Tecnología avanzada en el antiguo Egipto
Un disco de esquisto de 5.500 años de antigüedad muestra una tecnología impropia del Antiguo Egipto
Una tumba perdida y un objeto misterioso que parece revelar tecnología impropia de su época, son algunos de los ingredientes de la apasionante historia que rodea al llamado «disco de esquisto».
El término esquisto, deriva etimológicamente del griego σχ?ζειν que significa «partir», porque la roca metamórfica de la que está hecho este artefacto es relativamente frágil en el plano lateral, ya que se trata de un mineral laminar derivado de la arcilla que ha sufrido una serie de cambios físico-químicos extremos, en concreto, la transición de esquisto a pizarra a filita. La mayoría de los esquistos están hechos de mica, pero el grafito y la clorita también son bastante comunes.
El disco de esquisto del principe Sabu es un enigma arqueológico, un Oopart que no encaja en su época
El disco es considerado por muchos como un Oopart, un objeto fuera de su contexto histórico porque data de la Primera dinastía (alrededor del 3000 a. C.) cuando no existía la rueda y, sin embargo, el artefacto posee un eje, lo que indicaría que los antiguos egipcios sí la conocían, es decir, que dispondrían de una tecnología muy superior a la que se les atribuye.
La introducción de la rueda en la sociedad egipcia no tuvo lugar hasta finales del Reino Medio (alrededor de 1640 a. C.) con la invasión de los hicsos. Ellos sí emplearon la rueda en varios de sus «dispositivos», principalmente en sus carros militares.
El disco de esquisto fue hallado en 1936 por el egiptólogo británico Brian Walter Emery mientras excavaba la tumba del príncipe Sabu, hijo del faraón Adjuib en la necrópolis de Saqqara. Esta tumba, con el nombre técnico de S3III hoy está perdida, aunque se cree que está al norte de la necrópolis donde abundan estructuras de ladrillo de adobe.
El enigmático disco formaba parte del ajuar funerario del príncipe Sabu
El misterioso disco se hallaba junto a otros objetos funerarios como vasijas de piedra, cuchillos de pedernal, flechas y algunas herramientas de cobre. Aunque ignoraba qué eram Walter Emery lo catalogó como «un recipiente en forma de cuenco de esquisto». ¿Cuenco?
Más que un cuenco parece un volante cóncavo con tres secciones o palas curvadas que parecen una hélice. Con un agujero central que tiene toda la pinta de sostener un eje sobre el que rodar. El artilugio tiene aproximadamente un centímetro de grosor y 61 cm. de diámetro por de 10,6 cm. de altura.
El método utilizado para fabricarlo es también un misterio que desconcierta aún hoy a los artesanos más experimentados. No solo tuvo que requerir una práctica y paciencia extraordinarias, sino que para colmo es una pieza única, ya que no hay otra igual en el antiguo Egipto.
El renombrado egiptólogo británico Cyril Aldred cree que, con independencia del propósito para el que se construyó, su diseño es «la réplica de un objeto metálico anterior mucho más antiguo.» Un objeto nunca descubierto.
En la actualidad, el disco de esquisto se encuentra en la primera sala del Museo Egipcio de El Cairo. Está etiquetado como «recipiente de incienso», aunque no hay pruebas que respalden esta afirmación. Lo que los visitantes pueden observar es una restauración pues el extraño objeto apareció roto.
Según la teoría de los antiguos astronautas sería una copia de un objeto tecnológico venido del espacio
Zecharia Sitchin, autor de varios libros, que promueven la teoría de los antiguos astronautas, constató en La escalera al cielo, la semejanza del artefacto egipcio con un disco utilizado durante la Carrera espacial. En 1970, concretamente, los ingenieros de la Lockheed Missile & Space Company idearon un diseño opuesto, una rueda de bordes ligeros, que afirmaban que era más adecuada para ahorrar energía en trenes de transporte de masas o almacenar energía en trolebuses propulsados eléctricamente. La Airesearch Manufacturing Company prosiguió con las investigaciones; el modelo que desarrollaron -pero que nunca se llegó a perfeccionar- debía estar encerrado herméticamente en el interior de una carcasa llena de lubricante.
Que ese revolucionario «volante», que puedes ver en la imagen superior, se parezca a un objeto de la Primera dinastía de Egipto es cuanto menos sorprendente.
Entre los ortodoxos Cyril Aldred sugirió que podía ser la peana, una suerte de pedestal, donde sujetar un mástil, pero esa idea equivale a hablar de eje, un concepto que, como indiqué anteriormente, no llegaría a la región hasta casi un milenio y medio más tarde. Todo un misterio.
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