Nuevos datos sobre el legendario reino de Arturo
¿Existió el castillo de Camelot? Nuevos datos sitúan a este enclave legendario más cerca de lo que crees.
¿Quién no ha deseado alguna vez viajar a Camelot? Ese reino legendario de valientes caballeros y hermosas damas, con sus palacios, enigmas y magia. El turismo artúrico tiene varios puntos que disputan el título de la tierra de las leyendas. Miles de peregrinos modernos se apasionan por ese mundo, recreado tantas veces en la literatura y el cine. Desde el Castillo de Tintagel en Gales hasta los bosques de Brocelandia en Normandía, son muchos los lugares donde se busca esta ciudad, ahora convertidos en auténticos parques temáticos medievales.
No han sido pocos los arqueólogos que aseguran haberlo encontrado, desde Camelodonum en Colchester, Inglaterra, hasta Careleon en el sur de Gales, por citar solo dos. Se siguen buscando respuestas al enigma, incluso debajo de Stonehenge, según apuntan los más místicos. El espíritu de Camelot podría estar más vivo que nunca.
Pero hay otra hipótesis que aleja esta leyenda de las islas Británicas o los verdes bosques del norte de Francia. Los documentales de la BBC y los eruditos olvidan, en demasiadas ocasiones, los primeros versos que dieron origen a la leyenda de esta ciudad. Su recuerdo se encuentra perdido entre las montañas creadas por la fantasía. La primera vez que se menciona este lugar es en unos versos creados por Chrétien de Troyes hacia 1160, específicamente en el canto de "Lancelot o el caballero de la carreta", donde se dice:
“A un jor d'une Acenssion / Fu venuz de vers Carlion / Li rois et Artus tenu ot muda Riche / Cort un Camaalot / Si Riche com au jor estut.
Tras un día de la Ascensión/ el rey Arturo había venido de Carlión/ que había mantenido una magnífica corte en Camelot/ como era apropiado en ese día.”
Cabe la posibilidad de que el trovador no utilizara como referencia la tradición que venía del siglo IV de un "dux bellorum" britano-romano. Tal vez, bajo estos personajes y lugares, se escondan pasajes mucho más cercanos a la época del autor. De este modo, el rey Arturo sería un pseudónimo para referirse de manera encubierta a otro rey. Si encontramos hechos históricos similares a los versos, tal vez podamos localizar este emplazamiento.
El canto de gesta comienza con unos rehenes que solo la reina Ginebra puede rescatar. Así es como la esposa del rey Arturo cae presa de Malagent, el malvado que la encierra en un castillo junto a un río caudaloso. El relato continúa con el valiente Lancelot, quien debe cruzar el río y rescatar a la reina. Para mayor desgracia, se ve obligado a viajar en una carreta, algo indigno para cualquier caballero, de ahí nace un amor adúltero. A pesar de haber sido el amante de la reina, el caballero vuelve a la corte del rey Arturo y se enfrenta al hijo de "Malagent", a quien vence en una justa épica. Sin duda, los versos son extraños, ya que no siguen la lógica. Parece muy extraño que el rey Arturo permitiera que el amante de su mujer volviera a unirse a la hermandad de los caballeros de la Mesa Redonda.
Camelot podría ser una deformación reconocible de otro lugar
El poema fue compuesto por solicitud expresa de María de Champaña, la hija del rey de Francia, Luis VII. Supongamos que esta noble dama escuchara una historia similar y decidiera crear un canto sobre este triángulo amoroso. El reino de Camelot sería entonces una deformación reconocible de otro lugar. Sigamos un poco la vida de María de Francia para poder localizar la base histórica de este relato. Luis VII, tras divorciarse de su mujer Leonor de Aquitania, se casó nuevamente con Constanza de Castilla.
Constanza tenía en ese momento apenas 15 años, y la joven hija del rey, la futura María de Champaña, poco más de 8 primaveras. Resulta casi imposible que Constanza no le contara nunca a María, durante las largas veladas de la corte de París, la historia de amor de su abuela Urraca I de León. Lean con atención esta historia para determinar si existen similitudes con el canto. Solo así la ciudad mágica se hará de nuevo visible. Pues solo ustedes, los caballeros y damas de esta corte digital, podrán juzgar si lo que el que aquí les escribe puede ser o no real.
Urraca I de Castilla se casó en 1109 con el rey navarro-aragonés Alfonso I. Tras el compromiso, la reina viajó a las tierras de su marido. En aquel momento, la corte se encontraba en una pequeña ciudad de los Pirineos llamada Jaca, conocida por allí como Chaca. En la pequeña Chaca, la reina, según la crónica de Sahagún, liberó a unos rehenes que el rey Alfonso tenía presos para quedarse con el dinero del rescate. Cuando esto llegó a oídos de Alfonso I, conocido como el batallador, que se encontraba en Carrión de los Condes, tuvo que viajar por el camino de Santiago que une Carrión con Chaca para poner orden en todo aquello. Cuando llegó iracundo y muy enfadado, decidió dejar a Urraca cautiva en el castillo del Castellar, que se encuentra junto al río Ebro. Sin duda, actuó como mala gente en esta ocasión. Ahí está, pues: una ciudad, unos rehenes, una reina presa y un castillo junto a un río. Continuemos con este canto.
Nos cuenta el insigne obispo de Toledo, Jiménez de Rada, que un caballero castellano rescató a la reina Urraca de su encierro. En aquellos días, uno de los magnates más importantes del reino de León era Pedro González de Lara. El valiente caballero tuvo que cruzar el Ebro. Por aquel entonces, existía un paso de barca para tan arriesgado trayecto. Este artilugio consistía en una balsa de madera unida a dos maromas que cruzaban el río y se sujetaban en las dos orillas. Este artilugio consistía en una balsa de madera unida a dos maromas que cruzaban el río y se sujetaban en sus dos márgenes. Finalmente el caballero rescató a su dama y, como no puede ser de otro, modo surgió el amor. Fruto de esta unión Doña Urraca tuvo dos hijos. Nace así la estirpe de los Furtado pues fueron desprovistos de sus derechos al trono. Pero escuchen bien lo que aconteció después.
El conde de Lara, molesto por esta indignidad, abandonó las huestes leonesas para unirse al ejército del “Batallador”. Así junto a Alfonso I participó en el asedio de Bayona del año 1.130. Allí fue donde el conde de Lara se enfrentó en una justa al conde de Tolosa. Los trovadores nos contaron que el bravo Lancelot venció en la lid, pero eso no fue lo que pasó. Pedro González de Lara falleció de sus heridas poco después.
La pequeña ciudad de Jaca fue en su día un prodigio de la época. Fue la primera ciudad de la península en la que se alzó una catedral románica. En ella sus habitantes gozaban de unas leyes justas. Los fueros de Jaca eran el conjunto de normas más avanzadas de su época. Sus modernos pobladores ya no se acuerdan pero la pequeña Chaca , “Chacalot”, nos cuenta su historia en piedra. Su leyenda viajó al norte, para unirse con otras, de tiempos oscuros.
Un rey, sus caballeros y una reliquia guardan los secretos de este enigma.
Ahora, damas y señores, ya saben la historia de verdad. Viajen a Tintagel o a ver las piedras de Stonehenge y allí les podrán contar, aunque nadie les crea, que ustedes estuvieron en Camelot.
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