El secreto estelar de las pirámides de Egipto
Diferentes especialistas tratan de vincular la construcción de las pirámides de Giza y otros templos del Antiguo Egipto con las estrellas
De entre todas las construcciones del Antiguo Egipto, sin duda alguna las pirámides de la meseta de Giza –y en especial la de Keops– son las que más fascinación e interrogantes han despertado entre turistas, egiptólogos e historiadores. Y, precisamente, en lo que respecta a la arqueoastronomía, estas moles pétreas han sido también fuente de los mayores debates entre diversos especialistas.
Una de las "claves" astronómicas que poseen las pirámides de Giza consiste en que están orientadas perfectamente a los cuatro puntos cardinales, con una precisión tan ajustada –aunque no carente de cierto error– que ha sorprendido a los investigadores desde hace más de un siglo.
Los antiguos egipcios realizaron el alineamiento tras observar detenidamente los movimientos de dos estrellas de la región norte del firmamento
La pregunta de cómo pudieron los antiguos egipcios, hace más de 4.000 años, lograr una orientación tan correcta se sumaba así a la ya larga lista de enigmas planteados por estas gigantescas construcciones.
La cuestión despertó escaso interés entre los egiptólogos durante el siglo XX hasta que a finales del año 2000 la doctora Kate Spence publicaba un interesante artículo en la revista Nature, en el que se atrevía a apuntar una nueva hipótesis sobre la cuestión. Spence, profesora en la prestigiosa universidad británica de Cambridge, examinó cuidadosamente todos los datos a su alcance y, con ayuda de sofisticados programas informáticos, llegó a la conclusión de que los antiguos egipcios realizaron el alineamiento tras observar detenidamente los movimientos de dos estrellas de la región norte del firmamento, Kochab (en la Osa Menor) y Mizar (en la Osa Mayor).
Según Spence, los constructores de las pirámides descubrieron que cuando una de estas estrellas estaba "sobre la otra", la línea imaginaria que las unía señalaba directamente al norte. Además de la importante información aportada por la doctora Spence, su artículo jugó otro destacado papel, pues logró reavivar el interés por la arqueoastronomía, en un momento en el que escaseaban los trabajos al respecto.
Sin embargo, su hipótesis no ha quedado ahí, pues otros investigadores han matizado o ampliado las conclusiones de su hipótesis. Uno de ellos es, precisamente, el español Juan Antonio Belmonte. Tras analizar los datos ofrecidos por Spence, y apoyándose en referencias egipcias a la ceremonia conocida como 'tensado de la cuerda' y en la observación de la ubicación actual de la Estrella Polar en relación a varias estrellas de la Osa Mayor, Belmonte propuso una variante a la hipótesis de la experta británica. En su opinión, la orientación tan precisa de las pirámides "podría haberse conseguido mediante la observación del tránsito meridiano" de Phekda y Megrez, dos estrellas del 'Carro', que, al ser unidas por una línea imaginaria, apuntaban directamente a la estrella que "actuaba" como Polar a mediados del tercer milenio a.C., época de construcción de las pirámides.
La citada ceremonia del 'tensado de la cuerda' aparece representada en numerosas tumbas y piezas egipcias, y en dicha escena aparecía el faraón acompañado por Seshat (diosa de la escritura) mientras estiraban una cuerda sujeta a dos varas. Esta ceremonia, cuya celebración está documentada ya en la época de la I Dinastía, tenía como objeto obtener el eje de orientación de un templo a construir. Durante su realización se tomaba como referencia una región del firmamento llamada Msjtyw, 'Pata de Buey', que se correspondería con las siete estrellas más brillantes de nuestra Osa Mayor. Por desgracia, no sabemos con exactitud qué estrella concreta se utilizaba para realizar la orientación, pues las referencias no son lo suficientemente explícitas, a pesar de que, en algunos casos, como en la representación existente en el templo de Hathor en Dendera, se cita a Aj Msjtyw, 'la brillante de la Pata de Buey'.
