Historia oculta
22/06/2023 (08:00 CET) Actualizado: 22/06/2023 (08:00 CET)

Tolkien y los fantasmas de la guerra

Descubre cómo la Primera Guerra Mundial inspiró la célebre novela "El señor de los anillos"

Sergio solsona
22/06/2023 (08:00 CET) Actualizado: 22/06/2023 (08:00 CET)
Un fotomontaje de la batalla de Marne y el anillo de Saurón
Un fotomontaje de la batalla de Marne y el anillo de Saurón

MJRR Tolkien es conocido mundialmente por ser el autor de El Señor de los anillos, pero como todo buen lector debe saber, lo que llamamos “ficción”, no es sino, un modo de contar otras historias más crudas y –quizás- prohibidas. La imaginación es un recurso para alejar nuestros fantasmas, una forma de crear un mundo, donde podamos entender, lo que en la realidad, nos resulta indigerible.

Si repasamos con cuidado la obra del autor, podemos ver como su participación en la primera Guerra Mundial fue el motor de todas estas historias épicas. Los ecos de aquella masacre inútil, aún resuenan en la Tierra Media.

El autor inglés fue especialmente pudoroso a la hora de explicar –directamente- qué había de real en cada personaje o escena de sus textos. Así que, muchos autores, han estudiado cuales fueron las influencias de aquellos relatos.

Sólo poniéndonos en las embarradas botas de un subteniente de los Fusileros de Lancashire, veremos cómo los campos de batalla de 1916 fueron la fuente de inspiración principal de aquel mundo.

Una panorámica de las trincheras en la I Guerra Mundial
Una panorámica de las trincheras en la I Guerra Mundial

Jhon Ronald Reuel Tolkien fue destacado allí como oficial de comunicaciones. Como el propio autor reconoce en una carta, la figura de Samsagaz estuvo inspirada en los asistentes que todos los oficiales -como él mismo- tenían asignados. La valentía y la lealtad de aquella persona fue la que vemos en el pequeño compañero de Frodo.

La rígida Inglaterra victoriana había creado diferentes castas en la población y eso era palpable, también, en el campo de batalla. Los campesinos enrolados en aquella contienda eran más bajitos que el resto. Pero también amigables y valientes. Ese agujero en el suelo en el que vivían los hobbits se antoja uno de aquellos cubículos donde los regimientos de agricultores se escondían de los incesantes bombardeos. El ensordecedor sonido de los proyectiles hacía temblar y encogerse a todos. Era mejor cerrar los ojos e imaginar que era el horrible aullido de un monstruo volador. Muchos de aquellos desdichados combatientes sufrían del “pie de trinchera”, una dolencia que inflamaba los pies y los deformaba en casos extremos. Esa tierra es más real de lo que creemos.

Muchos combatientes sufrían del “pie de trinchera”, una dolencia que inflamaba los pies y los deformaba 

Tolkien, entre otras tareas, se encargaba de descodificar las señales lumínicas que recorrían los kilómetros de trincheras de una punta a otra. Gandalf ordena a Pippin que encienda la hoguera de la almenara de Minas Tirith a fin de avisar a los aliados de que hay guerra y pedirles ayuda. Las hogueras recorren así las montañas para avisar del peligro. Esta parte se parece demasiado a lo que el joven subteniente hacía a los 20 años en aquel frente de batalla.

Las clases sociales en aquellos días eran tan diferentes que se podía identificar, solo por su aspecto, a un soldado de otro. Entre los reclutas había unos tipos, especialmente pequeños y rudos, más bajitos incluso que los campesinos.

Los hobbit también tienen su transunto en la Guerra
Los hobbit también tienen su transunto en la Guerra

Los mineros de Yorkshire y de otras zonas habían llevado, desde generaciones, una mala alimentación y un trabajo duro. Esta selección natural los hacía especialmente bajitos. En este caso es una especulación razonable porque el autor no escribió nada al respecto para confirmarlo. Hay crónicas de la época que dicen que incluso se tenían que poner encima de cajas para poder ver por encima de las trincheras. No hace falta ser un experto, con ver las películas es suficiente.

El trabajo de estos mineros era especialmente importante en las trincheras. Se encargaban de hacer túneles kilométricos que pasaban por debajo de las líneas enemigas. Una vez hecha esta peligrosa excavación, acumulaban grandes cantidades de dinamita.  Una enorme explosión hizo caer los muros del abismo de Helm. El cráter que dejó la explosión real aún es visible en el campo de batalla. Las cicatrices de la ficción, aún se pueden leer en las batallas reales.

Eran seres casi mágicos, con una puntería excepcional. Pulcros y esbeltos, de tez blanca y especialmente hermosos. Los oficiales de alta graduación en la Primera Guerra Mundial pertenecían, en su mayoría, a la nobleza británica. Generaciones de matrimonios entre la aristocracia, habían dejado su impronta genética. Dejo aquí el pequeño enigma a ver si os recuerdan a alguien. Es fácil ahora entender, porque Tolkien no quiso contar demasiado de dónde sacó ese mundo. Evidentemente, el folklore de las islas británicas está ahí presente, pero hay mucho más oculto, en esta epopeya moderna.

Tolkien participó en la batalla de Somme. Aquel picadero de carne humana era dirigido desde los palacios que se encontraban alejados del frente. Rodeados de manjares y comodidades, los generales decidían sobre la vida y la muerte. Desde el primer momento se vio que la estrategia de aquella ofensiva franco-británica era un fracaso.

El enloquecido senescal de Gondor, mandó en un ataque suicida a su propio hijo Faramir para tomar la perdida Osgiliath. Las ametralladoras de los “Hunos” acabaron con la vida de 180.000 seres humanos. Las sucesivas oleadas de atacantes pasaban sobre los cadáveres de sus compañeros que, los seguían mirando, bajo las inmundas aguas de aquella ciénaga de los muertos.

