Fuertes estados alucinógenos fueron los causantes del arte rupestre
Frente a las grandes incógnitas que tenemos acerca de la pintura rupestre, una nueva duda se cierne ¿Y si sus autores hubieran perdido oxígeno y hubieran experimentado alteraciones de la conciencia para poder desarrollarlas? Un nuevo estudio defiende esta interesante idea.
Los avances y los descubrimientos a lo largo de la historia no dejan de sorprendernos, ya que cada vez es más común tener conocimientos concretos acerca de cómo vivía el ser humano, especialmente en aquellos periodos en donde se da una acusada ausencia de fuentes escritas.
Una de las grandes incógnitas que se ha presentado durante mucho tiempo es cómo se realizaron las pinturas rupestres y, sobre todo, qué motivaciones había detrás de este tipo de arte. Localizadas en el Paleolítico Superior (hace entre 40.000 y 14.000 años aproximadamente), estas pinturas han sido objeto de numerosas teorías e interpretaciones. Su carácter ritual ha sido el más destacado, siendo consideradas peticiones a los dioses para la caza o la fertilidad e, incluso, constituyéndose como representaciones de sus costumbres. Pero un nuevo estudio cambia radicalmente cualquier teoría que podamos haber escuchado anteriormente.
Un nuevo estudio sugiere que la base de las pinturas rupestres se encuentra en los estados alucinógenos que alcanzaban sus autores
Yafit Kedar, estudiante de posgrado de la Universidad de Tel-Aviv, ha desarrollado una investigación sobre cuevas francesas y españolas y ha llegado a la conclusión de que la base de las pinturas rupestres se encuentra en los estados alucinógenos que alcanzaban sus autores. Estos, al tener que recorrer más de 100 metros de galerías subterráneas para poder acceder a este tipo de pinturas, ¿buscaban intencionadamente la pérdida de oxígeno en el interior de las cuevas para alcanzar dichos estados y pintar? Teniendo en cuenta que, ante la ausencia de luz, tenían antorchas para poder ver, el fuego consumiría prácticamente todo el oxígeno y, en definitiva, ellos acabarían desarrollando un estado de hipoxia.
“La hipoxia aumenta la liberación de dopamina en el cerebro, lo que provoca alucinaciones y experiencias extracorporales”, argumentó Kedar. Y claro, a día de hoy, tenemos conocimiento de multitud de drogas y de plantas que pueden causar este tipo de efectos. Sin embargo, ellos no llegarían a entender bien qué les causaba ese estado dentro de estos espacios. Por ello, los autores consideran que el “entrar en estos entornos profundos y oscuros fue una elección consciente, motivada por la comprensión de la naturaleza transformadora de un espacio subterráneo, carente de oxígeno”.
Consideraban que las paredes dentro de las cuevas conectaban el mundo que les rodeaba con el inframundo
Principalmente, este hecho estaba integrado en un auténtico sistema de creencias, con las cuevas en una posición esencial del mismo. Ran Barkai, coautor y profesor de Arqueología Prehistórica, ha asegurado en una entrevista a la CNN que ellos consideraban que estas paredes conectaban el mundo que les rodeaba con el inframundo y las imágenes eran las desencadenadoras de todo el proceso. Además, al haberse confirmado la presencia de niños en el interior, Barkai considera que podría tratarse perfectamente de una especie de iniciación.
Este hecho se refuerza al comprobar que, en las cuevas de Europa Occidental, las zonas cercanas a la entrada carecen de pinturas rupestres. Como dicta el artículo: “Parece que la gente del Paleolítico Superior apenas usaba el interior de las cuevas profundas para las actividades domésticas diarias. Tales actividades se realizaban principalmente en sitios al aire libre, refugios rocosos o entradas a cuevas”.
Para poder afirmar esto, los investigadores simularon las condiciones en las que se habrían encontrado estas personas al entrar en el interior de las cuevas. Según el estudio, los niveles de oxígeno descendían por debajo del 18% a los 15 minutos de estar dentro, siendo ese el momento en el que el cerebro empezaba a verse afectado. Una vez pasado el 14,5%, las situaciones más extremas se producían. Y ya el nivel de oxígeno iba variando en función de la altura en la que se encontrase la entrada a la cueva receptiva.
Además, no se puede pasar por alto que hay algunas cuevas como la de Lascaux (Francia), en las cuales se producen gases de manera natural. Así, la hipoxia tendría un efecto mucho más fuerte en la persona que lo experimentase. Pero, como se puede comprobar, todavía quedan muchos aspectos en los que profundizar acerca de esta interesante teoría ¿Y si acabaran consiguiendo cierta resistencia a la pérdida de oxígeno en el interior de las cuevas? En el futuro, seguro que responderemos a esta y muchas otras dudas más.
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