El sarcófago que se niega a emerger de las aguas
El lujoso sarcófago del faraón Micerinos duerme en las profundidades frente a la costa de Cartagena y parece que una maldición evita reflotarlo.
Desde hace casi 200 años, el sarcófago del faraón Micerinos reposa en España, concretamente frente a las costas de Cartagena, pero ¿cómo llegó hasta aquí y por qué no se ha rescatado todavía?
La historia es digna de una maldición. Vayamos por partes.
El hallazgo de este sarcófago de basalto de 2,43 metros de largo, 0,94 de alto y 0,88 de ancho es obra del coronel Richard William Howard Vyse.
Llegó a Egipto en diciembre de 1835 y no precisamente como arqueólogo. A sus 51 años, Vyse había disfrutado de una distinguida carrera militar y de más de una década en el Parlamento británico. Era un hombre devotamente religioso y había viajado hasta el país de los faraones en un intento por relacionar las pirámides con los textos bíblicos.
El coronel estaba convencido de que, de algún modo, las pirámides tenían que ver con la llegada a Egipto del patriarca José y los hebreos, que habían sido identificados por Flavio Josefo con los hicsos de los que hablaba Manetón en su Historia de Egipto, escrita en el siglo III a.C.
Como ahora, la meseta de Giza era entonces parada obligada para cualquier viajero y Vyse quedó fascinado con las pirámides. Se sorprendió al saber que solo se habían descubierto pasajes y cámaras en una pequeña parte del espacio interior de la Gran Pirámide y de la de Kefrén, y que no se sabía de ninguna entrada a la pirámide de Micerinos, la más pequeña con diferencia del gran trío y la única que aún no había revelado ningún espacio interior.
Y, ni corto ni perezoso decidió utilizar la pólvora para abrirse camino a través del centro de la pirámide. A modo de atajo, comenzó en un enorme y feo corte vertical en la cara norte aún visible y que, según la leyenda local, es producto de un esfuerzo finalmente infructuoso durante la Alta Edad Media para recolectar su piedra.
Pero el acceso era mucho más fácil y se desveló un par de meses más tarde cuando los obreros limpiaron la arena y los escombros amontonados en la base de la cara norte de la pirámide. Así el 29 de julio de 1837 descubrieron una entrada pequeña que daba acceso al interior.
Vyse llegó hasta la cámara funeraria, donde encontró un sarcófago sin tapa, adornado con lo que se conoce como una "fachada de palacio", un motivo decorativo con entrantes y salientes típico del Reino Antiguo. Sabemos como era gracias a los dibujos del ingeniero británico John Shae Perring.
El interior del sarcófago estaba vacío, aunque en la cámara se localizaron los restos de un ataúd de madera que contenía una momia que, pese a haber sido expuesta en el British Museum como Micerinos, cuando llegó el Carbono 14 a la arqueología, se supo pertenecían a alguien del siglo II, es decir, 2.000 años después del reinado del monarca de la IV dinastía.
A finales de septiembre de 1838 el suntuoso sarcófago, junto a otras 200 cajas de antigüedades egipcias fueron cargadas a bordo de la goleta Beatrice, en el puerto de Alejandría.
Zarpó el 13 de octubre de 1838 con destino a la isla de Malta, donde haría escala. Después continuaría su travesía hacia las islas británicas pero una desafortunada tormenta engulló al Beatrice y depositó su valioso cargamento en el fondo del mar Mediterráneo, en algún punto comprendido entre el cabo de Palos y la localidad murciana de Mazarrón.
La tripulación al completo pudo ponerse a salvo nadando hasta las playas, pero el cargamento sigue en el fondo del mar. Parece que el capitán facilitó unas coordenadas aproximadas muy cerca del puerto, aunque cabe la posibilidad de que las falseara para evitar el expolio.
Y es que, desde entonces, ha habido varias iniciativas para recuperar los tesoros. A finales del siglo XIX una sociedad inglesa intentó obtener la autorización del Gobierno español para realizar la búsqueda, pero no consiguió los permisos. Otra compañía británica lo intentaría en 1932 pero, de nuevo, las autoridades españolas se lo denegarían. En 1985 surgió una iniciativa española pero entonces los problemas diplomáticos entre el Reino Unido y España dieron al traste con la expedición al no ponerse de acuerdo sobre la propiedad de los tesoros que pudieran recuperarse.
Parecía que, realmente, hubiera una maldición sobre el material arqueológico porque en 1996, la Fundación Arqueológica Clos de Barcelona puso en marcha el proyecto llamado Salvar al Faraón y, de nuevo, problemas. El Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas y Submarinas y el Centro de Buceo de la Armada, querían formar parte de la expedición, pero una vez salvado ese obstáculo, llegaron las administraciones autonómicas que reclamaban derechos patrimoniales. El asunto fue aparcado indefinidamente… hasta que en 2008, el egiptólogo Zahi Hawass anunció a bombo y platillo la puesta en marcha de una nueva expedición capitaneada por Robert Ballard, el hombre que que localizó el Titanic, con el apoyo del canal de televisión National Geographic.
Pero llegó la Primavera Árabe y el proyecto quedó relegado. En 2020 se quiso reflotar de nuevo, pero llegó la pandemia y, una vez más, el sarcófago de Micerinos se libró de emerger de las aguas... hasta ahora.
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