El banquete vikingo de la muerte
Se ha descubierto en Gjellestad (Østfold, sur de Noruega) uno de los túmulos funerarios pertenecientes a la Edad del Hierro más grandes hasta la fecha. Las evidencias indican que, este espacio que albergaba un cementerio en sus inicios, acabó constituyéndose como un importante centro ritual
Los vikingos creían firmemente en la vida después de la muerte. De hecho, lo más deseado para un vikingo era morir en batalla y poder acceder así al Valhalla, un auténtico paraíso en el que vivían los dioses. Las muertes naturales conducían a una especie de submundo, conocido como Reino de Hel o reino de la muerte, un lugar en el que las almas vagaban sin rumbo y que, por consiguiente, nada tenía que ver con el ansiado Valhalla.
Teniendo en cuenta la importancia de la vida en el más allá que refleja la mitología nórdica, el hallazgo publicado esta semana en la revista Antiquity (Universidad de Cambridge) no deja indiferente a nadie. Cerca de Jell Mound (Gjellestad, Noruega) el segundo túmulo funerario más grande de Escandinavia, se ha encontrado un auténtico asentamiento perteneciente a la élite y un cementerio integrados en la Edad de Hierro nórdica tardía (550-1050 d. C). A partir de un georadar o radar de penetración terrestre se ha localizado este increíble complejo arqueológico que, además de constituir posiblemente un centro ritual y político, guarda un barco enterrado, el primero que se ha localizado en décadas.
El propietario del terreno había solicitado un permiso para poder abrir una zanja de drenaje allí. Ante esto y siguiendo la ley noruega, los arqueólogos tenían que inspeccionar previamente la zona para asegurar que esta zanja no dañaría la riqueza patrimonial del lugar. Los investigadores, considerando que los objetos materiales aportados previamente por la zona eran solo una muestra del potencial de la zona, decidieron utilizar un georadar (GPR) para poder mapear el subsuelo y conseguir así una visión más amplia de la zona en cuestión. Y efectivamente, los arqueólogos del proyecto estaban en lo cierto: la importancia del lugar no tenía precedentes.
La variedad de estructuras detectadas, así como de entierros indica que su uso fue bastante prolongado en el tiempo. Los primeros restos podrían datar entre los siglos V y VI d. C, extendiéndose a lo largo de la Edad del Hierro nórdica tardía. Por consiguiente, la importancia de este sitio no solo es material, sino que también reside en la información que puede aportar sobre la sociedad nórdica y los cambios producidos en la transición desde esta Edad del Hierro hacia la Edad Vikinga, especialmente en un sentido funerario y político.
A partir de los resultados obtenidos por el GPR, se tiene constancia de que existen en la zona 13 túmulos funerarios, que llegan a alcanzar los 30 metros de ancho cada uno, junto con, además, cuatro pasillos o estructuras de hogar entre ellos. Siguiendo estos resultados, esta zona en sus inicios habría tenido orígenes de carácter humilde para, con posterioridad, acabar convirtiéndose en un centro de primer orden. Todo esto indica que, estos enterramientos podrían estar rodeados por salones de banquetes o por otros habitáculos con una finalidad religiosa, para la realización de rituales o ceremonias de iniciación.
El posible barco enterrado también tendría una gran importancia con el momento sociopolítico que se estaba viviendo en la zona. El sur de Escandinavia, a finales de la Edad del Hierro, estaba poblado por grupos rivales que luchaban por la poca tierra cultivable que estaba disponible en la zona. Por consiguiente, el hecho de enterrar un barco podría ser interpretado como una declaración de intenciones: La comunidad que estaba enterrándolo eran los dueños de esas tierras. Este complejo arqueológico, que se seguirá estudiando en profundidad, supone todo un entresijo de Arqueología, sentido ceremonial y viaje al más allá.
Comentarios (2)
Nos interesa tu opinión