El tesoro templario de Gisors
Para muchos el misterio del fabuloso tesoro templario se encuentra en el castillo francés de Gisors. Y es que cuentan las crónicas que cuando fueron quemados en la hoguera de París los últimos mandos de la Orden, el objetivo del rey francés y del Papa era quedarse con su tesoro. Por eso, siete siglos después, se sigue buscando.
Ya hemos hablado en otro reportaje que los hermanos Rick y Marty Lagina llevan años buscando dicho tesoro en la isla de Oak, en la bahía canadiense de Mahone –tal y como podemos ver en la serie de Canal Historia «La maldición de Oak Island–, donde se encuentra el misterioso pozo que posee tantas galerías según se va profundizando en el mismo que es imposible drenar el agua que sube y baja con las mareas, haciendo del mismo la «caja fuerte» más segura del planeta. Sin embargo, no es el único lugar donde es buscado desde hace siglos.
El escritor francés Jean Luc Robin aseguraba tiempo atrás que «aunque se ha barajado la idea por parte de varios investigadores de que el tesoro templario no fue más que algo espiritual, un secreto de gran importancia seguramente relacionado con la Iglesia, es evidente que durante los doscientos años que estuvieron activos amasaron una fortuna tan gigantesca que lograron que la mayoría de los reyes de ese tiempo estuvieran en deuda económica con ellos, lo que pudo precipitar su desaparición. Por tanto, el tesoro físico existió, y muchos creen que fue escondido en una castillo que se encuentra en el ámbito de influencia templaria: Gisors. Y argumentos para pensarlo, hay». Vaya si los hay.
Si viajamos por un momento al año 1946, encontraremos a un jardinero llamado Roger Lhomoy asegurando haber encontrado, bajo uno de los torreones del castillo de Gisors, en Normandía, a 70 kilómetros de París, una estancia con varios cofres con la cruz de los templarios sobre alguna de las tapas. Imaginemos la situación. La fiebre del oro, unida al rumor de que un humilde trabajador había dado con todo o parte del tesoro de la Orden del Temple se extendió con rapidez. La historia se consolidaría cuando se conocieron los detalles del hallazgo. Al parecer no había sido todo lo casual que se imaginaba en un principio, porque el ambicioso Lhomoy llevaba semanas excavando una galería bajo uno de los torreones. Cuando había retirado unos 20 metros de escombro dio con un muro sólido. Pero como era hombre tozudo, y además creía en las leyendas que aseguraban que bajo ese mismo castillo había un extraordinario tesoro, logró abrirse camino. Al otro lado había una gran estancia, una cripta en la que se distinguían varias figuras de santos junto a un Cristo. Se encontraban en mal estado, pero aún así se identificaban varios apóstoles. A los pies de éstos y perfectamente alineados había una treintena de cofres plateados, junto a los cuales, cerrando un círculo sagrado, se ubicaban una veintena de grandes sarcófagos.
Lhomoy hizo lo que tenía que hacer: avisar a las autoridades, que rápidamente llegaron al lugar. Pero aquella galería amenazaba derrumbe, por lo que se pidió la intervención del cuerpo de bomberos, que comandado por Émile Beyne, se dispusieron a acceder al lugar. Algo ocurrió en su interior para que minutos después el veterano Beyne saliese asegurando que a apenas cuatro metros de su meta se había tenido que dar la vuelta dadas las precarias condiciones de seguridad que reunía el agujero.
El jardinero pidió permiso al consistorio para proseguir con sus «investigaciones» en el lugar y ante su sorpresa, el permiso no sólo le fue denegado, sino que además la alcaldía de Gisors decidió sellar la galería, anegándola con hormigón. Así fue hasta 1962 cuando se llegó a apenas dos metros de la entrada a la cripta, y de repente, inexplicablemente, la excavación fue interrumpida durante 28 meses, tiempo que se empleó en cumplimentar todos los papeles posibles para declarar la zona polígono militar. Y hasta ahí se llegó, dejando en el aire tantas posibilidades como queramos imaginar; incluso que todo sea un fraude… o no. Porque, aseguraba Robin, «una empresa norteamericana especializada en la búsqueda de tesoros ya ha pedido al gobierno francés que les permita desplazar al lugar su moderna tecnología para, apoyándose en técnicas no invasivas, determinar si bajo tierra hay espacios huecos compatibles con la existencia de una cripta. Si demuestran que es así y les permiten seguir adelante, podríamos estar ante uno de los hallazgos más esperados y espectaculares de todos los tiempos».
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