Lugares mágicos
01/06/2005 (00:00 CET)
Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
El primer viaje
Estaba en Estambul, tomando un té de manzana y saboreando el humo del narguile, cuando sonó el teléfono. Al otro lado escuché la voz de David E. Sentinella Apenas pronunció una sola palabra, pero su tono de voz me lo dijo todo. "¿Se ha muerto?", le pregunté. "Esta madrugada", me contestó. No hizo falta hablar más. Colgué; la voz del almoacín que llamaba a la oración en la sagrada ciudad de Estambul
Na oleada de inmenso dolor, mezclada con una extraña sensación de vacío y soledad me invadió. Y ahora, ¿qué vamos a hacer sin él? Parece mentira como algunas personas llenan tu vida sin necesidad de verlas a diario; sabes que están allí siempre presentes ¡Están
y no necesitas más!
Entrando en el más allá
Nunca seré capaz de describir esa intensa emoción con la que esperaba la tarde de los domingo, sentado frente al televisor. Corría el año 1976 y, aunque yo ya llevaba varios años hablando en la radio de todos estos temas, encontrarme en la pequeña pantalla con el Dr. Jiménez del Oso era una apasionante aventura y, además, una manera de corroborar que no estaba loco. Tarde a tarde, gracias al programa Más allá, una generación de españolitos comenzó a oír hablar de extraterrestres, de fantasmas, del espiritismo, de vida después de la muerte y de otros tantos misterios.
En mi caso era aún más emocionante. ¡Por fin había alguien que hablaba "mi idioma", que comprendía el mundo como yo; que desentrañaba misterios que me apasionaban! Los que no pudieron verlo, jamás sabrán lo que se perdieron. Y todo se lo debíamos a Fernando. Esa es una de mis grandes deudas contigo.
Encuentros cercanos
Corrían los años setenta y en España estábamos viviendo un tiempo convulso. Eran los años del gran cambio, y eso se empezaba a notar en las calles y en los medios de comunicación. Hablar de asuntos misteriosos era aún una herejía, un pecado, casi un delito. Recuerdo que para localizar libros de estos temas había que ir a una pequeña librería detrás de Plaza de España, en Madrid, y por medio de una contraseña, entrar en la trastienda, donde se guardaban como tesoros volúmenes de espiritismo, de masonería, de brujería Mientras elegías, tenías que estar atento, no fuera que llegara algún "secreta" que, si te pillaba, te empapelaba una temporada en la cárcel por masón o por maleante.
Era toda una aventura ilegal llenarse el espíritu de aire nuevo. Por entonces yo ya me había atrevido a hacer el primer programa de radio dedicado al misterio. Fue en la emisora Radio Juventud de Madrid. La radio, como todo, había empezado a llenarse de esperanza, aunque aún había que pasar censura de los guiones y avisar con anterioridad de los temas que ibas a tratar.
Tuvo que pasar un tiempo hasta que localicé el teléfono del doctor. Le llamé, hablamos, nos conocimos personalmente, y contagiado por la fiebre del misterio, me atreví a invitarle para que viniera a Radio Juventud. Fernando aceptó enseguida; la emoción fue tan intensa que nunca podré olvidarlo. ¡Iba a tener, por primera vez, a un invitado de peso en mi modesto programa! Lo recuerdo con esas bolsas en los ojos, fumando como un carretero, con la voz ronca y contando cosas que me apasionaban.
Le debí gustar, porque se hizo un asiduo del programa y, al poco tiempo, comencé a conocerle más en profundidad. Lo que parecía distancia, se convirtió en proximidad, calor y una amistad sincera de esas que te hacen compartir las mejores cosas de la vida. En aquellas primeras charlas descubriríamos la vida después de la vida, las visitas extraterrestres, el mundo desconocido de mas allá de los mares, y los misterios de un país recogido en sí mismo como era España. A partir de entonces, de su mano, comencé un apasionante viaje de descubrimientos insólitos. Recuerdo que sentía por él una mezcla de sincero cariño, unida a una infinita envidia por todo lo que había vivido, los lugares que había visitado, los misterios que había sentido y tocado con sus manos Eso hizo que se convirtiera en mi mentor, mi guía y, sobre todo, en el que abrió las puertas del misterio.
