Coricancha o el centro místico del Imperio inca
Cuzco no solo fue capital administrativa del Imperio inca. Sus muros abrigaron el "centro místico" del Antiguo Perú…
En El Imperio del Sol (Ediciones Luciérnaga), Jiménez del Oso nos cuenta que "Cuzco es así, una mezcla de leyendas: las del viejo Imperio, fundidas con las de época colonial. Si los indios eran dados a la fabulación, los españoles recién llegados no lo eran menos. Aunque la ciudad parezca, más que peruana, extremeña, son de piedras incas sus cimientos y aun las paredes hasta buena altura. Cuzco ya no sería Cuzco sin lo español o lo inca, sin esa amalgama de las dos culturas, tan profunda a veces, que va más allá de la piedra y alcanza el alma misma de los edificios…".
LOS JARDINES DE ORO DE CORICANCHA
En Cuzco, a las leyendas del Incanato se superponen las de su época colonial, de la misma manera que en la Iglesia de Santo Domingo son visibles las hileras de piedras incas, misteriosamente labradas y que integraban el Coricancha (Qoricancha), fundiéndose con los más asépticos muros cristianos. Porque donde hubo templos que adoraban a un dios pagano, terminaron levantándose iglesias para honrar a un dios verdadero…
Los mitos fundacionales sobre Cuzco coinciden en señalar en que éste fue el primer templo erigido en honor al dios Sol (Inti), y construido con piedras sobre las que descansaron hermosas láminas de oro –expoliadas luego por los conquistadores–. No se sabe bien cuándo comenzaron a colocarse las primeras piedras de este templo, aunque sí que el artífice que engrandeció sus recintos –y responsable del trazado urbanístico de Cuzco– fue el noveno Inca Pachacutec que, hacia el año 1438, lo bautizó con el nombre de Corincancha (Qoricancha), que precisamente en quechua significa "templo o recinto de oro"…
Así nos lo cuenta Jiménez del Oso en El Imperio del Sol: "Coricancha es obra del inca Pachacutec, el gran reformador y urbanista del Perú precolonial, hijo y sucesor de Viracocha. Él fue quien engrandeció Cuzco y le dio estructura de ciudad y fue también quien dispuso que la capital el Imperio tuviese un templo como nunca antes se había conocido. Hizo venir canteros de los pueblos conquistados, los mejores artesanos y los orfebres de mayor fama. Puede que entre las ruinas incas haya piedras más grandes, de formas más complejas, pero difícil será encontrar otras iguales a éstas en la perfección de su labrado, en la armonía de sus hiladas, aseguradas internamente con grapas de bronce para evitar su desplazamiento durante los terremotos".
DE CORICANCHA A IGLESIA DE SANTO DOMINGO
Hoy, es la Iglesia de Santo Domingo la que hunde sus cimientos sobre el antiguo templo, permitiendo que los extraños muros de piedras labradas por los incas se fundan con los de época colonial. Porque una vez que los españoles arribaron en 1533 a la capital de Cuzco, desnudaron el Coricancha, desmantelándolo de sus estatuas y planchas de oro… aunque se cuenta que algunas de sus piezas lograron esconderse, cobijadas en alguno de los túneles subterráneos.
"Lo que queda del Coricancha –continúa relatando Jiménez del Oso en El Imperio del Sol-, el templo del Sol inca, en nada recuerda su extraordinario aspecto de otro tiempo, la deslumbrante riqueza que en él se acumuló… Hablan los cronistas de un fabuloso jardín distribuido en terrazas, en el que la fauna y la flora estaban representadas a tamaño natural y en los más nobles materiales, maizales de oro, llamas de oro, y hasta la hierba y los insectos eran hechos de ese metal. Y así debió de ser, porque Qori significa oro labrado y Kancha se traduce como lugar encerrado entre muros, por lo que Qorikancha equivale a ‘lugar cercado donde está el oro’, lo cual se corresponde con la tremenda importancia spiritual que tuvo para el inca, pues, si Cuzco fue el ombligo del mundo que ellos conocía, el Qorikancha era el centro místico de Cuzco, el lugar sagrado por excelencia…".
Aunque lo de destruir un templo para construir otro es un episodio que parece repetirse a lo largo de la historia. Tal y como menciona Jiménez del Oso en su novela Viracocha: “Lo que ya no queda es el culto al dios de los incas; los conquistadores se encargaron de ello destruyendo su templo y edificando sobre las ruinas otro destinado a un dios ultramarino. Supongo que es parte de una ley no escrita, porque los incas habían hecho lo mismo levantando su Coricancha sobre el templo en el que los chapanatas rendían culto a sus dioses”.
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