La Papisa que puso en jaque al Vaticano
Muchas voces aseguran que la pérdida de documentos relativos a los años que van del 855 al 858 se deben a la intención de la Iglesia de ocultar un trozo de su pasado. ¿Es posible que una mujer llegase a ser Papa de Roma? Analizamos esta leyenda y las fuentes que la sostienen en busca de pistas que nos muestren la verdad sobre este asunto.
La vida de Juana y su leyenda han sido estudiadas en profundidad por Michael E. Habicht y Marguerite Spycher en su obra Papisa Juana ¿El pontificado encubierto de una mujer o una leyenda ficticia?, traducida recientemente al español. En ella, aseguran que “hay muchos documentos de la iglesia que fueron falsificados y manipulados en el siglo IX” con la intención de esconder la verdad. Esta idea se fundamenta, entre otras cuestiones, en la existencia de dos estatuas en el Vaticano que representan claramente a mujeres y que no dejan de resultar un misterio para cualquiera que las observa.
Pese a que las dos están bastante escondidas, no tienen ningún tipo de inscripción. La primera de ellas está localizada en la misma Basílica de San Pedro, en el arco de la nave. La segunda, sin embargo, colocada en el nicho frente a la entrada de palacio, llama enormemente la atención de los dos investigadores. Debido a su peinado, es claramente una mujer y, además, al llevar una tiara con una corona y no con tres, está localizada indudablemente en la Alta Edad Media, de la misma manera que Juana. Su simbología no deja de ser curiosa: porta en las manos un libro y las llaves del cielo, que solo como sucesora de San Pedro puede llevar. Creada entre 1720 y 1730 por Giuseppe Fracari, no hay prácticamente información sobre esta estatua en los libros de la Biblioteca Vaticana. Supuestamente, representa la “personificación de la Iglesia”. Pero, ¿por qué una mujer representaría a la personificación de la Iglesia si ninguna ha encarnado nunca este puesto? Estas son las dudas que plantean los investigadores sobre el significado de la escultura. Analicemos ahora lo que nos dicen las distintas fuentes sobre su existencia.
EL ORIGEN DE LA LEYENDA
¿De dónde procede la historia de Juana? Posiblemente de la propia Roma, como medio para criticar al papado medieval. Se ha comprobado que, aunque Juana perteneciese al siglo IX, las fuentes literarias no la mencionan hasta el siglo XIII (Von Döllinger, 1863). Fue precisamente el dominico Jean de Mailly el encargado de alimentar la leyenda sobre una mujer que en el siglo XII se vestía como hombre, lo que la permitió llegar a ser notario de la Curia, cardenal y finalmente Papa. Otro dominico, Martín de Troppau (1277), le dio el impulso definitivo a la figura de Juana, ya que creó una lista papal e imperial en la que situó al papa Juan VII, entre León IV y Benedicto III. Dijo que su historia era “creída por la mayoría”, y aseguró que “debido a la deformidad de ser mujer, no fue incluida en la lista de papas”. Esto ha hecho que Troppau sea considerado el inventor de la leyenda, al ser el primero en darle el nombre de Juana y en establecer el momento exacto de su pontificado. Tras este reforzamiento en la creencia de Juana, posteriormente, entre los siglos XIV y XV, nadie dudaba de la veracidad de la Papisa, que fue considerada un auténtico personaje histórico.
Solo en el tarot, con su carta de 'la sacerdotisa', se hace alusión a la papisa como una mujer sabia, reflexiva y completamente necesaria en el mundo eclesiástico
La supuesta leyenda de Juana fue acompañada de otra muy llamativa y reconocida por todo el mundo: la famosa “prueba de masculinidad”. Esta se basa en la idea de que, tras pasar lo de Juana, el papado quiso evitar que volviera a suceder con una prueba, en la que los papas tenían que sentarse en un asiento con un agujero para comprobar que los genitales les colgaban. Incluso en otras versiones, era un hombre, el Palpati, el que se los palpaba para comprobar que verdaderamente los tenían. Tras la comprobación, decía: Duos habet et bene pendentes (tiene dos y le cuelgan bien). Una leyenda más que, en este caso, se ha construido falsamente en torno a lo que en realidad fue simplemente el retrete de los papas.
¿EXISTIÓ REALMENTE JUANA?