Recuerdo que en uno de tus documentales me enseñaste dónde se encontraba "la piedra que hablaba". Enfebrecido, contagiado y "por tu culpa" me marché tras tus huellas a buscar el misterio del bastón de mando
El bastón de mando
Aproveché un viaje a Brasil para escaparme hasta la vecina Argentina. Allí, como un verdadero reportero así me sentía entonces, llegué al barrio de San Isidro, en Buenos Aires, y me presente en la casa del Dr. Guillermo Terrera, el depositario del bastón, toda una autoridad en el mundo universitario latinoamericano. Recuerdo vivamente la sensación de estar entrevistándole en su casa. Me sentía un ser privilegiado y, mucho más, cuando después de una larga y apasionante charla, el Dr. Terrera accedió a enseñarme tan enigmático objeto de culto. Cuando lo tuve entre mis manos, cuando sentí su energía por primera vez, casi me desmayo. Estaba frente a uno de los más grandes objetos de poder de la historia, algo que las mismas huestes de Hitler habían buscado, sin dar con su paradero. Y yo, pobre e infeliz mortal, un modesto aprendiz de periodista, lo tenía entre mis manos y eso también te lo debo a ti mi añorado doctor.
Años después, en otro de mis viajes al Cono Sur, tuve la oportunidad de encontrarme con Guillermo Terrera hijo, y volví a estrechar ese instrumento de poder. En esa ocasión, la historia fue aún más lejos y el azar me vinculó de por vida a esa "piedra que hablaba". Guillermo Terrera, al descubrir mi sincero y entregado interés por tal objeto, me nombró depositario en Europa del bastón de mando. Según sus propias palabras: "Tú serás el único que podrás hablar con propiedad del bastón, el único en Europa, y lo que digas estará bien dicho ", y eso querido Fernando, fue "culpa tuya".
La diosa Sekhmet
Fernando me había dado, sin saberlo, el conocimiento de que existían destinos mágicos que eran inevitables para los que, como yo, se hacen demasiadas preguntas acerca de la vida, de la historia, del significado del mundo. Así descubrí Egipto, un destino obligado para la gente que transita por el "camino de la conciencia". No era mi primer viaje. Tanto Fernando como yo, habíamos viajado en algunas ocasiones al país de los faraones, disfrutando de sus misterios y descubriendo en cada viaje una nueva puerta que se abría hacia lo desconocido. Y fue en uno de ellos cuando vi al Doctor "acongojarse" ante una figura. Ocurrió en la capilla de la misteriosa diosa Sekhmet.
Oculta a las miradas se encuentra una pequeña capilla apartada de las sendas trazadas, donde te pones cara a cara con una de las figuras más misteriosas del antiguo Egipto. Se trata de la Diosa Sekhmet, mitad mujer, mitad leona. Representa al arquetipo de la destrucción regeneradora. Durante cientos de años fue una de las diosas más veneradas del enigmático imperio egipcio. Milenios después, una nueva corriente de devoción la hizo resucitar llamando a los nuevos peregrinos que nos acercábamos hasta su pequeña capilla en Luxor. Así, un día, de visita en el templo, planeamos separarnos del grupo y dirigirnos a visitar a la diosa. Y así lo hicimos. Tras unos pocos metros llegamos a la puerta de entrada. Enseguida nos acercamos y propuse al pequeño grupo que nos acompañaba que cada uno entrara solo a la estancia, sirviéndoles yo de guía en su interior para facilitarles algunas explicaciones. Eran tres pequeñas habitaciones.
Nada más acceder había una pequeña estatua sin cabeza que representa al Pthat, el señor de las sombras, el marido de la diosa. A la izquierda hay otra pequeña estancia vacía. Fernando entró en la capilla, vio la primera sala, visitó la segunda y, acostumbrado ya a la poca luz, le invité a acceder a ver a la diosa en la de la derecha. Le dejé solo mientras me mantenía a pocos metros de él. Dio unos pocos pasos en la entrada y escuché una sonora exclamación Un Fernando impresionado, y hasta asustado, abría mucho los ojos mientras trataba de comprender lo que veía. La estatua es de las más impresionantes del planeta. Cuando penetras en su capilla se sienten miles de sensaciones. La primera de sorpresa e, incluso, de terror Parece que aquella figura estática cobrara vida y se te echara encima. Tras lo primeros momentos, comienzas a acostumbrarte a la luz y, pasada la impresión, ya recobras fuerzas para seguir. Más cerca, descubres la impresionante figura de la diosa leona... Una Diosa que con la mirada te puede devorar y deshacer. Pero aquel día, tras el susto inicial, fue compasiva y nos mostró su cara más amable.
