Misterios del Quijote (II): ¿Primer retrato de don Quijote?

La conexión cervantina de Argamasilla de Alba (Ciudad Real) se remonta a 1765 cuando se traza el Mapa de una porción del Reino de España que comprende los pasajes por donde anduvo Don Quijote y los sitios de sus aventuras por parte del cartógrafo don Tomás López y el capitán de ingenieros Jose de Hermosilla a instancias del rey Carlos III. Este mapa será incluido por la Real Academia Española en la edición del Quijote de 1780, identificando Argamasilla de Alba como el mítico lugar del que Cervantes no quiso acordarse…

El hecho de que Alonso Fernández de Avellaneda en su Quijote apócrifo se refiriera a la "noble villa de Argamasilla" como la "patria feliz del hidalgo caballero" y la ausencia de una réplica por parte de Cervantes, sería prueba más que suficiente. A partir de ahí, una tradición iniciada en 1737 por Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781), bibliotecario de Felipe V, perpetuada de padres a hijos, y que se refiere al cautiverio de Miguel de Cervantes en Argamasilla de Alba. Sin necesidad de citar documento alguno, una biografía de 1819 escrita por Martín Fernández de Navarrete sazona la leyenda del supuesto cautiverio de Cervantes para ubicarlo en la famosa cueva de Medrano entre 1602 y 1603.

¿En quién se inspiró Cervantes para imaginar a Don Quijote?

Quiere la tradición oral que, por aquellas fechas, llegara Cervantes como recaudador de alcabalas o impuestos. Como toda leyenda que se precie, la pátina romántica ribeteada en torno a la prisión del autor del Quijote solo puede otorgarla un galanteo amoroso, como el que éste habría profesado hacia la sobrina (otras fuentes apuntan a que se trataba de una hermana) de uno de los más ilustres e influyentes vecinos de Argamasilla: un hidalgo de noble alcurnia llamado don Rodrigo Pacheco y Avilés de Sotomayor, marqués de Torre Pacheco. ¿Quién era este tal don Rodrigo Pacheco? Para responder a esta pregunta debemos visitar la Iglesia de San Juan Bautista…

CERVANTES, ¿CAUTIVO EN LA CUEVA DE MEDRANO?

En un altar lateral encontramos un enigmático lienzo que nos muestra la Virgen de la Caridad de Illescas descendiendo sobre una nube flanqueada por los santos patronos San José y un pretendido San Mateo. En la parte inferior del cuadro encontramos a un hidalgo de cuello encorsetado rostro alargado, barba cervantina y mirada entre melancólica e inquisitiva. Se trata del propio don Rodrigo Pacheco. En la parte baja de la madera del marco, puede leerse: "Apareció Nuestra Señora a este caballero estando malo de una enfermedad gravísima, desamparado de los médicos víspera de San Mateo, año MDCI encomendándose a esta Señora y prometiéndole una lámpara de plata llamándola día y noche de un gran mal que tenía en el celebro de una gran frialdad que se le cuajó dentro". ¿Les suena?

En la tradición oral de Argamasilla de Alba, a don Rodrigo Pacheco se le presenta como un personaje con perfil de hidalgo y que era conocido entre los vecinos por la extravagancia de sus costumbres y su perturbado comportamiento. Fue precisamente en uno de sus arrebatos de locura –si hacemos caso a la versión que los propios argamasilleros contaron al propio Azorín cuando escribió La ruta del Quijote (1905)–, y estimando inoportuno el piropo con el que Cervantes pretendía halagar la belleza de una de sus sobrinas, condenó a éste recluyéndolo en la cueva de Medrano. Para más inri en este cúmulo de casualidades, quiere la leyenda tejida en Argamasilla de Alba que la sobrina se llamara justamente Aldonza de Ayala, el mismo nombre (Aldonza) que luego inspiraría el de Dulcinea del Toboso... Por supuesto que no hay documento histórico que refrende esta leyenda, pero su tradición ya está lo suficientemente arraigada como para continuar manteniendo este lugar como uno de los enclaves más destacados de la ruta del Quijote…