Como ya hemos comentado, las opiniones están divididas y hay especialistas que consideran que las fuentes de la Edad Media muestran lo que verdaderamente sucedió y no una simple leyenda. Entre estas fuentes, abundan casos en los que se muestra una fuerte oposición hacia lo sucedido con Juana, aunque se produzca alguna excepción. De entre los opositores más famosos, destacan el humanista Boccaccio (s. XIV), quien consideró lo vivido con la Papisa como un “escandaloso descaro”, en su libro De mulieribus claris y su coetáneo Petrarca, que muestra el mismo desprecio en sus escritos. Posteriormente, durante el Renacimiento, la visión hacia las mujeres fue más positiva y por ello, muchos se mostraron favorables a Juana, pero no se volvió a ver esto en muchas más ocasiones. Solo en el tarot, con su carta de "la sacerdotisa", se hace alusión a la papisa como una mujer sabia, reflexiva y compltamente necesaria en el mundo eclesiástico.
Por ello, lo más común fue utilizar su figura para criticar al papado, sobre todo ante la gran inestabilidad que se generó en ciertos momentos como el Cisma de Occidente, cuando la cristiandad europea se dividió en dos poderes: el Papa de Roma y el Papa de Aviñón. Jan Hus, considerado uno de los precursores de la reforma protestante, también utilizó a la papisa con el fin de deprestigir a la Iglesia. Decía que una mujer no podía ser papa y, sin embargo, Juana fue elegida para ello, por lo que esto evidenciaba que no todas las elecciones de la Iglesia eran legítimas. La solución, según Hus, era prescindir de papas y de cardenales. Esto le llevó a ser acusado de herejía y quemado en la hoguera.
Durante la reforma protestante, el uso que se hizo de la figura de Juana fue desgarrador, asociándola con el Anticristo
Con estos antecedentes, durante la reforma protestante está claro que el uso que se hizo de la figura de Juana fue desgarrador, ya que fue considerada el mal del mundo, el Anticristo. Sirvió principalmente para reivindicar que la sucesión papal había sido interrumpida en el pasado, por lo que se podía dudar de su legitimidad. El controvertido obispo irlandés John Bale dijo: “Johannes Anglicus era una mujer, y reveló que esta iglesia es la sede de la gran puta y madre de toda fornicación”. Y aunque suene bestia, la papisa era entendida así, incluso como la ramera de Babilonia, personaje asociado de nuevo con el Anticristo en el Apocalipsis.
Sin embargo, el cardenal Robert Bellarmin (s.XVI-XVII) utilizó a Juana de una manera completamente diferente: para lanzar una daga contra la Iglesia Ortodoxa. Aseguró que Juana era en realidad un hombre, el patriarca de Constantinopla, que había ido a Roma y se había convertido al final en toda una leyenda. “El papa es en realidad un hombre, pero se comporta de una manera femenina y débil”. Con el paso del tiempo, durante los siglos XIX y XX, la papisa pasó a formar parte de muchas novelas, basándose en este tipo de fuentes para reconstuir su olvidada figura.
¿POR QUÉ NO APARECE JUANA EN LOS DOCUMENTOS OFICIALES?
Michael E. Habicht y Marguerite Spycher consideran que Juana fue eliminada a posteriori de los documentos por el papado. Esto se remonta al momento en el que Anastasio Bibliothecarius intentó tomar el trono de Benedicto III, convirtiéndose en su antipapa, lo que le llevó a ser depuesto. Posteriormente, comenzó a trabajar como bibliotecario con el papa Adriano II. Por tanto, según los investigadores, tuvo la oportunidad de eliminar el rastro de Juana de la redacción del Liber Pontificalis, lo que explicaría el por qué ella no aparece en ningún documento de la Iglesia, pero sí en la tradición oral, en las cartas y en general en los textos no oficiales. La Iglesia por aquel entonces monopolizaba la cultura y los textos y esto facilitaba enormemente la modificación de cualquier escrito.
Es difícil determinar si Juana existió o fue tan solo una leyenda para criticar los actos de la Iglesia
En definitiva, es complicado determinar si Juana existió realmente o si, por el contrario, es solo una leyenda popular construida para mostrar oposición a los actos de la Iglesia. Lo que está claro es que las fuentes son contradictorias entre sí porque, si bien en el Vaticano no hay rastro de ella, en otras listas de papas no oficiales Juana fue incluida sin dudarlo entre León IV y Benedicto III. Entonces, si en algunas listas se la incluye, ¿por qué el papado coloca a Benedicto III en el lugar de Juana? Y si en los siglos XIV y XV era un personaje histórico, ¿qué sucedió para que con el paso del tiempo Juana dejase de serlo? Todas estas cuestiones esperan respuesta.
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