El otro México
Gracias a mis contactos anteriores ya había conocido gente en el país, un grupo de guerreros del Arco Iris, mexicas que me acogieron en su hermandad y con los que habría de recorrer un camino espiritual y de conocimiento.
Fernando ya me había abierto las puertas de algunos de esos lugares. Su serie de televisión El otro México me hizo conocer lugares como la "Calzada de los Muertos", la Pirámide del Sol y de la Luna, Teotihuacán, la basílica de la Virgen de Guadalupe y su misterio y muchos otros. No obstante no fue hasta esa intensa experiencia cuando me di cuenta de la extraña unión que mantenía con él.
Me habían invitado en Xochimilco, a las afueras del DF, a una ceremonia de los guerreros del Arco Iris, un antiguo y ancestral rito de Temascal. El ritual comenzó enseguida. Me esperaban 21 piedras al rojo vivo que, tras ser sacadas del " fuego sagrado", iban siendo introducidas en el interior del tipi ceremonial.
Dentro, una anciana guerrera nos cuidaba junto a una decena de hombres. Algunos recibían su primera iniciación, como yo, y otros ya estaban curtidos en el ritual. Llegó un momento en que el calor era tan insoportable, que sentí que la sangre me hervía en la venas. El sudor me cubría todo el cuerpo desnudo, y cuando creí que ya no podía más, la anciana nos dijo: "No luchéis, no os enfrentéis al fuego; utilizar su energía para transmutar vuestra alma, para doblegar orgullo y ego. Ese es el camino para encontraros a vosotros mismos".
Aquellas palabras, cuando estaba apunto de desfallecer y de entregarme para que me sacaran de aquel infierno, hicieron su efecto, y todo el calor, todo el agobio, todo el sufrimiento, se convirtió en combustible para uno de los viajes más alucinantes que jamás he realizado. En ese momento comenzaron a desfilar ante mi situaciones que había vivido a lo largo de mi vida; imágenes clarísimas de antiguos compañeros a los que ni siquiera recordaba fueron saliendo del fondo de mi mente. Los tenía frente a mi, tan reales que pude hablar con ellos y saldar viejas cuentas pendientes.
Y como siempre, sigues siendo el primero; te has ido por esa senda que conduce al mas allá, al infinito. Seguro que ya estarás comprendiendo y aprendiendo las respuestas a todas esas preguntas que aquí no tenías. Seguro que estás sonriendo Y aquí la vida sigue, y los que te amamos, seguiremos tu estela de luz en esos nuevos viajes que acabas de comenzar. Mientras, agradezco a la vida el regalo que me dio de trabajar y vivir un pequeño tiempo a tu lado.
Seguiremos tu estela de luz en ese último viaje O en el primero de muchos más.
Gracias Fernando.
Entrando en el más allá
Nunca seré capaz de describir esa intensa emoción con la que esperaba la tarde de los domingo, sentado frente al televisor. Corría el año 1976 y, aunque yo ya llevaba varios años hablando en la radio de todos estos temas, encontrarme en la pequeña pantalla con el Dr. Jiménez del Oso era una apasionante aventura y, además, una manera de corroborar que no estaba loco. Tarde a tarde, gracias al programa Más allá, una generación de españolitos comenzó a oír hablar de extraterrestres, de fantasmas, del espiritismo, de vida después de la muerte y de otros tantos misterios.
En mi caso era aún más emocionante. ¡Por fin había alguien que hablaba "mi idioma", que comprendía el mundo como yo; que desentrañaba misterios que me apasionaban! Los que no pudieron verlo, jamás sabrán lo que se perdieron. Y todo se lo debíamos a Fernando. Esa es una de mis grandes deudas contigo.
Encuentros cercanos
Corrían los años setenta y en España estábamos viviendo un tiempo convulso. Eran los años del gran cambio, y eso se empezaba a notar en las calles y en los medios de comunicación. Hablar de asuntos misteriosos era aún una herejía, un pecado, casi un delito. Recuerdo que para localizar libros de estos temas había que ir a una pequeña librería detrás de Plaza de España, en Madrid, y por medio de una contraseña, entrar en la trastienda, donde se guardaban como tesoros volúmenes de espiritismo, de masonería, de brujería Mientras elegías, tenías que estar atento, no fuera que llegara algún "secreta" que, si te pillaba, te empapelaba una temporada en la cárcel por masón o por maleante.
Era toda una aventura ilegal llenarse el espíritu de aire nuevo. Por entonces yo ya me había atrevido a hacer el primer programa de radio dedicado al misterio. Fue en la emisora Radio Juventud de Madrid. La radio, como todo, había empezado a llenarse de esperanza, aunque aún había que pasar censura de los guiones y avisar con anterioridad de los temas que ibas a tratar.
