Sacrificios para crear soldados sobrenaturales
Mediante varios rituales los futuros soldados sobrenaturales son convertidos en inmortales, a cambio de sangre y muerte cada mes.
Hay que hacer un pacto con el diablo para que te proteja; hay que alimentar al protector durante un mes y eso sólo se consigue con sangre. Por eso el protegido tiene la culata del fusil llena de ralladuras; son los pagos que ha hecho este mes a su particular demonio. Son los «rezados», soldados legendarios de los que se dice que logran esquivar las balas, que se hacen invisibles, que son muy difíciles de matar. Antonio era un joven más, que en los años setenta agarró el camino equivocado. Recordaba al periodista Juan Vallejo que, formando ya parte de los paramilitares de Colombia, «una noche nos despertaron y nos hicieron formar en una loma. Frente a nosotros tenían un muchacho de unos 16 años amarrado de pies y manos, tirado boca abajo en el suelo. El sargento nos dijo que eso era lo que le pasaba a los que desertaban. Las mujeres estaban delante. El sargento le dio el machete a una de ellas y le ordenó que le mochara la porra. La vieja le dijo que ella no podía hacerlo. Y el comandante gritó: “¡Aquí el que no sirve pa matar sirve pa que lo maten!”. La rola agarró el machete con la diestra; con la zurda sostenía delicadamente la frente de la víctima que imploraba por su vida». Acertó a hacerle unos cortes, por lo que el comandante agarró el machete y frente a todos decapitó al joven. Después los miró y les dijo: «Bienvenidos a las ACC, soy el comando 030, y tengo que entregarle tres mil almas al diablo».
Se trataba de uno de esos soldados inmortales que había acudido al brujo para que le diese protección a cambio de sangre; en su caso tres mil vidas.
Y entonces era casi imposible matarlo. Recordaba Antonio, que durante su periodo en las «autodefensas», disparaba un fusil AK47 a los rezados de las FARC: «Caían, se levantaban… Las balas no les rompían la piel. Simplemente no entraban, sólo les dejaba moratón. Nos teníamos que marchar en retirada para que no vinieran a por nosotros y nos picaran a machetazos. Los combatientes de las FARC peleaban de frente y a pecho abierto porque se valían de rezos, cruces con espíritus o pactos directos con el diablo para que no les entrase la bala o poder convertirse en animales, hacerse invisibles, autosanarse…». Por eso fueron creadas las «casas de pique», que han sido descubiertas en fechas recientes y que han provocado terror y asco en toda la sociedad colombiana. Porque para acabar con un rezado hay que llevar a cabo un ritual específico, en el que poco a poco se va desmembrando el cuerpo aún vivo del prisionero. En definitiva se lo descuartiza para evitar que el espíritu que lo protege pueda volver a tomar su cuerpo.
Hay más; posiblemente más sobrecogedores. Todos llevan a una misma conclusión: para amigos y enemigos el rezado existió y sus poderes eran reales. Poderes que lo protegían desde un infierno a otro; porque la guerra no es más que eso…
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