La mujer que salvó el Santo Grial
La historia de María Sabina Suey fue esencial salvar una reliquia histórica que siempre se ha relacionado con el Grial
El Jueves Santo del año 1939 se preparó en Valencia una ceremonia simbólica en la Lonja de la Seda. Se había elegido este edificio monumental porque la catedral de Valencia, que había sufrido los estragos de la Guerra Civil española, se encontraba en muy mal estado.
De aquel ritual sólo se conserva una fotografía y el recuerdo de los pocos que aún viven y pudieron ser testigos.
Para lo ocasión, se había convocado a la banda de música que interpretó un fragmento del Pasifal de Richard Wagner cuando el Santo Cáliz entró en la estancia de la mano de María Sabina Suey. Era el punto final a una historia que merece ser contada.
Todo había comenzado cuatro años antes. En 1936, sólo dos horas antes de que la catedral fuera saqueada e incendiada, de una pequeña puerta que da a la calle de la Barquilla, salió una joven con una bolsa bajo el brazo. En el fondo de este bolso y envuelto en papel de periódico, se escondía la preciada copa de oro y brillantes: el Santo Cáliz de Valencia que muchos relacionan con el verdadero Grial.
Lo que después pasó, nos lo relata monseñor Elías Olmos Canalda en un pequeño librito titulado Cómo fue salvado el Santo Cáliz de la cena.
La familia de Marina Suey, custodió la sagrada reliquia en varios pisos de Valencia, primero en la casa de su madre, en la calle Avellanas y, semanas después, a la calle Pelayo, donde fue escondido en casa de su hermano entre los muelles de un viejo sofá. Finalmente, sería trasladada a una casa que tenían en un pueblo llamado Carlet.
Allí, introdujeron la santa copa, en una caja de metal y esta, a su vez, fue incrustada entre los gruesos muros de adobe de la antigua vivienda.
En este pequeño relato, el autor nos hace constar brevemente, dos hechos de los más sospechosos.
Unos anticuarios judíos ofrecieron 7 millones de pesetas en oro por el Santo Cáliz
El canónigo Elías Olmos cuenta en su libro que unos anticuarios judíos de Ámsterdam les ofrecieron siete millones de pesetas en oro, por la reliquia. El otro hecho sorprendente es que se fletó un hidroavión desde Mallorca, que llegó a amerizar en la playa de la Malvarrosa, con la intención de que subieran a él María Sabina Suey y el cáliz.
Pese a las ofertas, el sagrado cáliz, no se movería de Carlet.
Pongamos estos curiosos hechos en contexto. Las preguntas que se plantean, nos suscitan una aplastante sospecha. ¿Cómo se enteraron unos judíos de Amsterdam de donde estaba la Reliquia? ¿Quién pilotaba ese hidroavión?
En la Holanda del 36, el antisemitismo era ya palpable y la comunidad hebrea -anticuarios incluidos- no parece que estuviese en condiciones de desembolsar esa cantidad por ninguna pieza salida de España. Si repasamos el parque de aviones que poseían en ese momento los sublevados, tampoco había ningún hidroavión. En esos momentos, los únicos aparatos de este tipo que había en Mallorca, pertenecían a los aviones de la operación Condor. ¿Quién en Europa, en ese momento, estaba ansiosa por hacerse con cualquier reliquia, que pudiese demostrarse que era el Grial?
Las sospechas son claras. Desde hacía años la Ahnenerbe, los científicos nazis encargados de crear una nueva pseudo-historia aria, habían comenzado una rigurosa búsqueda en pos de un objeto legendario: El Grial. Ya habían rastreado dos años antes el Castillo de Montsegur. Incluso, dinamitaron algunas cuevas y se descolgaron por los acantilados, para ver si los cátaros podían haber escondido la reliquia allí. La historia de Otto Rhan, es capítulo aparte.
Resulta poco probable que, en sus análisis, los meticulosos científicos nazis, hubieran pasado por alto, la presencia de la copa de Valencia.
Ningún documental ha tratado el tema con rigor. Sólo se han limitado a repetir la escena del viaje de Henrich Himmler a Montserrat, en 1940, preguntando por el Grial.
La historia completa es mil veces más sugerente.
Los nazis veían al cáliz de Valencia demasiado Mediterráneo para ser el real
Por alguna razón, acabada la Guerra Civil, los alemanes desestimaron la reliquia del Turia, como su ansiado Grial. Fue descartado, por ser demasiado católico y demasiado Mediterráneo. No podía ser ese el Grial de los nórdicos arios.
Pero, no fue así, en el nuevo gobierno de Franco. Por alguna extraña razón, poco después de la guerra, se desató una inusitada atención por el Santo Cáliz en el régimen fascista español. Curioso, en un país plagado de grandes reliquias y obras de arte. Durante la contienda, hubo muchas imágenes, reliquias y tesoros, que se salvaron gracias a personas valientes como Marina Suey.
Parece que, alguien les había puesto en alerta, del potencial propagandístico de esa reliquia en concreto.
Una de las películas más extrañas que se hicieron en la postguerra fue, el Parsifal, de 1951. Lo más nórdico de la historia de España, los visigodos, se unió a la leyenda del Santo Cáliz. El resultado es, cuanto menos curioso. Ni el parque temático más descabellado, sería capaz de unir las dos historias, con la música de la famosa ópera, como banda sonora.
El NODO no tuvo ningún problema en relacionar el Santo Cáliz de Valencia con el Grial
Otro de los actos propagandísticos más sonados, consistió en el traslado de la santa reliquia de Valencia al monasterio pirenaico de San Juan de la Peña. El NODO no tuvo ningún problema en llamarlo “el Grial”.
Las sospechas están ahí. Los nazis, se intentaron hacer con el Santo Cáliz, en su loca búsqueda del Grial. Todos los indicios apuntan a eso. Afortunadamente, una mujer y una familia humildes, se pusieron a la altura de los héroes medievales y, sus fabulosas leyendas de valor y coraje.
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