Tuvo que pasar un tiempo hasta que localicé el teléfono del doctor. Le llamé, hablamos, nos conocimos personalmente, y contagiado por la fiebre del misterio, me atreví a invitarle para que viniera a Radio Juventud. Fernando aceptó enseguida; la emoción fue tan intensa que nunca podré olvidarlo. ¡Iba a tener, por primera vez, a un invitado de peso en mi modesto programa! Lo recuerdo con esas bolsas en los ojos, fumando como un carretero, con la voz ronca y contando cosas que me apasionaban.
Le debí gustar, porque se hizo un asiduo del programa y, al poco tiempo, comencé a conocerle más en profundidad. Lo que parecía distancia, se convirtió en proximidad, calor y una amistad sincera de esas que te hacen compartir las mejores cosas de la vida. En aquellas primeras charlas descubriríamos la vida después de la vida, las visitas extraterrestres, el mundo desconocido de mas allá de los mares, y los misterios de un país recogido en sí mismo como era España. A partir de entonces, de su mano, comencé un apasionante viaje de descubrimientos insólitos. Recuerdo que sentía por él una mezcla de sincero cariño, unida a una infinita envidia por todo lo que había vivido, los lugares que había visitado, los misterios que había sentido y tocado con sus manos Eso hizo que se convirtiera en mi mentor, mi guía y, sobre todo, en el que abrió las puertas del misterio.
Recuerdo que en uno de tus documentales me enseñaste dónde se encontraba "la piedra que hablaba". Enfebrecido, contagiado y "por tu culpa" me marché tras tus huellas a buscar el misterio del bastón de mando
El bastón de mando
Aproveché un viaje a Brasil para escaparme hasta la vecina Argentina. Allí, como un verdadero reportero así me sentía entonces, llegué al barrio de San Isidro, en Buenos Aires, y me presente en la casa del Dr. Guillermo Terrera, el depositario del bastón, toda una autoridad en el mundo universitario latinoamericano. Recuerdo vivamente la sensación de estar entrevistándole en su casa. Me sentía un ser privilegiado y, mucho más, cuando después de una larga y apasionante charla, el Dr. Terrera accedió a enseñarme tan enigmático objeto de culto. Cuando lo tuve entre mis manos, cuando sentí su energía por primera vez, casi me desmayo. Estaba frente a uno de los más grandes objetos de poder de la historia, algo que las mismas huestes de Hitler habían buscado, sin dar con su paradero. Y yo, pobre e infeliz mortal, un modesto aprendiz de periodista, lo tenía entre mis manos y eso también te lo debo a ti mi añorado doctor.
Años después, en otro de mis viajes al Cono Sur, tuve la oportunidad de encontrarme con Guillermo Terrera hijo, y volví a estrechar ese instrumento de poder. En esa ocasión, la historia fue aún más lejos y el azar me vinculó de por vida a esa "piedra que hablaba". Guillermo Terrera, al descubrir mi sincero y entregado interés por tal objeto, me nombró depositario en Europa del bastón de mando. Según sus propias palabras: "Tú serás el único que podrás hablar con propiedad del bastón, el único en Europa, y lo que digas estará bien dicho ", y eso querido Fernando, fue "culpa tuya".
La diosa Sekhmet
Fernando me había dado, sin saberlo, el conocimiento de que existían destinos mágicos que eran inevitables para los que, como yo, se hacen demasiadas preguntas acerca de la vida, de la historia, del significado del mundo. Así descubrí Egipto, un destino obligado para la gente que transita por el "camino de la conciencia". No era mi primer viaje. Tanto Fernando como yo, habíamos viajado en algunas ocasiones al país de los faraones, disfrutando de sus misterios y descubriendo en cada viaje una nueva puerta que se abría hacia lo desconocido. Y fue en uno de ellos cuando vi al Doctor "acongojarse" ante una figura. Ocurrió en la capilla de la misteriosa diosa Sekhmet.
