Los orígenes de Frankenstein: ¿qué creó al monstruo?
Dos siglos, ese es el tiempo que ha pasado desde que se publicase la primera edición de Frankestein o el moderno Prometeo de la escritora Mary Wollstonecraft Godwin –futura Mary Shelley–. Aquel libro surgió de una velada encantada… y de un suceso real.
Verano de 1816. «Verano sin verano». Así fue bautizado aquel año, ya que la erupción del volcán Tambora, que se produjo diez meses antes en la actual Indonesia, provocó desarreglos meteorológicos que produjeron una disminución de temperatura en el hemisferio norte, desencadenando fenómenos atmosféricos propios de otras estaciones. Ese verano, en el lago Leman, en Suiza, se dieron cita un grupo de amigos. Lo que en principio debían de ser días de descanso tomando el poco Sol que suele hacer en este país, se transformó en un encierro involuntario a raíz de los rayos, truenos y mucha lluvia que cayó un día sí y otro también. Los días se alargaron más de lo deseado y las noches se eternizaron en Villa Diodati, la descomunal casa de campo en la que Lord Byron y su médico personal, John Polidori, Claire Clairmont, amante de Byron, su hermanastra Mary Wollstonecraft Godwin –quien no tardaría en hacerse llamar Mary Shelley– y el poeta inglés Percy Shelley, futuro esposo de Mary, decidieron convocar a los espíritus de otro tiempo para dar rienda suelta a una de las noches más legendarias y aterradoras de la historia de la literatura.
Comentaba mi querido amigo el periodista y escritor Javier Martín, con una pluma exquisita, que «la noche había caído y parecía que lo siguiente que iba a caer era el cielo. La lluvia percutía furiosa contra el empedrado. El agua del lago creaba figuras demoníacas, recibía los golpes de la tormenta. Las sombras tenían actitudes de infierno. A las orillas del Leman, la Villa Diodati, era un refugio codiciable. Lord Byron, John Polidori, Claire Clairmont, Percy y Mary Shelley, mantenían una conversación llena de guiños al miedo. Refugiados de la tormenta, sentados alrededor de una fogata, leían relatos y poemas… (…). Tras la lectura de Phantasmagoriana, un libro de leyendas alemanas de fantasmas, Lord Byron propuso a sus amigos un desafío. Cada uno de los allí presentes debía escribir una historia con el pánico como protagonista. Los diferentes talentos se pusieron a pensar. Pero parece que sólo Polidori y Mary Shelley lograron poner las bases de obras acabadas a partir de aquella propuesta». En efecto Polidori escribió El vampiro, una obra que fijó las bases del vampiro moderno y que tuvo una influencia tremenda en las obras góticas posteriores, entre las que, como ya se habrán imaginado, destaca Drácula, de Bram Stoker. De Shelley poco hay que decir: nacía Frankenstein y con él el protagonista de las pesadillas de muchas generaciones.
Pero, ¿qué inspiró a la escritora? Para Martín «en aquellos años la sociedad científica debatía encarecidamente sobre una singular teoría. Recibía el nombre de galvanismo, en honor al médico y físico italiano Luigi Galvani. Según dicha teoría, el cerebro de los animales produciría electricidad que acababa por producir, tras ser transferida por los nervios y acumulada en los músculos, el movimiento de los miembros. La discusión al respecto estaba en la posibilidad de que se pudiese recobrar el movimiento de aquellas personas que lo habían perdido e incluso reanimar a los muertos. Aquella conversación quedó grabada en la memoria de la joven Mary. Y todo ello, en una desapacible noche de tormenta, se asomó al sueño de la escritora, donde dio forma a una obra maestra de la literatura sobrenatural». Hablamos de teoría, claro está. Pero, ¿alguien fue un paso más allá? Sí, se llamaba Andrew Crosse e intentó crear vida de donde no la había.
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