Otra curiosa característica de las pirámides, conocida desde el siglo XIX, consiste en que, si unimos la esquina sudeste de las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, la línea resultante señala directamente a la ubicación de la antigua ciudad de Heliópolis, una de las urbes sagradas más importantes del Antiguo Egipto, cuyo culto estaba dedicado al dios-sol. Desde el descubrimiento de este hecho, mencionado por primera vez en 1852, se ha señalado la probabilidad de que dicho alineamiento tuviera un significado simbólico, aunque todavía no se ha determinado con exactitud.
EL HORIZONTE DE KEOPS
Interesado por la orientación de las pirámides y por la 'diagonal de Giza', el matemático y arqueoastrónomo italiano Giulio Magli, profesor en la Universidad Politécnica de Milán, decidió profundizar en las curiosas características astronómicas del complejo de Giza. Para ello, analizó varios alineamientos conocidos de las pirámides –cuyas características son realmente fascinantes– y descubrió otros nuevos. Durante una campaña de investigación en Giza, el egiptólogo estadounidense Mark Lehner se percató de que, en el solsticio de verano, el sol poniente queda "enmarcado" por las pirámides de Keops y Kefrén.
La intencionalidad del efecto era simbólica: remarcar que el horizonte 'pertenecía' a Keops
Esta circunstancia podía quedar en una alineación más, de no ser porque, para un observador que contemplara el fenómeno en la época de las pirámides, la imagen visible ante sus ojos tenía un significado muy concreto: la figura formada por el sol entre el horizonte, enmarcado por las dos pirámides, era idéntica al jeroglífico Akhet, que significa 'horizonte'. Si tenemos en cuenta que algunas inscripciones posteriores a la pirámide de Keops la mencionan como Akhet Khufu ('El horizonte de Keops'), no hay ninguna duda de la intencionalidad del mensaje simbólico. Se trata de una espectacular hierofanía (una manifestación de lo sagrado), cuya intención era, precisamente, remarcar que el horizonte "pertenecía" a Keops.
Teniendo en cuenta este hecho, además de otras orientaciones descubiertas por él y la circunstancia de que la pirámide de Kefrén resultara "invisible" desde Heliópolis debido a la 'diagonal de Giza', Magli propuso una desconcertante hipótesis: Kefrén podría no haber sido el constructor de la pirámide que se le atribuye. Además, proponía también una cronología inversa; es decir, la pirámide de Kefrén podía haber sido anterior en algunos años a la de Keops.
Tras comentar con Belmonte dicha propuesta, el investigador español y sus colegas egipcios propusieron una nueva hipótesis, que parecía más acertada para explicar la llamativa hierofanía del jeroglífico Akhet "en tres dimensiones": ambas pirámides, la de Keops y la de Kefrén, así como la Esfinge y los templos cercanos, pudieron haber sido en realidad parte de un proyecto único, ideado por Keops para crear ese potente mensaje simbólico, del mismo modo que su padre, Snefru, había erigido dos pirámides en Dashur. Habría sido años después cuando Kefrén se habría atribuido para sí la propiedad de la pirámide que lleva hoy su nombre…
ORIÓN EN EGIPTO
Junto a estas hipótesis planteadas en los últimos años por distintos arqueoastrónomos, otros investigadores más alejados de la ortodoxia académica han propuesto también sugerentes –y polémicas– teorías de orientación astronómica para las pirámides de Giza.
El más célebre de todos ellos es, sin duda, el ingeniero y escritor egipcio Robert Bauval. En su best-seller El misterio de Orión (Edaf, 2007), Bauval planteaba la sugerente hipótesis de que la disposición de las pirámides de las tres pirámides de Giza constituía una representación en la Tierra de las tres estrellas centrales de la constelación de Orión. Estas tres estrellas eran identificadas por los antiguos egipcios con Sah, una de las manifestaciones astrales del dios Osiris. La "imitación", según Bauval, no se limitaba a estas tres pirámides, sino que otras construcciones piramidales erigidas por otros faraones también tenían su correspondencia celeste en la misma constelación.
