandilla del segundo piso. Apenas un par de años después, en 1964, una vendedora telefónica jubilada de nombre "Pigeon" Goldie Osgood, que llevaba tiempo residiendo en el Cecil, fue hallada muerta en su habitación: había sido violada, apuñalada y golpeada hasta la muerte. El crimen jamás fue resuelto.
La tétrica historia de este hotel inspiraría una de las últimas temporadas de la exitosa serie catódica American Horror Story –el ficticio Hotel Cortez–. Como si de un imán para los dementes se tratara, el Cecil, ya en lo que era considerado un barrio marginal –skid row–, donde se traficaba con drogas y se realizaba prostitución ilegal, dio cobijo a algunas de las mentes más retorcidas de la crónica negra de los últimos cuarenta años en los EEUU, lo que alentó su nefasta fama.
A mediados de los 80, se pudo ver en el hotel durante una buena temporada, antes de ser arrestado, a Richard Ramírez, alias "Night Stalker" –El Acosador Nocturno–. Uno de los empleados nocturnos del Cecil, Raoul Rodríguez, recordaría más tarde cómo un hombre que estaba seguro era Ramírez se alojó allí durante los meses de julio y agosto de 1985, en una habitación de la planta 14.
De origen mexicano, Ramírez acabó con la vida de 14 personas en Los Ángeles entre 1984 y 1985. A principios de los 90 el Cecil dio cobijo también a Jack Unterweger, un asesino en serie de origen australiano, de notables cualidades literarias, que acabó con la vida de 12 prostitutas utilizando su propio sostén para estrangularlas.
Tres de ellas se cree que murieron en el hotel de Los Ángeles. Hubo otros crímenes y agresiones en sus instalaciones, en 1988, en 1995, en 2010…
En un lugar con un historial así, no es raro que se hiciera presente la actividad "sobrenatural"; incluso, existen fotografías en Internet –no muy convincentes, todo sea dicho– en las que se pueden ver extrañas siluetas que han aparecido tras el revelado, una de ellas en el hall.
Una larga lista de hechos anómalos y ruidos sin explicación; incluso, algunos huéspedes aseguran haber sufrido intentos de estrangulamiento mientras dormían…
El caso más extraño tuvo lugar en el Cecil hace apenas unos años, en 2013. La joven canadiense de origen chino Elisa Lam, de 21 años, que sufría una depresión, decidió realizar un viaje por los EEUU.
Uno de los lugares que más anhelaba conocer era Los Ángeles, y allí recaló, instalándose en el peor hotel, en la peor calle de la ciudad. La tarde del 31 de enero, Elisa estuvo en una librería cercana, Last Bookstore, donde compró algunos libros y discos.
Regresó con sus compras al hotel, según declaró el personal que la vio entrar, pero ese mismo día algo pasó; no volvió a dar señales de vida. Sus padres alertaron a las autoridades pero ni rastro de la joven.
Dos semanas después, cuando la policía revisó los vídeos de vigilancia, los agentes se quedaron estupefactos con unas imágenes que circularían como la espuma por Youtube. En aquellos cortes se ve a Elisa, pocos días antes de su desaparición, actuando de una forma cuanto menos extraña en el interior de uno de los ascensores del Cecil: pulsaba los botones del elevador y salía y entraba varias veces a su interior, muy inquieta.
Además, daba la sensación de que hablaba con alguien, aunque en las imágenes no se apreciaba figura alguna. Al poco, Elisa salía del ascensor, y nada más se supo. En febrero, los inquilinos del Cecil comenzaron a dar quejas en recepción sobre el color y el sabor del agua que manaba de los grifos y la ducha, y sobre el mal olor y sabor de la misma.
El personal de mantenimiento fue a revisar los tanques de la azotea y descubrió un cuerpo en descomposición. Cuando las autoridades se llevaron el cadáver y le realizaron la autopsia, corroboraron que era el cuerpo de Elisa y que llevaba 19 días sumergido en el depósito.
A partir de entonces cogió fuerza la hipótesis del suicidio e incluso del asesinato, aunque ninguna de las dos se pudo corroborar. El cuerpo, a pesar del mal estado, no mostraba signos de violencia, ni tampoco se encontraron rastros de ningún tipo de sustancia, drogas o alcohol, que hubiesen podido explicar un episodio de brote psicótico.
En cuanto al suicidio, según se hacía eco el diario La Vanguardia el 30 de enero de 2017, los investigadores afirmaron que era casi imposible que la joven tuviera acceso a los depósitos del tejado. Los recepcionistas aseguraron que "el tanque no tenía fácil acceso y estaba cerrado con llave. Además, la tapa pesa considerablemente", algo extraño para una chica que no debía pesar más de 50 kilos.
Es más, los bomberos tuvieron que optar por hacer un orificio en el tanque para sacar el cuerpo. Incluso, había un dispositivo de alarma que nunca se activó. Cómo no, la hipótesis paranormal no tardó en copar las RRSS: se habló de una entidad invisible y agresiva que estaría acosando a Elisa en el ascensor; dicha entidad habría sido la responsable de llevarla a la azotea…
Demasiado poder, no obstante, para un ente descarnado. Otra hipótesis es que pudo haber sido víctima de una posesión demoníaca que acabó en suicidio… Muchos relacionaban a Richard Ramírez con el satanismo, pero era imposible que éste tuviera algo que ver: Ramírez permanecía en la cárcel, donde llevaba 23 años esperando la pena capital.
Curiosamente, moría en prisión el mismo año del caso Lam, el 7 de junio de 2013, a los 53 años. Más leña que arrojar al fuego de lo extraño.
Circularon ideas aún más peregrinas: que Lam formara parte de una retorcida conspiración del gobierno con ingredientes tan sugerentes como experimentos con humanos y secretos de Estado. Un año más tarde, sin pruebas evidentes y ante la falta de testimonios fehacientes, la policía estatal archivó el caso. Cinco años después, el caso de Elisa Lam es considerado el mayor misterio de la década en los EEUU.
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