Oculta a las miradas se encuentra una pequeña capilla apartada de las sendas trazadas, donde te pones cara a cara con una de las figuras más misteriosas del antiguo Egipto. Se trata de la Diosa Sekhmet, mitad mujer, mitad leona. Representa al arquetipo de la destrucción regeneradora. Durante cientos de años fue una de las diosas más veneradas del enigmático imperio egipcio. Milenios después, una nueva corriente de devoción la hizo resucitar llamando a los nuevos peregrinos que nos acercábamos hasta su pequeña capilla en Luxor. Así, un día, de visita en el templo, planeamos separarnos del grupo y dirigirnos a visitar a la diosa. Y así lo hicimos. Tras unos pocos metros llegamos a la puerta de entrada. Enseguida nos acercamos y propuse al pequeño grupo que nos acompañaba que cada uno entrara solo a la estancia, sirviéndoles yo de guía en su interior para facilitarles algunas explicaciones. Eran tres pequeñas habitaciones.
Nada más acceder había una pequeña estatua sin cabeza que representa al Pthat, el señor de las sombras, el marido de la diosa. A la izquierda hay otra pequeña estancia vacía. Fernando entró en la capilla, vio la primera sala, visitó la segunda y, acostumbrado ya a la poca luz, le invité a acceder a ver a la diosa en la de la derecha. Le dejé solo mientras me mantenía a pocos metros de él. Dio unos pocos pasos en la entrada y escuché una sonora exclamación Un Fernando impresionado, y hasta asustado, abría mucho los ojos mientras trataba de comprender lo que veía. La estatua es de las más impresionantes del planeta. Cuando penetras en su capilla se sienten miles de sensaciones. La primera de sorpresa e, incluso, de terror Parece que aquella figura estática cobrara vida y se te echara encima. Tras lo primeros momentos, comienzas a acostumbrarte a la luz y, pasada la impresión, ya recobras fuerzas para seguir. Más cerca, descubres la impresionante figura de la diosa leona... Una Diosa que con la mirada te puede devorar y deshacer. Pero aquel día, tras el susto inicial, fue compasiva y nos mostró su cara más amable.
El otro México
Gracias a mis contactos anteriores ya había conocido gente en el país, un grupo de guerreros del Arco Iris, mexicas que me acogieron en su hermandad y con los que habría de recorrer un camino espiritual y de conocimiento.
Fernando ya me había abierto las puertas de algunos de esos lugares. Su serie de televisión El otro México me hizo conocer lugares como la "Calzada de los Muertos", la Pirámide del Sol y de la Luna, Teotihuacán, la basílica de la Virgen de Guadalupe y su misterio y muchos otros. No obstante no fue hasta esa intensa experiencia cuando me di cuenta de la extraña unión que mantenía con él.
Me habían invitado en Xochimilco, a las afueras del DF, a una ceremonia de los guerreros del Arco Iris, un antiguo y ancestral rito de Temascal. El ritual comenzó enseguida. Me esperaban 21 piedras al rojo vivo que, tras ser sacadas del " fuego sagrado", iban siendo introducidas en el interior del tipi ceremonial.
Dentro, una anciana guerrera nos cuidaba junto a una decena de hombres. Algunos recibían su primera iniciación, como yo, y otros ya estaban curtidos en el ritual. Llegó un momento en que el calor era tan insoportable, que sentí que la sangre me hervía en la venas. El sudor me cubría todo el cuerpo desnudo, y cuando creí que ya no podía más, la anciana nos dijo: "No luchéis, no os enfrentéis al fuego; utilizar su energía para transmutar vuestra alma, para doblegar orgullo y ego. Ese es el camino para encontraros a vosotros mismos".
Aquellas palabras, cuando estaba apunto de desfallecer y de entregarme para que me sacaran de aquel infierno, hicieron su efecto, y todo el calor, todo el agobio, todo el sufrimiento, se convirtió en combustible para uno de los viajes más alucinantes que jamás he realizado. En ese momento comenzaron a desfilar ante mi situaciones que había vivido a lo largo de mi vida; imágenes clarísimas de antiguos compañeros a los que ni siquiera recordaba fueron saliendo del fondo de mi mente. Los tenía frente a mi, tan reales que pude hablar con ellos y saldar viejas cuentas pendientes.
Y como siempre, sigues siendo el primero; te has ido por esa senda que conduce al mas allá, al infinito. Seguro que ya estarás comprendiendo y aprendiendo las respuestas a todas esas preguntas que aquí no tenías. Seguro que estás sonriendo Y aquí la vida sigue, y los que te amamos, seguiremos tu estela de luz en esos nuevos viajes que acabas de comenzar. Mientras, agradezco a la vida el regalo que me dio de trabajar y vivir un pequeño tiempo a tu lado.
Seguiremos tu estela de luz en ese último viaje O en el primero de muchos más.
Gracias Fernando.
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