Hasta los caballos llevaron máscaras de gas
Hasta los caballos llevaron máscaras de gas

En aquella guerra se siguió usando la caballería. Los negros corceles, con sus correspondientes máscaras de gas, parecían espectros lúgubres de otro tiempo. Los continuos bombardeos habían arrasado los bosques. Los antaño arboles frondosos, parecían gigantes de largos brazos que avanzaban también en la lucha. Los cuerpos inertes lanzados por las explosiones colgaban de lo que quedaba de las ramas como si estas estuvieran sujetando a diminutos soldados. Quizás, os recuerde también a ciertos pasajes de la novela. Escenas demasiado horribles para ser descritas explícitamente. Luego llegaron aquellas bestias gigantescas que parecían sacadas de otro mundo. Su ciclópea silueta se recortaba entre los gases tóxicos. Torpes y lentas pero inexorables. Como elefantes malignos, los modernos monstruos con orugas y cañones, se usaron por primera vez, en aquella ocasión.

Aquel submundo de barro, había creado sus propias leyendas. Se contaba que en 1914, dos años antes de la batalla del Somme, los arqueros de la mítica batalla de Agincourt,​ que tuvo como escenario este mismo lugar, en 1415, regresaron al mundo de los vivos para asistir a las tropas británicas en la Batalla de Mons. Esa misma herramienta narrativa, también sería utilizada posteriormente por Tolkien, cuando hace que Aragorn venza a las tropas de Saurón usando a los muertos.

Tras la batalla del Somme los alemanes realizaron una operación de retirada táctica a la que le dieron el nombre en clave de Operación  Alberich.

Era el nombre de uno de los personajes centrales de la tetralogía “El Anillo del Nibelungo”. Él fue el enano que fabricó el anillo con el que esclaviza la raza de los nibelungos, aspirando a dominar el mundo y a que todos renuncien - como él - al amor.

La mitología germana estuvo muy presente en la gran guerra.

El célebre anillo se inspiró en el de los Nibelungos
El célebre anillo se inspiró en el de los Nibelungos

Este repliegue terminaba en la línea Sigfrid, una muralla defensiva que también tiene el nombre de un personaje del anillo de los nibelungos.

El teniente Tolkien había recibido antes de ir a la guerra otro anillo. El anillo de casado. El joven soldado cayó enfermo de la fiebre de las trincheras. No es difícil imaginar, que sudoroso, comenzase a darle vueltas a su alianza en el dedo. Arwen en la lejana isla, esperaba el regreso de Aragorn, el amor de su vida. La novela continua siendo un reflejo edulcorado de la guerra, que prometía acabar con todas las guerras posteriores.

La locura de trinchera reducía a las personas a seres infrahumanos

En su convalecencia pudo conocer a otros camaradas que estaban allí por otra enfermedad, mucho más extraña y de la que no se conocía ningún tratamiento eficaz. La locura de trinchera reducía a las personas a infra seres. Ya nunca volverían ser las personas  normales que fueron alguna vez. Hombre  que han perdido el habla, otros que se mueven entre espasmos, algunos que sorprenden con una inquietante mirada vacía. Su mente rota y su cuerpo encorvado por el terror. El peor horror que podía tener un afectado por la fiebre de las trincheras, que era una enfermedad trasmitida por las pulgas, era caer -también- en aquel trauma de guerra del que la mayoría no salía en su vida.

Algunos incluso, sufrían de pérdida de visión durante algún tiempo, como si hubiesen sido picados por una enorme araña.

No se conocía ningún tratamiento.  La única solución  a la neurosis de guerra, en la mayoría de los casos era vivir recluido en un manicomio. Muchos optaron por el suicidio. Una vez más, dejo a la interpretación del lector, el personaje que se esconde tras esta imagen.

En los campos de batalla de Francia dejó a tres, de sus cuatro mejores amigos. Este grupo se hacían llamar “los inmortales”. Uno de ellos Geoffrey Bache Smith, antes de morir por las heridas causadas por una bomba, dejó escrita una carta en la que decía:

“La muerte puede volvernos repugnantes e indefensos como individuos, ¡pero no puede acabar con los cuatro inmortales! Que Dios te bendiga, mi querido John Ronald, y que puedas decir cosas que he tratado de decir mucho después de que no esté allí para decirlas, si es mi suerte".

Mientras el futuro creador de la tierra media estuvo internado, se hizo amigo del descendiente de Samson Gamge. Este hombre fue famoso por haber inventado unas vendas que se usaban mucho en el hospital por aquel entonces. Así, el fiel Samsagaz Gamyi debe su nombre a aquella marca.

Tolkien en 1916
Tolkien en 1916

Poco después, Tolkien, sería evacuado a Inglaterra donde terminó de recuperarse de su enfermedad, pero dicen que ya no sería el mismo de antes.

Hacia 1932, los hijos del profesor de Oxford le pidieron un cuento para dormir. Así que su padre comenzó a relatarles una breve fábula "En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero sucio, húmedo, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en qué sentarse o qué comer: era un agujero hobbit, y eso significa comodidad.”. Aquel mundo fue haciéndose más extenso durante años. El resto, es historia.

Sobre el autor
Sergio solsona

Escritor, promotor cultural y divulgador histórico. Entre sus obras publicadas se encuentran los títulos: «Maestrazgo templario» y «Los Cuentos del Grial».

Destacan sus colaboraciones en programas radiofónicos y televisivos como: Cuarto Milenio, Espacio en Blanco de RNE, Ser Historia de Cadena Ser, y en las revistas «Más allá», «Enigmas» y «Otros mundos». También es creador del blog «Maestrazgo Templario»

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