La finalidad de estas orientaciones es clara: facilitar el viaje del alma del faraón al reino celeste, donde se uniría con Osiris
Las conexiones estelares no terminaban ahí. Según el investigador, los llamados "canales de ventilación" de la cámara de la reina y de la cámara del rey existentes en la Gran Pirámide también están orientados intencionadamente. En un caso a Sirio y Kochab, y en el otro a Tuban (la Estrella Polar de la antigüedad) y, de nuevo, a la citada constelación de Orión. Para Bauval, la finalidad que los antiguos egipcios dieron a estas orientaciones es clara: creían que de este modo facilitaban el viaje del alma del faraón al reino celeste, donde se uniría con Osiris.
Aunque sin duda fascinante, y a priori no descabellada si tenemos en cuenta que no pocas pirámides cuentan con nombres "estelares", la hipótesis de la "correlación de Orión" fue duramente criticada en ámbitos académicos, aunque también contó con el respeto de varios investigadores de prestigio.
Entre los errores señalados por otros investigadores, por ejemplo Belmonte, está la circunstancia de que Bauval deja sin "emparejar" las dos estrellas más brillantes de Orión –Rigel y Betelgeuse– mientras que, al mismo tiempo, identifica dos pirámides construidas por Snefru ("La Brillante" y "La Brillante del Sur") con Aldebarán y otra estrella que no destaca precisamente por su brillo.
Casi todas las construcciones del Antiguo Egipto fueron ideadas dentro de un complejo 'plan maestro', concebido para crear en la Tierra un mensaje simbólico impactante
Si las hipótesis defendidas por Bauval en El misterio de Orión y su siguiente trabajo al respecto, Guardián del Génesis (realizado junto a Graham Hancock) han sido polémicas y audaces, en libro Código Egipto (Martínez Roca, 2007), Bauval fue mucho más allá. Tras más de trescientas páginas, Bauval llegó a la conclusión de que prácticamente todas las construcciones del Antiguo Egipto fueron ideadas dentro de un complejo "plan maestro", concebido para crear en la Tierra un mensaje simbólico impactante. "Se trata de un inmenso proyecto pangeneracional –explica Bauval– que comprendía la construcción de grupos de pirámides 'estelares' en lugares predeterminados para representar a Orión y a las Pléyades, así como también enormes templos 'solares' a ambas márgenes del Nilo, para definir la parte de la eclíptica a lo largo de la cual viajaba el dios del sol a través de la Duat, desde el equinoccio vernal hasta el solsticio de verano". Un proyecto, en definitiva, que habría dado forma a un 'Egipto cósmico', creado piedra a piedra mediante templos, pirámides y construcciones orientadas astronómicamente, y cuyos secretos fueron custodiados durante tres mil años por sacerdotes astrónomos.
No se puede negar que la propuesta de Bauval es atractiva y que supone un planteamiento mucho más audaz de lo que habitualmente nos proponen los arqueoastrónomos. Precisamente por eso, es blanco de habitual de críticas.
En cualquier caso, e incluso deteniendo nuestra mirada sólo en los trabajos más ortodoxos, es evidente que la relativamente joven disciplina de la arqueoastronomía comienza a recibir la atención que le había sido negada durante años. Una circunstancia que, en el caso de las construcciones egipcias, es todavía más destacada. Suele decirse que gran parte de los tesoros arqueológicos egipcios esperan a ser desenterrados por los arqueólogos. Haciendo un símil, podríamos decir que los mayores secretos arqueoastronómicos de la fascinante civilización faraónica siguen aguardando, pacientes e imperturbables, a que elevemos nuestra mirada a las profundidades del Cosmos. Sólo hay que hacerlo en la dirección correcta.
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